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domingo, junio 02, 2024

La decimoquinta Copa de Europa del Real Madrid

 Oficio en ganar. 

La paciencia y alta fe. 

Vuelo de confiar. 


Aguanta asedios. 

Elabora jugadas. 

!Vini y Carva, gol!



lunes, junio 19, 2023

Primera UEFA Nations League para España

 Paciente en toques. 

Macerar la jugada. 

Y resolverse. 







Fuente de imagen: El Español 

lunes, julio 12, 2021

Italia, campeona de Europa

 Versatilidad.

Cuida fe en la adversidad.

Y divertirse. 





Fuente de foto: El Confidencial 

lunes, noviembre 29, 2010

Guardiola, Mourinho, la elegancia



Corren tiempos abundantes en controversias en el fútbol español. La crisis ha acentuado el dualismo de nuestro fútbol en las simpatías y fobias que despiertan nuestros trasatlánticos: Real Madrid y Barcelona. A estas alturas de curso, podemos consignar lo siguiente: el Barça ganó la Supercopa española tras una buena remontada al Sevilla. A partir de ahí confluyen las trayectorias estos dos equipos: ambos están en octavos de la Copa del Rey y ambos navegan también plácidamente en la Champions, donde lideran sus respectivos grupos. El Madrid gobierna el grupo G con cinco puntos más que el Milán, segundo clasificado. Por su parte, el Barcelona encabeza el grupo D con cuatro puntos más que el Copenhague. En la liga, ya sabéis, la cosa está muy igualada: el Real tiene el mando con sólo un punto más que el Barça (32 por 31) cuando se han disputado 12 jornadas.

Llevo algunos días pensando en el proceder de los timoneles de los clubes que más facturan de nuestro fútbol: Pep Guardiola y José Mourinho. Temía caer en la repetición de lo ya escuchado, cuando me guió una vieja amiga oriental. “Lo que buscas está en la dualidad del Yin Yang”. Me hice el escéptico, pero a la mañana siguiente había dejado un manuscrito encima de la mesa de la cocina y no pude evitar leerlo.

El yin yang es un concepto fundamentado en la dualidad de todo lo existente en el universo según la filosofía oriental. Hasta ahí, conforme. El Real Madrid es el orgullo competitivo, el mestizaje de estilos, la búsqueda permanente de la excelencia, un equipo cuya enorme historia hace pensar “nunca es suficiente” a sus miembros y aficionados. El Fútbol Club Barcelona es la estética hecha eficacia, la apuesta por un fútbol coral a través de un modelo definido que se interpreta desde la infancia a la madurez, una manera generosa y solidaria de estar en el campo y en la vida; en el caso del club blaugrana su historia funciona como una precaución: “no acabo de creérmelo”.

Esta teoría oriental describe las dos fuerzas fundamentales aparentemente opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. En todo se sigue este patrón: luz/oscuridad, sonido/silencio, calor/frío, movimiento/quietud, vida/muerte, mente/cuerpo, masculino/femenino…De acuerdo, esta división contiene una cierta carga machista. No hace falta ser un lumbrera para advertirlo. Tampoco para suponer que fue formulada por un hombre con…Digamos poco contacto con el universo femenino.

Por de pronto, diré que para mi la luz, el sonido, el calor, el movimiento o la vida son, por norma general, femeninas.

Volvamos a la teoría oficial. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. Vaya, parece que estén hablando del Barça: el grueso de sus jugadores (y jugones) son de la tierra o han sido amamantados en sus pechos desde que eran niños o adolescentes.

El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. Me froto los ojos. No puede ser. Parece que estén retratando al Madrid. A su fútbol vigoroso y vertical. En caso de duda, los jugadores blancos practican un juego directo y penetrante, cuya personificación descansa en Cristiano Ronaldo; siempre activo, siempre ambicioso. Vale, a veces también pasado de vueltas y sobreactuado. A veces. Pero como dirían nuestras abuelas: “más vale que sobre que no que falte”.

Según las ideas de yin y el yang, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. Cierto, el Madrid no podría existir sin el Barcelona. Su sentido práctico de la vida (del juego) no podría encontrar tanto sentido si enfrente no tuviera a un equipo de ideales románticos, empeñado en cultivar su singularidad a fuerza de un rara mezcla de geometría en el pase y excelencia a la hora de probar el regate o definir las jugadas.

En el caso de los castellanos, les acecha el peligro de caer en la vulgaridad de la dictadura del qué, ignorando la importancia del cómo. No todo en esta vida es el resultado. Sin belleza, no hay emoción. El riesgo para los catalanes es precisamente una indigestión de arte, la tendencia al barroquismo; entre ambos equipos encontramos una perfección absoluta que acostumbra a estar diluida entre iguales complementarios como estos.

Todos estos matices quedarán concretados en el partido de esta noche. Es el súper clásico con más ingredientes de la historia. Este Barça-Real Madrid aglutinará a tres cuartas partes de la selección que este verano conquistó el Campeonato del Mundo. Por no hablar de los dos últimos balones de oro: Messi y Ronaldo. Para colmo de expectación, ambos equipos proponen una fórmula de juego apetecible para la vista.

El Barça son los Beatles. Es Spilberg. Es Hitchcock. También un oso panda. Hablamos de un equipo diferente y al tiempo irresistiblemente popular. Es una colección de talentos que provocan admiración e histeria a escala planetaria. Son chicos buenos, con una escala de valores irreprochable: humildes, sensatos, solidarios y trabajadores. Su fútbol es yin: el balón fluye a ras de tierra y tienen una filarmónica de jugadas corales que causan tanta fascinación en el espectador neutral como problemas y desajustes en su adversario. Hay tres jugadores que me impresionan en este equipo:

Leo Messi. El talento total. Regatea como Maradona pero con más velocidad, pasa con la clase de Platini y define con la voracidad de Ronaldo (Nazario).

Andrés Iniesta: Mi preferido. Juega con el balón cosido a las botas, cualidad con la que ha cincelado algunas jugadas para la memoria colectiva. Esta temporada ha mejorado su instinto como cazador (cómo olvidar su gol a Holanda) y filtra fases con un toque imprevisible que pone de relieve su aura de jugador mágico.

Xavi Hernández: El metrónomo. Un tratado andante de dirección en la medular. Lo ordena todo con un pase y, cuando llega el momento, tiene el don de la concreción, tanto para dar una asistencia definitiva como para definir cara a la portería contraria.

También es importante aclarar que el Barça no es sólo Yin. También tiene su parte yang (actividad, penetración), concretada en gente como Puyol, Piqué y Busquets. Si sólo tengo que mencionar a uno, me quedo con Piqué: ferreo y determinado jugando, bravucón y espontáneo cuando habla. Imagino que no le hará mucha ilusión escucharlo, pero por su forma de ser (y estar) podría encajar perfectamente en el Madrid actual (para ser justos, el tipo, como jugador, sería un regalo para cualquier equipo).

El Madrid es un tigre. Es fiero. Voraz. Pragmático. Gamberro. Muchas veces ajeno a las sutilezas. Un club totalizador en el que no importa de donde vengas ni de tu ideario. Lo importante es que apliques tu personalidad (y, más importante, eficacia) de acuerdo a un crisol de estilos. Puede que no gustes a todo el mundo, pero cuando gustas, gustas más que la media. Pensad en Di Stefano (cuando alguien dice que era mejor que Pelé, lo afirma con convicción), pensad en Puskas, pensad en Gento, pensad en Juanito, pensad en Santillana, pensad en Butragueño, pensad en Michel, pensad en Guti, pensad en Raúl…

El Madrid son los Rolling. Es Pulp Fiction. Es Marlon Brando. También Vargas Llosa. El Madrid es una leyenda que necesita alimentarse sin descanso, por eso es tan imposible cuajar un sólo método en su cantera, en el primer equipo y en el corazón de los aficionados. El Madrid es mestizo. El Madrid no descansa. Lo quiere todo. Y lo quiere ya.

El Real (me gusta como llaman al equipo los periodistas italianos, denota respeto y admiración) tiene una selección mundial de talentos que han crecido en su marco, amparados por la exigencia de ser siempre número uno. El equipo actual tiene un punto macarra que acentúa la clásica chulería merengue, personificado en Cristiano Ronaldo, un atleta que hace de la excelencia una obsesión. Ganar y ganar y deslumbrar y volver a ganar.

Soy el mejor y te lo voy a demostrar en la cara. Zas. Creatividad. Barroquismo. Concreción. Violencia en el disparo. Gol. Montañas de dinero y deseo distinguen a ese leopardo blanco, tan hijo de este tiempo como plástico en su manera de jugar, tan admirablemente ambicioso como antipático por su egocentrismo.

Este Madrid es un vivero de soluciones. Puede jugar al primer toque como el Barça. O coger el cuchillo con los dientes e inyectar veneno a la contra, a la manera del Atlético de todos los tiempos o del común de los equipos italianos. Seguramente esa segunda versión sea la que veamos esta noche.

También tiene tres jugadores por a los que tengo una simpatía especial.

Iker Casillas: El colega que nunca falla. El novio perfecto. El tipo sensato al que desde el principio se veía que el destino lo había escogido para empresas importantes. Destino que ha cumplido con montañas de trabajo y humildad. Lo que más cautiva de este venteañero mostoleño es su naturalidad para digerir el éxito, siempre con ese punto de viejo anticipado con el que llena sus explicaciones de sentido común, generosidad y un liderazgo inclusivo. Ya adelanto que él es el ying del Madrid, perfectamente intercambiable por Guardiola, Iniesta o Xavi. Casillas es el principio femenino del Madrid, el ‘hombre tierra’ del equipo, el que le confiere la sensatez del aquí y el ahora.

Sergio Ramos: Ramos es una versión del siglo XXI de George Best. Pero en la retaguardia. ¿Quieres un lateral de largo alcance? Aquí está Ramos. ¿Un central de garantías? Pon ahí a Ramos. Es el talento en continua dispersión. También un hombre que simpatiza con la fiesta y con pocos pelos en la lengua. Un corazón salvaje. Pero con discursos de patricio romano. Y detalles brillantes en defensa y ataque. Así hasta que, de repente, comete fallos tontos. Eso sí, por encima de todo, un jugador que transmite sensación de facilidad y elegancia. Caballo loco será capital esta noche, seguro.

Xabi Alonso: El Don Draper de la medular blanca y la selección nacional. Elegante hasta decir fiable. Siempre a un toque. Es Guardiola y Schuster (juego raso, pases largos) fundidos en un solo jugador, cuya experiencia en Liverpool le mejoró en la faceta física y los fundamentos defensivos. Estamos hablando del ritmo y compás de este equipo, cuya serenidad para encajar las adversidades le convierte en líder que predica de obra.

No, sinceramente, no creo que sea casulaidad que mi elección de jugadores sea complementaria en una hipotética selección de talentos universales, el influjo del yin y el yang acaba impregnándolo todo...He dejado para el área de castigo de este artículo a los dos protagonistas del titular que funciona como puerta de entrada a estas líneas: José Mourinho y Pep Guardiola. Resumiré mi opinión sobre ambos a la manera de facebook.

José Mourinho.

Me gustan:
Sus métodos elaborados y concienzudos, donde cada detalle es importante. Su inteligencia para leer las virtudes de sus equipos y construir un método ex profeso para ellos. Sus ruedas de prensa, siempre jugosas en reflexiones. Su capacidad para conectar con sus jugadores y sacar lo mejor de ellos. (Algunas de) sus divertidas salidas de tono, donde se muestra irreverente y sincero. Su carácter perfeccionista y su palmarés. El trabajo que está haciendo con el Madrid, concretado en la mejoría en su gama de recursos que han experimentado jugadores como Di María y Marcelo.

No me gustan:
(Algunas de) sus chabacanas salidas de tono, como cuando fue a por Manolo Preciado, ejemplo de integridad y honradez en este negocio. Su falta de respeto al trabajo de otros colegas y a los árbitros. La manera en la que pone en el disparadero a algunos de sus jugadores. Para todos no funciona el mismo método y da la sensación de que, por ejemplo, está quemando a Canales. Su falta de elegancia en la victoria.

Josep Guardiola

Me gustan: Su discurso matizado y singular sobre los partidos y el fútbol en general. La manera en la que se pone en la diana cuando no le salen las cosas a su equipo. Su valentía para hacer propuestas sugerentes de juego y la cancha que da a los canteranos (también el modo en que mide los tempos de su integración en el primer equipo). Su humildad y su elegancia, especialmente cuando gana.

No me gustan: Sus sobreactuaciones para quejarse de los árbitros o para presumir de lucidez (no es de buena educación contar el dinero delante de los pobres). La manera en la que se ha prestado a ser filósofo de un banco…

Mi cómplice oriental acaba de pasarme una tarjeta con los principios que fundamentan la división de la vida entre el yin y el yan. Hay uno que me parece especialmente interesante para esta noche. Prometedor diría yo (no te extrañes, demasiado me estaba durando este traje de tipo ecuánime).

El yin y el yang se consumen y generan mutuamente. El yin y el yang forman un equilibrio dinámico: cuando uno aumenta, el otro disminuye. El desequilibrio no es sino algo circunstancial, ya que cuando uno crece en exceso fuerza al otro a concentrarse, lo que a la larga provoca una nueva transformación. Por ejemplo, el exceso de vapor en las nubes (yin) provoca la lluvia (yang).

Es decir, el exceso de excelencia blaugrana (yin), con la consecución de ocho títulos de máxima relevancia en la dos últimas temporadas ha provocado que el Madrid se haya reforzado fichando a los mejores jugadores del mercado en las dos últimas temporadas (Cristiano, Xabi Alonso, Di María, Ozil…) y el mejor entrenador que existe fuera del principado blaugrana, con lo que es fácil-lógico deducir que pronto empezara la lluvia de títulos blancos (yang).

Sólo me queda desear que esa transformación encuentre uno de sus primeros hitos esta noche. Disfruten del clásico…

lunes, julio 12, 2010

El sufrimiento, la euforia, los amigos y el misterio


Algunas noches merecen ser tatuadas en la memoria. Este domingo Iniesta hizo realidad una porción importante de nuestros sueños y marcó el gol que nos hace campeones del mundo. Es difícil explicar la cantidad de recuerdos que me venían a la memoria mientras contemplábamos el partido en casa de María&Antonio.

Recordé por ejemplo el mundial de México 86, el primero del que guardo conciencia. Evoqué la ilusión con la que ví junto a mi padre aquellos partidos. Los nervios y la expectación. Recuerdo a un pequeño con gafas y mucha ilusión, enfundado en una roja de la época. La vibración con la que vivimos el primer encuentro contra Brasil. El gol fantasma de Michel y la decepción por aquel gol de Sócrates. Luego vinieron las victorias contra Irlanda del Norte (ay esa manía de tropezarte, Zubi) y Argelia (por qué hoy día Calderé nos parece tan ajeno a nuestro tiempo, con su bigote de maquinista y el pelo desmadejado).

Después, el éxtasis contra Dinamarca, con el Buitre disfrazado de Romario. Y la decepción tamaño agujero negro contra Bélgica en los malditos penales (un abrazo Eze). De aquella época recuerdo con intensidad el sabor del pulpo a la gallega, los paseos por la playa de Bueu y el ritual de ir a comprar los Don Balón a una librería de Pontevedra. Estampas asociadas todas con mi padre, que me guiaba en la afición al fútbol y me hablaba de la prehistoria, cuando los jugadores competían como soldados y un tal Telmo Zarra nos puso en el mapa con su inolvidable gol a Inglaterra.

Juraría incluso que en alguna ocasión evocaba (frisando la parodia) la narración de aquel tanto de Zarra en la voz de Matías Prats padre. Por aquel tiempo mi padre tenía 11 años y soñaba fútbol con una gigantesca radio colectiva. Cuando ganamos ayer me acordé de él y me pareció si cabe más emocionante la dedicatoria de Iniesta al prematuramente fallecido Daniel Jarque. Como dice el gran Luis Martín, las personas mueren dos veces; una cuando se les para el corazón y otra cuando perdemos su memoria. Quizá por eso me gusta el fútbol, por cómo me conecta con mi pasado. También con mi presente.

El partido fue tenso, brusco, trabado. Con las dosis justas de emoción, alternativa y dramatismo. La épica corrió a cargo de ‘repartidor de caramelos’ Iniesta. La jugada es un guiño al buen gusto. Por eso este mediodía veíamos a algún guiri celebrando el triunfo español en Trafalgar Square como si fuera su propia selección. Porque esta España es el equivalente a lo que para nosotros fue la Holanda del 88, para nuestros padres el Brasil del 70 o para nuestros abuelos la Hungría del 58: un emblema del buen gusto. El equipo de los cracks. El grupo de los jugones que administran con elegancia y grandeza las lujosas posibilidades de su juego. La selección que enamora.

Podíamos hablar de la incompetencia del árbitro o de la agresividad de los jugadores holandeses, pero esa opción sería concederles un protagonismo que nos e ganaron en el terreno de juego. Por eso prefiero fijarme en los que para mi fueron los verdaderos protagonistas de la noche.

En primer lugar, mencionaré a nuestra selección. Por la belleza de su estilo y el compromiso que han demostrado sus jugadores. Por el magnetismo de su juego y la calidad de sus relaciones humanas en un entorno laboral que rebosa presión. Por suerte, este grupo nunca ha perdido de perspectiva la verdadera naturaleza del fútbol: un juego.

Señalaré su función espejo social: esto sale mejor si nos asociamos y potenciamos las virtudes de cada uno, aparcando los egos, al menos mientras trabajemos. También su cualidad como modelo social, ya que sus actitudes y sus discursos entrelazan valores como compromiso, humildad, paciencia, serenidad, ética de trabajo, persistencia y confianza. Autoconfianza. Difícil no sentirse identificado con ese eje positivo.

También merece la pena poner la lupa en algunos nombres propios. A la cabeza de todos, Vicente del Bosque. El hijo del ferroviario republicano ha ofrecido una lección continua de sensatez, elegancia y serenidad. También de coherencia, virtud muy complicada de conjugar cuando tienes todos los focos fiscalizando tu trabajo. Aparte de por su liderazgo humano, Don Vicente merece admiración en este mundial por la buena lectura que ha hecho de los partidos. Por la elección del doble pivote, formado por Busquets y Xabi Alonso, que ha dado estructura, orden y equilibrio al equipo.

También acertó el día de Portugal con la inclusión de Llorente como referente ofensivo. Qué decir de la actuación de Pedrito en semifinales, la estrategia en el gol de Puyol contra los alemanes (casi le sale también ayer a Ramos) y el cambio a favor de Cesc en la final de ayer, cuando el chico de Arenys del Mar fue clave con su gran pase a Iniesta.

Si hablamos de jugadores, uno mencionaría los reflejos de superhéroe de Casillas, la consistencia de Puyol, la elegante salida de balón de Piqué y el afán indómito y aventurero de Ramos, si nos referimos a la retaguardia. En la medular, honor para el metrónomo Busquets, los cambios de orientación de juego de Xabi Alonso (¿quién se acuerda de Schuster?), el toque de Xavi y la clase de Inesta. Arriba, Villa ha afinado su puntería como pocas veces y cuando no le han salido las cosas ha demostrado que pertenece a una estirpe de mineros; incansable en la búsqueda de un halo de luz.

Me lo ha pasado teta viendo a esta selección. Ha habido gente crítica con el tono medio de nuestro juego. Pero son quejas de nuevos ricos. Viniendo de donde venimos, creo que podemos sentirnos muy orgullosos por la madurez competitiva de este grupo, con registros diversos para ser solventes en la mayor parte de las facetas del juego. El tanto de Iniesta, iniciado con un taconazo que seguramente despertó la nostalgia de Sócrates, fue una perfecta sincronía de velocidad, imaginación, talento y definición.

En casa de Chiki lo celebramos a lo grande (gracias por la generosidad, amigos), con abundancia de gritos y ‘bollos’ humanos. Aunque, para ser sincero, casi celebramos más el beso de Casillas a la señorita Carbonero. Grande Iker. Imagino que el maestro Montes se estaba deshuevando desde su cielo. “Jugoooooón”-, debió exclamar, “Damiel, Casillas pertenece al club de se dejaba llevar!” Así de predecibles somos los humanos. El juego siempre nos llama. Pero antes o después nos puede la vena sentimental.

Después, Luigi tuvo el detallazo de llevarme (con el estómago lleno de aquarius y medianoches, cortesía de mis generosos anfitriones) hasta las faldas de Alcalá. Allí me fundí en un gran abrazo con Javi Gayo primero y luego con Roy Keane, alias Davide, que ayer, una vez más, cantó las canciones alternatas a pleno pulmón, mientras besaba el escudo de la roja como si lo fueran a prohibir.

Ya dentro de una de las cuevas del lugar, nos asociamos con mis locos bajitos favoritos (Collan, alias ‘The Special One’ y Lerus) y la noche se convirtió en un espectáculo de copas, amistad, bromas y…Bailes con piel. Pero eso, amigos, ya lo contaremos otro día con la incitación que merece la aventura.

Viva España. Viva la madre que te parió. Estamos en el cielo. Riesgo y altura, gracias por poneros de nuestra parte esta vez. Os perdonamos las viejas afrentas del destino. Vamos carajo. Vivan las gargantas gastadas. Honor a la Hispania del XXI.

lunes, junio 28, 2010

Guapo y misterioso


Es guapo y misterioso,
como son los hombres que nos gustan, dijo la
presidenta.

Vive brevemente en su familia.
Le gusta descubrir talento.
Quizá sea lo más emocionante.

“Me doy cuenta: no necesito saber tanto.
Hay que hacer lo que
lo que da tranquilidad”.

“Si no disfrutamos el recorrido,
la llegada no produce placer.

Se debe saber qué es lo que no
(sientes)”.

Enfrente,
montaña desencantos:

sospecha
abuso
controlar
impedir
diferencias
terremoto.

“No soy un apasionado del conocimiento.
Soy un apasionado”.

Arturo Fontaine retrató a Marcelo Bielsa con exquisitez. Leyéndolo, me di cuenta de que el fútbol encuentra jugadas también para sus protagonistas. Las musas hicieron el resto. Para los más curiosos, aquí tenéis el texto original.

El poema está dedicado a todas las mujeres que no aman el fútbol…

martes, febrero 02, 2010

La importancia de la belleza


Este fin de semana la España que adora el fútbol se inspiró. Situémonos: corría el minuto 40 del partido Deportivo de la Coruña-Real Madrid. Ganaban los blancos, cortesía de Granero, que puso por delante a los suyos gracias a un certero testarazo.

Pero no había nada claro. El Madrid llevaba una juventud (desde 1991) sin ganar al equipo gallego y el partido tenía voltaje en las dos orillas. En este ambiente, coge el balón Kaká, ese talento brasileño en tiempos de tribulación, y perfila el pase para Guti. El mediocampista blanco mete la directa y se planta delante de Aranzubía, junto al arquero, aguarda también un defensa blanquiazul. Todo está preparado para el impacto. Un disparo a esa distancia puede ser letal. Sólo la velocidad de reacción del portero vasco puede evitar el desastre.

Guti arma la pierna y…Pum. Qué elegante, dijo en el instante un buen amigo. Todo sucedió muy rápido. El tiro se convirtió en un pase imprevisible por obra y gracia de un treintañero enfadado con el mundo, que a última hora decidió pasar a su compañero, al que había visto con el rabillo del ojo. Lo hizo con un taconazo que surgió como un resplandor de belleza. Pura inspiración. Benzema entró en escena como un búfalo de mercancías, convencido de que ese balón iba a besar las mallas. Y lo hizo. Gol. El delantero francés, con pinta de boxeador de los años treinta, no se lo acaba de creer. Nosotros tampoco.

Imagino que ya habrán visto la jugada con una frecuencia cercana al infinito. Y, sin embargo, dudo que se hayan cansado de mirarla. Una genialidad de un tipo que no sabe vivir en el término medio. Y que gracias a dos o tres acciones así, ya tiene hueco en la memoria colectiva.

Para que nos vamos a engañar, a mi Guti no me cae especialmente bien. En muchas ocasiones, lo he detestado. Por su comportamiento, por la falta de él para ser exactos. La ausencia de actitud de este chico ha encendido a miles de aficionados blancos durante los dos últimos decenios. Tampoco se trata de convertir estas líneas en una diatriba contra él. Simplemente, Guti se dispersa. No es capaz de mantener la regularidad en un terreno de juego. Pero al tiempo, la mayoría, que tantas veces hemos abjurado de él, sentimos devoción por algunas facetas de su juego.

Guti (Madrid, 1976) es la elegancia hecha jugador. Coge la pelota en el centro del campo, cabeza erguida, ve el fútbol en tres dimensiones, y así, con elegancia y una facilidad desconocida, ajusta pases con la precisión de un relojero. El chico tiene pegada, en la temporada 2000-2001, sumó 14 goles, jugando como segunda punta, amparado en Del Bosque, que conoce bien a sus padres y al chico, a los que define como “luchadores”. Luchador de la noche, pensé al leer las declaraciones.

A Guti le gusta le fiesta. Y tiene alma de rockero. Entre sus amigos se cuentan los componentes de Pereza, Rubén y Leyva. Desde el principio, estuvo obsesionado con la imagen. Primero, cuando era un canterano lampiño, imitó la estética de Redondo. Luego, emuló los peinados imposibles de Beckham. Y ahora parece haber encontrado un estilo propio, con media melena y tatuajes parecidos a los del capitán de la selección inglesa, pero con la irreverencia en uno de los codos, una suerte de estrella insurgente.

La estrella improbable de un artista encerrado en un jugador de fútbol. Cuenta que la leyenda que cuando estaba desembarcando en el primer equipo, Guti se agarraba unas cogorzas de escándalo, hasta el punto de llegar a algún entrenamiento con los ojos inyectados en sangre y serias dificultades para atarse los cordones de las botas. Leyendas.

Pero está claro que la palabra indiferencia no existe en el diccionario de Guti. Un tipo que fue pieza clave en la conquista de la última liga conseguida por el Madrid (2007-2008), con Schuster como entrenador. Y que se ‘chinó’ en la celebración del título, porque a sus compañeros les dio por decir aquello de “Guti, Guti, maricón…”

Guti pide un respeto que no se ha sabido ganar en el terreno de juego: por su falta de continuidad en el rendimiento, por sus ‘idas de olla’ en partidos importantes, por su falta de disciplina en los entrenamientos y la relación con los entrenadores. Cuando éstos le ponían en apuros, a veces daba la sensación de borrarse. Cuando éstos le cuidaban y mimaban, acaba faltándoles al respeto. Verbigracia: los insultos que al parecer dedicó a Pellegrini el día del ‘alcorconazo’. Ni tampoco fuera de él, como cuando de cuando riega sus entrevistas o ruedas de prensa con alguna salida de tono.

Pero hay otro Guti con el que poder conectar. Simpatizo con algunos rasgos de su personalidad. Por ejemplo, cuando convierte su rebeldía en rebeldía con causa y defiende a un compañero postergado o injustamente machado. Admiro al Guti que escribió una vez en un periódico y analizaba los partidos con criterio y pasión por un ideario de juego ofensivo.

Cómo no simpatizar con el Guti solidario, que se implica con varias ONGs. El chico algo torpe en el terreno emocional, que simplemente quieren que le quieran. Al galvanizador del juego, que hace de la excelencia una exigencia y que tiene talento para jugar casi siempre al primer toque. Respeto para el deportista que después de todo no se ha descuidado tanto y que ahora está más fuerte que cuando empezó en este negocio.

El Guti que hace profeta del buen juego y regatea con un amago del cuerpo. El privilegiado de la invención de pases que no caben en la imaginación de la gente. Hasta que él lo inventa. Guti tiene treinta y tres años, está maduro, enrabietado con el mundo, pero también con la serenidad del que ha aprendido unas cuantas lecciones.

El chico tiene un don: provocar belleza en algo de vocación anodina. Por eso lleva cinco días copando páginas en los diarios. Porque hace soñar despierta a la gente. Lo más probable es que la vuelva a cargar dentro de cuatro o cinco partidos. Ese también es parte de su magnetismo. El héroe más poeta y más imperfecto.

Ojalá me equivoque. Ojalá, por una vez, la poesía llegue en primera persona al Mundial. Y deslumbre al planeta, aunque sea en la acción de un sólo partido. Aunque sea contra todo pronóstico en, por ejemplo, unas semifinales, con una acción que combine improvisación, elegancia y alegría instantánea en el momento más importante.

¿Por qué no pedirlo todo? Para eso juega José María Gutiérrez Hernández. Y, a estas alturas, también sabe que en el planeta fútbol hay espacio para conciliar belleza y resultados: el Barca de Guardiola. Lo consiga a o no, Guti Haz (así figura en su camiseta) ya sabe el aprecio por la belleza que siente la gente. En sus pies (y cabeza) está seguir inventando nuevas partituras de ejecución exquisita.

lunes, enero 18, 2010

George Best que estás en la memoria colectiva


Se supone que debería pasar página. Hablar de un nuevo tema, tras llevar unos cuantos días mirando a través de la misma ventana. Pero ya sabéis que bitácoras como ésta fueran pensadas (entre otras cosas) para mandar algunos convencionalismos al carajo. Así que donde hoy esperabais un poema, encontraréis un poco de la gestación de los versos que preceden a estas líneas. Lástima. Otro rasguño en la palabra misteriosas, pero no me negaréis que una obligación (algo desatendida aquí últimamente) de alguien que escribe es resultar de cuando en cuando impredecible.

George Best es un icono de su tiempo. Alguien cuyo legado trasciende generaciones y uno de esos pocos tipos que son mitológicos en vida. Ser mitológico implica que tu leyenda contiene unos cuantos relatos célebres; mejor si éstos te granjean fama como guerrero, artista y vividor.

No diremos que el tío Best fue una gran persona. El propio Georgie nos estamparía una jarra de cerveza en la cabeza por incurrir en esa falsedad. Pero sí estamos autorizados a hablar de un chico que desde pequeño logró casi todo lo que se propuso. Nacido y criado en Irlanda del Norte, con once años logró un viaje como premio a sus méritos académicos. Pero enseguida descartó los estudios y se centró en el deporte.

Al principio fue el rugby. Le cosían a hostias pero se lo pasaba en grande. En esa etapa se formó parte de su carácter como competidor: “Odio peder la pelota. Por eso, si me roban el balón, me lo tomo como algo personal. La pelota me pertenece. Y no tengo problema en bajar el culo hasta donde haga falta para recuperarlo. Se lo debo a los compañeros, a la gente que paga la entrada y a mí mismo”.

Este post existe porque no existe otra manera de expresar la admiración hacia este funambilista de las esquinas. Best debutó con diecisiete años en el Manchester United. Desde el primer momento, causó fascinación. Sus greñas rebeldes y esa fijación por dejar tumbados a los rivales cuando enfilaba el final del carril zurdo enloquecían a la gente. Había algo magnético en su manera de detener el tiempo, regatear y templar el centro. Todo ello no necesariamente en este orden. Además, era capaz de marcar gol desde casi cualquier posición del frente de ataque. Imprevisible.

Ese aura de jugador especial le acompañó durante el resto de su carrera profesional. Con los diablos rojos lo ganó prácticamente todo: 2 Premiers, 1 Copa de Europa y 1 Balón de Oro. 1968 fue su año. Su equipo le ganó al Benfica una ‘orejuda’ épica, en la que Best abrió la lata para los suyos en plena prórroga.

La acción fue marca de la casa: el extremo norirlandés cogió la pelota en medio del campo, diribló a un defensa luso, tomó ventaja gracias a su acción de pillo y cuando todo el mundo esperaba que fusilara al meta, lo regateó con limpieza y marcó. Gol. Su equipo ganó esa final por 4-1 pero todo podía haber sido distinto si ‘El Genio’ no hubiese entrado en escena. Para comprender la dimensión de este futbolista, basta con apuntar que Pelé lo consideraba el mejor jugador del mundo.

1968 fue su año. No es casualidad que durante esos 12 meses Kubrick alumbrara ‘2001: Una odisea en el espacio’. Tampoco que la Copa de Europa viniese acompañada de la consecución del Balón de Oro. El primer y hasta ahora único jugador irlandés distinguido con el galardón. A los 22 años, el tío Best se bañaba en la gloria de la adulación y el reconocimiento. Recibía 10.000 cartas diarias de admiradores.

También se le conocía como el Quinto Beatle. Algún tiempo antes de la final del 68, un tipo saltó al estadio de la Luz (el del Benfica) con un cuchillo en la mano. Simplemente, quería un mechón de su pelo.

Estatura media, moreno, desgarbado, los ojos verdes, la sonrisa de seductor…Las mujeres la adoraban. Y él no hacía nada para decepcionarlas. Pronto, sus conquistas femeninas y sus borracheras ganaron la batalla a sus gestas deportivas en los tabloides.

Su hermana, el día de su funeral (murió en 2005, a los 59 años, duró cuatro años más que su madre, que también falleció como consecuencia de sus excesos etílicos), armó un discurso emocionante, en el que hablaba de un chico tremendamente divertido, que se lo hacía pasar en grande con sus bromas cuando simplemente era un chico de quince, dieciséis años.

Ella se aferraba a los buenos recuerdos de un chico sensible, que escapó de la primera vez que le llevaron a la escuela del United, que prefería a su familia. Y que cuando era una celebridad y entraba en una taberna británica, simplemente “no sabía decir no”; la gente que siempre estaba dispuesta a invitarle a un trago.

Sea como fuere el tío Best rebosaba ingenio cuando se ponía a definir la realidad. Y, sobre todo, cuando se ponía a explicarse a sí mismo. Algunas de sus frases hablan por sí solas: “Gasté mucho dinero en licor, mujeres y coches. El resto lo despilfarré”.

“Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me he acostado con siete Miss Mundo, pero sólo han sido tres”. “Nunca salía por la mañana con la intención de emborracharme. Sólo sucedía”.

Supongo que para completar el cuadro (me duele) también hay que incluir estas dos frases. Primero, una de su mujer: “cuando está borracho George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”. Y por último, del propio Best, hablando a propósito del día en que intentó suicidarse: “En cierto modo, Angie me salvó y, probablemente, lo lamentará el resto de su vida”.

Pero no quiero cerrar este cuadro así. No es justo. Best hizo feliz a mucha gente en vida. Es fácil imaginarle viviendo hoy día como un chico anónimo en Madrid. Es probable que en su nueva vida una lesión de rodilla haya fastidiado su carrera como genio del fútbol. A cambio, Best anónimo habrá aprendido de sus errores, habrá estudiado una carrera de bien (quizá Económicas, tal vez Empresariales). Se emborrachará, pero sólo los fines de semana, nadará a menudo y se habrá convertido (qué raro) en un fanático de la música y las películas de los 60.

Todo parecerá normal en él, anodino incluso. Hasta que sonría. En ese momento, sus patillas y su peinado desvencijado centrarán su atención en la rubia que aguarda a su amiga en el fondo de la barra. Y entonces todo será posible.

Algo así pensaba la gente que entresemana curraba en las factorías de Rolls Royce o Kellogs de Manchester con el anhelo de que llegara el fin de semana, repitiendo mentalmente algunas de sus filigranas al borde del área.

Unos destellos de poesía que hacían que la semana fuera más llevadera. Agradable. Esa misma palabra debió emplear la chica que le estaba esperando a la salida de aquel lejano partido sesentero, con un álbum de cromos en una mano y una pinta de cerveza en la otra. Pero ésa ya es una historia, una que quizá podáis vivir vosotros mismos…

jueves, enero 14, 2010

Algo elegante en tu ocaso


El ídolo conduce
(también la pelota).

Tumba rivales
(también las nenas).

Su sinfonía habla de la muerte
(mientras la esquiva,
perfila resplandores).

Gol.

Marabunta en la grada.
No recuerdos en los bares.
Electricidad en las venas.

George Best que bebes en este mundo,
hubo un tiempo en que
silenciabas el teatro de los sueños.

Y, reconócelo,
en ninguna de tus pesadillas podían
robarte la pelota.

Y, reconócelo,
en ninguna de tus pesadillas pueden
robarte la irreverencia.

Reconócelo amigo,
en ninguna de tus pesadillas naufragan
los viejos chistes para la diosa.

jueves, agosto 30, 2007

El corazón embarrado


Las ocho de la noche. Es invierno y apenas quedan un par de amigos con los que regatear a las sombras. Ríen mientras el padre de uno de ellos espera pacientemente para volver a casa, donde su mujer, la mamá, ha preparado un pollo asado con la guarnición más rica que uno recuerda. No es muy difícil imaginarlos después, bromeando, mientras inconscientemente uno de ellos, o los dos, proyectan la arquitectura de jugada perfecta por banda izquierda.

Ya de mayor, los pocos partidos que lo vi me dejaron la sensación de un tío con mucha clase. Que se iba fácil por la banda. Con potencia y valentía. Por lo que me han contado, de un día para otro pegó un estirón en su juego. Algo parecido ocurre en el camino hacia la madurez. Te pasas la vida pegándote cabezazos contra algunas limitaciones y de repente las superas y eres un tío un poco más feliz.
Y el chico pasó a ser muy importante. Debutó en el Sevilla sin los veinte. Y llegó a estrenar la roja. Uno de los grandes de este negocio, el señor Caparros, le dijo que si no perdía la actitud sería titular en la selección. Y actitud no le faltaba. “Hasta para saludar al último mono de la ciudad deportiva”, como señala uno de sus padres deportivos. Era uno de sus tíos que no se deja arrancar la piel de la normalidad.

Los que le conocieron hablan de un tío simpático, propenso a la broma. A mi me ganó cuando recordó a su abuelo (que había muerto casi catorce años atrás y era sevillista irredento) con nostalgia, con la pena de quien quiere ofrecerle un triunfo, un homenaje a alguien a que guardas infinito cariño ya no está aquí. Me resultó familiar.

Tenía 22 años y estaba saliendo (gracias, Silvia) con una chica que casi le doblaba la edad, con dos nenas. Le quedaba un mes para ser padre. Es una de las cosas que me admiran de los deportistas de élite. O padres precoces. O mujeriegos, por no decir puteros, impenitentes. No conocen el termino medio. Tanta adrenalina exige el caos o el universo ordenado.

Siempre que le preguntaba al tío Fran por Navas, el me la devolvía con la misma frase: “Puerta, Pete, el bueno es Puerta”. No era una respuesta lanzada al tun tún. El señor de los excesos se traga con cuchara casi todos los partidos, oficiales o no, de los de blanco. El si que es sevillista hasta la muerte. Uno de los peores días llegó con el descenso de su equipo a la segunda división. Así que no es muy difícil de imaginar cuales han sido algunos de los más felices.

Estos días me he acordado de la frase que en alguna noche de la prehistoria me confío Comendatore: “Los mejores siempre son los primeros en irse”.

Su tragedia ha sido en cierto modo la nuestra. Nos ha recordado la fragilidad de nuestros sueños. O, mejor, de nuestra estructura. Porque su alma, desde ahí arriba, ya está generando algunas buenas noticias. Como hermanamientos insospechados. O una mejora de la conciencia (y los medios en la lucha contra la fatiga del corazón).

El mejor epitafio para su vida lo dejó el otro día David Belenguer, el capitán del Getafe: “Si yo tuviera un hijo y se me muriera con su edad, me gustaría que hubiera conseguido, y viviera con la intensidad, con la que lo ha hecho él”.

Descanse en paz, Antonio Puerta.