La música sonaba en el coche y eso le llevó la tristeza sin tiempo para preguntar. Es un sentimiento. Algo se suspende en tu estado de ánimo y parece que los músculos se van a convertir en natillas. Es extraño. Pero se alegró de entristecerse. Se alegró de tener tiempo y serenidad para saber que aquella melancolía no sería definitiva. Su vida era una existencia insólita pasada al ritmo de una pantalla gigante. Creció en un bosque de Menorca, en un ambiente de caras cerradas, mucha tierra roja y el cariño de los abuelos. Lo que en aquel tiempo equivalía a un tazón de leche caliente. Con su imaginación era capaz de ser protagonista de cualquier escena. Esta tarde, lechero. Antes, salvaba vidas en algún poblado de Siberia. Mañana le robaría la timidez a la primera camarera que le sonriera. Quemó las hojas del calendario y se descubrió dejándose llevar con la amiga de su prima. La más triste. También la más interesante, con un cuerpo de efigie y la cara de una belleza tan evidente que se notaba en sus ojos, en estado de alerta. Se dejaba llevar. Y empleaba sus manos con una diligencia que inventó nuevos acercamientos.
Aunque aquella tarde los dos estaban envueltos en un estado de vergüenza y adoración. Son cosas que pasan después de moverte como un animal complaciente. Animal y complaciente. A veces era de esa especie. Y otras prefería esconderse en sus pensamientos, a ratos de cansancio hacia el mundo, a veces conmovido por las cosas pequeñas. Por eso aquella canción de Dylan le había convertido en un ser de luz y deseo. Estás muy cerca. Se concentró un poco y pudo sentir el tacto airado de su espalda. Nadie diría que habían pasado quince años. Delante de sí tenía una larga autopista, uno de sus mejores momentos de confianza y un puñado de sueños.
Aunque aquella tarde los dos estaban envueltos en un estado de vergüenza y adoración. Son cosas que pasan después de moverte como un animal complaciente. Animal y complaciente. A veces era de esa especie. Y otras prefería esconderse en sus pensamientos, a ratos de cansancio hacia el mundo, a veces conmovido por las cosas pequeñas. Por eso aquella canción de Dylan le había convertido en un ser de luz y deseo. Estás muy cerca. Se concentró un poco y pudo sentir el tacto airado de su espalda. Nadie diría que habían pasado quince años. Delante de sí tenía una larga autopista, uno de sus mejores momentos de confianza y un puñado de sueños.
2 comentarios:
Magnífico. Evocador y fantasioso. realista y envolvente. Quién pudiera pillar a esa jovencita isleña y compartir montañas de sueños que no por lejanos son inalcanzables!
Eugenius
Una belleza...
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