domingo, enero 04, 2015

Jimmy’s Hall: cuando la poesía se abre paso en un tono social


De qué va. Se trata de la última película del combativo Ken Loach. Narra la vuelta a casa de un activista irlandés de ideología comunista, cuyo apogeo como activista tuvo lugar en los años 30 del siglo pasado y que vivió entre la bisagra del siglo XIX y el XX. Relata su peripecia vital y sus aspiraciones de mejorar la vida (emocional, cultural, social y lúdica) del pueblo en el que vivía a través de un centro socio-cultural. El personaje está compuesto con maestría por Barry Ward. También cuenta con pulso certero las dificultades a las que tuvo que hacer frente; resistencias a su manera de cambiar las cosas que venían, según nos relatan en la cinta, del nacionalismo más purista irlandés y, sobre todo, de los terratenientes y de la iglesia de aquel país.


Por qué me gustó. Por la belleza de sus paisajes (Irlanda es una postal que entremezcla tranquilidad, esperanza y contacto primigenio con la naturaleza más abundante). También por el relato alentador de una comunidad que mejoró su vida durante algún tiempo, gracias a un centro social donde las relaciones de camaradería,  la literatura, el baile y la fiesta (gimnasias para el cuerpo y el intelecto) dieron calor y alegría a un pueblo encapsulado en una estructura social asfixiante y carente de horizontes si figurabas en el grueso del pueblo.


Las pegas. Cierto tufo de maniqueísmo recorre la historia (buenos muy buenos y malos muy malos). Cuando se realizan relatos tan benevolentes de alguien, siempre te queda la duda de hasta qué punto será hagiográfica (historias con un tono en el que se ‘santifican’ las vidas de los retratados y que suelen estar desconectadas de los matices y las aristas que caracterizan a la inmensa mayoría de los seres humanos). Observación crítica que debemos agradecer a la mirada espigadora de Norma J.



La guinda. ¿Hemos hablado ya de la desmayada belleza de la campiña irlandesa? ¿Y de la entrañable relación entre madre e hijo?
Sobre todo, me quedaría con:

1)      La esperanza que insufla la película de que otro mundo es posible. Un mundo de encuentro vecinal, caracterizado por una vertiente de relación, donde se comparten creaciones y pensamientos, donde se sincronizan creaciones colectivas, y se trabaja para para una mejora personal a través de la alegría, la reflexión, la poesía y la fiesta entendida como un lugar transversal de acogimiento y diversión.
 

2)      La relación de amor imposible entre el protagonista y su antigua novia, con un par de escenas llenas de sugerencia (la prueba de un vestido en solitario y un baile nocturno entre los dos) y contención.
 
 
Cuándo verla: cuando necesitas recordar lo afortunado que eres de vivir en un mundo en el que, afortunadamente, hay un margen mayor del que pensamos para mejorar las cosas J. 

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