La historia está dirigida por Win Wenders (El Cielo de
Berlín, Paris Texas) y el hijo de mayor de Salgado (Julian). El documental
discurre a través de cuatro voces: la del propio Salgado, la de su padre, la de
su hijo y la del director alemán, que parece haber recuperado su swing gracias
a sus últimos trabajos como documentalista. En esa línea, el tío Win estructura
un relato articulado de las imágenes de Salgado, evocadores grabaciones
fílmicas y los testimonios de los narradores.
Por qué me gusta.
Porque viaja a la esencia de la condición humana sin edulcorantes, en sintonía
con el trabajo de Salgado. La película conmueve desde el principio. Por sus
silencios. Por la vibración suave de su banda sonora. Por la fuerza expresiva
de sus imágenes y la lucidez de Salgado para explicar el mundo y la sal de
esta: las personas.
El trabajo de Salgado ha abarcado diferentes ámbitos de la condición
humana; la realidad de los refugiados, el hambruna de numerosas regiones
africanas, como El Sahel, los hábitos y las estructuras sociales de las tribus
amazónicas y los pueblos andinos, también el horror del genocidio ruandés…
Su trabajo concilia el mérito de encender belleza y al
tiempo documentar realidades humanas diversas (difíciles, atroces, estimulantes…)
con un extraño equilibrio de poesía, compasión y asombro. Eso sí, para alguien
humanista como él, el peaje para modelar estas miradas, por retratar esos
mundos, ha sido bastante elevado. “Mi alma llegó a enfermar” afirma tras el
relatar el horror que captó (y vivió) durante el conflicto ruandés.
Dos frases condensan la esencia de su mirada. “el hombre es
un animal feroz”. “No es un problema de catástrofe natural el nuestro, sino de
reparto de riqueza”. Para regenerar su fe en el género humano, se embarcó en un
inspirador proyecto, que tuve la suerte de contemplar este verano en Tenerife.
Este muestrario de fotos devela la fuerza y diversidad
ecológica, animal y antropológica que todavía contiene nuestro planeta. Una
riqueza que conecta con dos de los momentos más sobresalientes de la historia:
la lentitud conectada de los pueblos andinos y la dureza adaptativa de los ‘cowboys
siberianos’.
En suma, me gusta esta historia porque sintetiza la belleza
de las imágenes de Salgado con su peripecia biográfica y la realidad a menudo
adversa de los mundos que estamos desarrollando. (No me puedo quitar de la
emoción las imágenes de las minas de oro brasileñas con las que despega el
documental).
Las pegas: Wenders compone una oda en toda regla al amigo
brasileño. El autor (y da la sensación que la persona) merecen la admiración
pero a veces se echa de menos algo más de sutileza y de contención (menos énfasis)
en la narración y los rotulados. Menos es más…
Cuándo verla. Por
la tarde. Cuando estés pleno de energía y atención. De lo contrario, corres el
riesgo de entrar en semisueño con este trípitico de belleza-pesadilla-canto a
la esperanza. Procura verla en momentos de vigilia atenta, ya que la historia te
conmoverá te destruirá y construirá a un tiempo…Con un estimulante mensaje de unidad
con la naturaleza como epilogo esperanzador.
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