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domingo, junio 27, 2010

El espejo que no cesa (V 2.0)


Puñetazos de realidad. En este tiempo en el que vivo no hay época para la paciencia. No tienes ni la más mínima. Música. Espejo. Alma. Vamos a soplar todo lo que podamos. El palacio de la miseria está en nuestro piso. Tengo también latidos para chupar. Fiesta. No pararemos. Mi sonrisa, boinita, de oportunidades. Chorros de champagne. Ducha. Soplemos. Vamos. Vamos. No tienes ni idea. Ni idea. La piel, humeando. Ten tu dueño.

Delante de mí, una ciudad de mujeres solitarias. Demasiada rendición. Autoconciencia. El espejo me la devuelve multiplicada. Fama. Sellos en el cuello. Rabiosamente respirando. Saber quieres contigo. Saberlo. Te diré mejor quien no. No soy la calma en la que confiar. Tengo una tormenta que me cuida. Mordiscos en el cuello. El espejo me devuelve euforia. La sonrisa se curva de aceleración. Estoy altivo. Seré destructible.

No son las casas de adobe. Los vecinos sin hueco. Dormir. Me gusta el oleaje de estos descampados. La miseria bien adentro. Buen vuelo mediocridad. Inocencia en llamas. Me enferman los aullidos cercanos. El alma seca. Voy a ahogarme mientras escuchas todo. Lo voy a hacer sin pausa. Insurrecciones mentales. Inflamándonos los almuerzos. Desnudos. Soplando. Libre. Capturada. Pidiéndome de rodillas. Con olores. Temblando.

Pero esta noche. Esta noche vamos a podernos todo. Rasgaremos. Jamás en la paz. Caras saladas. Discursos invisibles. Voy a agradarles. Almas tocadas. Parezco confiado. Compongo desafíos. Bailo. Escupo. Nunca en mi almohada. Este cosmos de, placer. Pon. Sopla. La gente guapa. Eres de barrio. Soy de cerca. Me estremeces. Será una afirmación. Entretanto, bebernos vamos. Lento pero en el destino. Dame espejo.

Rehenes de esta noche. No necesitamos dudas. Vamos a hacernos un espectáculo de negación. Sólo para nosotros. Te engañaré. Pero con elegancia. Siempre. Te prometo mi cinismo. Te lo prometo. La imagen me devuelve a un triunfador. El espejo me vacía. Me aterra. Me esencia. Me desfigura. Somos de cine. Nuestra decadencia es un espectáculo. Te estremeces. Me estremezco. Sin parar. Estremecernos. Todo. Ya.

(Dorian Grey está bailando enfrente)

domingo, abril 25, 2010

Macetas hirviendo


El piso es una fiesta. Mujer pop entra con elegancia. Sus mejillas como de fantasía. Búsquedas enciende preguntas. Y el cielo siente un leve escalofrío. Noche de verdes.

Dispersión de sonidos. Concentración de miradas. Rodillas bailando con las manos.
La risa y sus aullidos. Bebidas inflan nuestra complicidad. Amigas alegres arden.

El cine, multiplicados momentos. Sentido común y un chispazo de lirismo. Dibujos de una tierra sin pronunciar. Ironía. Saludos. Sándwiches hechos. Con las manos.

Ríe a destiempo y habla como perfecta. El ascensor de los licores. Y no parar de sentimientos. Labios ensayando. Filarmónica de flores. Dice demorándose. Despiertos.

lunes, febrero 08, 2010

Pensamientos


Dicen que los deportistas rinden menos cuando piensan más de la cuenta. Estúpidos teóricos. Es la clase de pensamientos que tengas. Yo los tengo de todas las texturas. Pero lo que de verdad importa es los pensamientos que repites. En mi piscina, en un sitio que conocerás como Baltimore, cuelga un pensamiento que me gusta sentir parte a parte: “No es cada cuatro años, es cada día”.
Masticarlo multiplicando posibilidades.

Encojo el frío, abro los músculos, dejo que la respiración me vitalice y recuerdo el mar. No me importa el oleaje. No me importan las expectativas que los demás tengan en mí. Trato de fundirme con el movimiento. Respiro mejor en el agua. Gracias a ese acero, mis músculos actúan y no necesito implorar cada respiración. Fluyo. Movimiento.

Disparo mi conciencia, dejo hacer al agua. Escojo algunas blasfemias. Me concentro en mi rabia. La dosifico brazada a brazada. Libero mis demonios y me permito salvarlos para que me guíen en la competición. El dolor te hará perder el control. El dolor te enseñará el camino. Persigo mis límites. Y disfruto con el reconocimiento de la gente.

La curiosidad es mi motor. El pasado, la gasolina. El futuro, mi pregunta. Esta vida. Y no necesito indulgencia. Pero mejor mucho mejor tu atención. La vuestra. Quizá por eso pongo en peligro mis branquias, por el sabor de entrar en una nueva conciencia. Saludo al público. Mejor con música. No sé que hay en el camino. Pero fluyo. Movimiento.

jueves, diciembre 24, 2009

Feliz Navidad


Navidad era la estrella más brillante de su generación. Era guapa, también talentosa, tenía buena dicción y una irresistible manera de hacerse interesante. Sus silencios valían más que decenas de cajas de palabras. Tenía un traje rojo que enloquecía a cualquiera que tuviera la suerte de coincidir con ella en un salón.

El problema para Navidad era su facilidad con el gin tonic. Todo resultaba fácil. Incontenible. Pero Navidad escupía tristeza. Lo hacía a solas. En la buhardilla que tan pocos conocían. Lo único que a veces la salvaba era algún libro de arte, cuando no existían los libros de arte; le bastaba con su memoria relámpago.

Todo cambió para Navidad cuando hizo una visita a Palestina. Había muerte en cada recuerdo y los hombres miraban con un sentimiento de injusticia que profundizaba en las entrañas. Navidad quedó impactada. Tanto que detuvo su frenética cadena de visitas. Navidad miraba al firmamento y no recordaba nada parecido.

Quiso hermanarse con ese pueblo. Sintió frío. Mucho frío. Paso hambre. Pero esa gente se desvivió por darle dos comidas calientes en cada día que pasó con ellos. Miraba el firmamento y algo le dijo este es tu sitio. Al octavo día, conoció a un recién nacido. Le llamaban Jesús, o lo que es lo mismo: el que ha venido a sufrir.

El pequeño tenía algo muy parecido a la misericordia en los ojos y se dejaba custodiar por dos perros (famélicos) que le daban calor. Un milagro contra todo pronóstico. Los ojos de Navidad dejaron salir dos lágrimas de emoción, ella que había sido bautizada como la reina del distanciamiento en su mundo.

Escuchó su corazón y supo que era su sitio. Acompañó a la familia del pequeño durante dos meses y se comprometió con ellos. Les prometió que jamás le faltaría nada a su pequeño. Ni dinero para su educación, ni ayudas para mejorar las condiciones de vida de la comunidad que tan cariñosamente les había acogido durante ese tiempo. Os parecerá una historia dulce. Pero la vida a veces es un poco de calor.

Así que si me preguntas por mi estrella favorita: te señalo Navidad, la estrella que supo seguir su instinto cuando los de ahí arriba le pidieron un cable para inspirar al mundo.

(Para nuestra gente. Para los lectores de Misteriosas, con un árbol de gratitud por estar ahí. Para los que tienen calor estos días, para que lo conserven. Y para los que sufren estas fechas, para que encuentren lo que necesitan, aunque sean amparos que este occidental no acierta ahora a imaginar. Feliz día gente.)

lunes, julio 13, 2009

Violencia, deseo y melancolía


En algún trastero emocional del siglo pasado surgió este baile con vocación de mirada. La chica se deja llevar, al menos eso piensa el gaucho. Ella es bellísima, con esa dulzura impactante de quien conoce la mayoría de los secretos de la piel. Él no se permite una décima de duda. Cada uno de los movimientos transmite vigor, dramatismo y una forma salvaje de tristeza.

Varios de ellos desfilan ante mi imaginación. Puede que estemos en domingo y el calor gobierne cada uno de nuestros pensamientos. Los pasos, frenéticos y ordenados, producen la hipnosis. El teatro está semivacío pero la gente contiene la respiración. El gaucho jefe no. Chorrea de sudor. Transmite elegancia pero también rigidez. Como en el escenario original.

Morena pómulos frunce la mirada y cubre de elegancia sus abandonos. Sus piernas son una coreografía al borde del límite. El límite de la seducción. Pero también del descontrol. Con esos materiales, Mauro hizo de sus visitas al quilombo una necesidad durante medio año del 69.

Hablamos del XIX. Mujeres que demoraban la danza, con una mezcla de fatalismo, deseo y desgana que todavía hoy transfiere su adictiva perdición a los anhelantes madrileños de otra desvencijada generación de sobrevivientes.

miércoles, febrero 18, 2009

Una noche con dos talentosos


Será este jueves, día 19 según el postromanus calendar. Justo en el momento en que el río marque las 20.30 en su melancolía de agua cansada. En ese momento, dentro de una gruta llamada OxígenoLíquido saldrán a escena tres personas con aspecto de asombrados.

Enfrente de ellos, habrá alguien. Quizá no muchos. Quizá curiosos. Posiblemente, habrán llegado a través de un dragón metálico que les dejó en una estación de paso para comer alfalfa (los dragones del siglo XXI buscan meterse en el menor número de problemas posibles). La estación se conoce como Noviciado. Una vez allí, evocaron a los románticos del XIX para acabar en la gruta, que emerge en una calle llamada Pez, número 40.

Uno de los desconocidos tiene 17 años. Es espigado y sus ojos lo conocen casi todo con un par de segundos de anticipación. Las chicas africanas lo adoran por su sentido del ritmo. Y de la pausa. En el lugar del que él viene, lo conocen como el Leo Messi de los versos.

El otro de los desconocidos suma medio siglo y parece un estudiante a punto de comerse la noche. Por suerte, hace ya tiempo que lo hizo (el mundo) y ahora se conforma con llenar la imaginación de los desconocidos con palabras medio ignotas que cubren de sugerencia los cuellos de las asistentes. Por si fuera poco, el hombre es exceso en la generosidad.

El tercer diletante sonríe con la alegría de un pescador. Le encanta cambiar cromos estelares con sus amigas las buscadoras. Como ellas, busca sencillas (palabras) para un mundo desafiante y cálido, dependiendo del momento y el recuerdo. También disfruta del instante. Sobre todo, de la suerte de que el río les haya prestado su celebración para montar esta fiesta.

jueves, noviembre 06, 2008

El sabor de las primeras veces


La ciudad empieza a vestirse, como si el verano hubiese sido una noche de piscina y borrachera. Demasiado fugaz, dijo ella. El caso es que los viejos amigos nos hemos reunido para celebrar nuestra amistad y todas las buenas cosas que nos han sucedido. Y las que todavía nos quedan por estrenar. Hemos escogido un bar con nombre de broma portuguesa, el de las miles de anécdotas, porque algo dentro de él nos recuerda nuestro viaje hasta ahora.

Un sitio que durante un decenio nos acogió sin preguntar, mientras nos inflábamos a vinos gallegos y risas, mientras coreábamos consignas de colegio, del fútbol pero también disparatadas ocurrencias propias.
(17-0, 17-0, 17-0, kivi follador, kivi follador, ero, ero, más cojones que el caballo…Y así, ¿quién no ha franqueado alguna vez un seto a la luz de sus propios disparates?)
El lugar donde sedujimos (o por lo menos le intentamos).
Todavía recuerdo cuando ella me lo repitió, ¿jugamos?. Y creéme la mayoría de las estaciones pueden ser una rutina, a veces hasta gratificante, ejercicios de equilibrios.
Lo que me importa es que estoy viendo a mi gente bromear como si lo fuesen a prohibir. Relajados y divertidos como nunca lo estuvimos. De vuelta del qué dirán. Con un inesperado equipaje de dos camisas bien planchadas, un poco de perfume y un puñado interesante de buenos recuerdos.
También con el señor Manolo, alias Bekembauer, dando gracias al cielo por estos muchachos del carajo que le están salvando el negocio mientras aparenta hacer cuentas que sólo existen en su recuerdo. Y fotografiamos la alegría, también la inventiva (y puede que una copa rota) como si lo fuesen a pagar.
Le dimos la vuelta al desfiladero, cada uno supo mirar hacia delante cuando tocó hacerlo y ahora nos alegra hacer partícipes de nuestra fiesta al camarero, un recién llegado, que nos trata con simpatía. El caso es que miro enfrente y veo a un viejo cazador de finesas, tranquilo, complacido como el corredor de triatlones nocturnos que nunca dejará de ser. Al verle, recuerdo a Rafa Nadal y eso de “no me pidas que me ría, porque no es mi estilo, pero créeme estoy disfrutando de cada buena sensación que flota en el ambiente”. Nuestra pista de tenis tiene a un futuro marido portugués que ha ganado elegancia con los años y ha conservado su proverbial buen humor para encajar con deportividad los cánticos que celebran su habilidad para hacer puertas frías. Veo al chico de las consultoras, pensando rápido y hablándolas (las bromas) aún más, le veo contento, con su mujer inspectora y su incansable facilidad para sorprenderse de cualquier ingenio muchachesco. Me descojono con el primer padre de todos nosotros, sacando brillo a su carisma, escenificando su legendario ritmo para invitar a un baile a la noche (y no al revés).
Aquí a la lado, Palop abre brecha por el costado derecho mientras se fuma un puro, se emborracha y ríe como un adolescente tras haberse hecho hombre a fuerza de, coraje, volantazos sentimentales. También veo al viejo Roy, el primero que maduró de todos nosotros, que en estos últimos meses ha demostrado su buen juicio tirando al río su viejo hermetismo y demostrando por qué es conocido como el Auténtico, un tío que sabe sacarle el sí a casi cada momento del viaje. También celebro al tío más agradecido de esta región, el chico con el don de la risa, ese hombre con alma de angelito de Rafael que levanta la copa de sangría como quien se deja nacer. Todos juntos estamos dejándonos flirtear por esas chicas del paraíso de Miami, con tías de competi que diría Consultor, a salvo por lo menos durante unos meses de los huracanes de la vida.
Veo a un poeta sencillamente feliz, celebrando el talento de sus amigos. Imitando a sus hermanos del núcleo fundacional mientras festeja su destreza para ofrecernos un relato.

La noche fluye, loco. Y nos paran los taxistas. Y ahora entrar en la vieja prohibitiva discoteca es muy parecido a calzarse los calcetines. Y Carismático nos enseña un álbum del futuro, con un peque que nos sonríe entre divertido y asombrado. Casi se desploman un par de rubias de al lado. Los músculos se estrenan y el perfume de magnéticas y aceleradas extranjeras se nos mezclan con los brebajes mágicos. Cada uno de nosotros encuentra su ritmo en una pista para la que aparentemente nunca nacimos. Mitos. Tú vales cuanta complicidad seas capaz de sintonizar. Y creedme, puede que tengamos algunas carencias, pero la simpatía está de nuestro lado. La simpatía de los chicos asombrados que han aprendido a hacer las cosas con pasión.

Por eso no me extraño cuando veo a Palop moviendo las manos enguantadas, seduciendo a una chica del sur. A su lado, cara de angelito, manotea en la nube de ron, How can I explain…Y su templado molinillo de manos pone en juego a su otro yo, Chico Risa, para poner en dudas a la pequeña tentadora del ártico. Entretanto, el inminentemente Marido Lisboeta vuela para hablar desde la distancia con su prometida. Y Consultor ya está sacándole cuentas a la inspectora de su felicidad. Y ExCazador de Finesas se vuelve a casa preparando cómo ejecutar sus aventuras cinegéticas con su cómplice gallega. Y Carismático se recuerda como descubridor de cuerpos y le birla copas (también las imposibles) a la camarera. Y Auténtico respira como un búfalo, al son de la melodía Copón, copín y copete mientras estremece a una canadiense de cuyo nombre nunca se acordará. Y veo a Palop, otra vez levantando trofeos, encendiendo el fuego de una salvaje esbelta. Y suena la música y surfeo con las manos. Y la encuentro.
Invoco las olas y ella es rubia y puede que también californiana. ¿Hablas español? Un poquito.
Tiene ojos de tentadora. Y los cuerpos reaccionan de una manera instintiva. Pierdo la noción del espacio. Y no habla ni quiere y simplemente ha dejado de importarme. Un baile como si fuésemos a…Y tenía razón la antigua norteamericana, sólo cuerpo, boy.

El resto de la noche discurre a la velocidad de un blues. Aparentemente, bailamos hip-hop o techno o nos dejamos hipnotizar por las bellezas de plástico. Pero en realidad estamos fluyendo.

Hola, ¿qué tal chicas, cómo lo estáis pasando?
-Muy bien (y sonrisas)

Y Chico Risa baila y se acerca al área pequeña, Rubia Ibérica no deja de invitarle…

-Tu amigo está un poco demasiado borracho, ¿no?
-Menos de lo que te imaginas

Y todo podría haber quedado de leyenda si ibérica no hubiese tenido ya su caballero de gestas.

Justo en ese momento, el viento barre las inseguridades. Y veo a Auténtico navegar con una chica a la que le enseñará, en sentido conversado, el canal de Ámsterdam, sólo en sentido soñado, muchacho.

El viento barre las dudas. Y recorro la discoteca con un sólo sonrío. Te sonrío.

-Tienes swing.

-Y tú imaginación.

Y reímos. También nos interrumpimos. Y te tocas la oreja como quien calma la arena.

Y encojo los hombros. Escoges los hombros. Hablamos del placer. Y de las tardes, de libros. Y de lo que no son libros. Y me gusta cuando ríes porque estás como probando. Hay historias que se tejen cuando menos lo esperas. Y las invitaciones, nena. El viento trae confianza y sólo con pensar en ti alegro estas tardes.
Piel de princesa, tu ropa es una caricia a inventar.

Nadie sabe el sabor de las primeras cosas hasta que las nueva otra vez.

-Lo siento, me gustaría pasar lo que queda de noche con los amigos…

-Claro, disfruta, es vuestra noche. Habrá más viajes.

Y la noche despega como en los viejos tiempos. Con dos hijas de Lesbos pidiéndoles explicaciones a Auténtico por su mirada de bucanero y con Auténtico desplegando sus alas, recién liberadas de la escarcha, dibujando la vibración de la ataraxia. Y con Chico Risa celebrando pechos y con poeta mareado de tanta alegría.

Llegando a casa, Chico Risa le hace un corte de mangas al tópico (puede que también al taxista) y se convierte en nuestro socio capitalista. Y Poeta vuelve a casa cabeceando de risa (todo se pega, menos la decadencia), repartido entre el orgullo por los compañeros de viaje (también los de en viaje) y este nuevo despegue conjugándose.

domingo, septiembre 21, 2008

El día que llovieron ranas de nieve


Hace un rato la tormenta dibujaba sugerentes en el cielo de la ciudad. Al lado, acuática se demoraba en las palabras y jugueteábamos como viejos.

Ya dentro de la sala de cine, he odiado a un tío como hacía tiempo no lo (hacía). Alguien con todo a su favor, pero con las garras de la vieja dama en la piel. Cuando averiguas esa extinción, absorbes su comportamiento. Y respiras con él a la espera de capturar ese lucio que tanto se resiste.


Serenamente respirado, conquistas el océano con la mirada. A veces un silencio también puede ser una señal de valentía. Aunque personal impersonalmente me quedo con la hojarasca de la broma. Bailamos como aparentando que nos abrazamos. Y el cielo se permite nuevos rugidos.
Es verano. Todavía. Y el corazón, en calma.


Me gusta el balanceo del suelo, cuando caen las primeras lágrimas. Niños, también de felicidad. Azules ojos sonríe enigmática y la humedad se reparte entre la ensoñación y la experiencia. El saurio metálico rojo me propone un paseo de quince minutos.
Suenan irreverentes americanos en mi cabeza. I heard myself tonight.


Y de repente. El cielo cambia las lágrimas por cubos de agua. Y no siento incomodidad. “Evoca aquella dehesa extremeña”. Y extiendo las alas. Río, puedo sentir mis tripas dejándose. Dejándose.

Todo lo que no sé se me cae encima con una melodía violenta que me conduce al portal de esa que princesa nunca conoceré (no se han encontrado princesas en la palabra sinónimo).


El mar se da la vuelta y por un momento imagino que podré nadar hasta las manos de la panadera. El diluvio sube su volumen. Diría que hasta se enfurece. Puede que sólo sea un pensamiento. Y los del coche se toman con humor y miedo el asfalto de nieve. Las ranas deben de estar a punto de caer. Respiraciones fuertes.
Como disfrutando de la confusión.


Entretanto, las castañas de nieve concentrada rebotan contra los cubos de basura. Y por un momento siento a la princesa que nunca conoceré esperando, de espaldas, al otro lado de la evanescencia.


Y las guitarras del Freyr (ese nórdico descatalogado dios) descargan una nueva tromba de agua sobre mi cabeza. Estoy solo. No me siento. Ni siquiera solo. De alguna manera estoy fundido con la tempestad callejera. Y encuentro el ritmo. Oh, sí, lo encuentro. Abro otra vez las velas. Y el imperio de la oscuridad me hace una leve reverencia (también ellos aflojan).
Y los tambores se me reparten por los músculos.


De repente, la veo al fondo del banco, mirando la carrera. Deteniéndola con su sonrisa. Es la rebelde del relato de Bradbuy. ¿Por qué esa obstinación en no humedecerte?
Y el león de dentro bendice mi ropa manchada de alegría.

viernes, septiembre 12, 2008

Cómplices cardiacos de las estrellas


(Sucedió el 22 de Agosto. María y Chiki entrelazaron para siempre su destino. La ceremonia fue sobria y emotiva. El ágape, digno de la era del jazz estadounidense. La cena, pantagruélica como dicen les gustan a los príncipes de las mil y una noches. La fiesta posterior, simplemente sensacional, por divertida y delirante. Supongo que no es casualidad teniendo en cuenta la magia de los contendientes. Éste fue mi particular homenaje para ellos, el panegírico que diría Don Avelino).

Antonio es emprendedor, inteligente, divertido, trabajador, honesto y valiente. También impulsivo y curioso. En cierto modo, su manera de ser y vivir evoca la de aquellos pioneros que un día lo arriesgaron todo para mejorar su civilización.

En la Antigua Roma, hubiese sido el tribuno de su ejército. Si la revolución francesa lo hubiera escogido, se hubiese revelado como uno de sus librepensadores más solventes, uno de esos que inspira a todo el vecindario. En los tiempos del salvaje oeste norteamericano, es fácil imaginarlo como uno de esos tipos resistentes al hambre, la desesperación y el peligro, que cincelaron el manual del sueño de las 50 estrellas: una familia, una casa rodeada de una enorme extensión de tierra y un código inquebrantable de valores para hacer que todo eso funcionara.

En nuestros días es un tipo de fiar, el amigo que siempre está a tu lado en los momentos delicados. El tío inquieto que te graba una cinta de rock para que te adentres en la poesía cotidiana y aprendas a reír, a dejarte llevar cuando eres adolescente. También el colega que te cautiva con su determinación para explorar las noches y conciliarlo con notables notas durante de la carrera. Todo eso mientras se obstinaba en currar los fines de semana y entrenar su cerebro, sus músculos y su sentido de la responsabilidad para cuando le tocara fundar una familia. Aunque lo que siempre te ha hecho único, Chiki, es ese corazón que no te cabe dentro. Un corazón que te impulsa a buscar un mundo más libre, más justo y más solidario.

Ese día ya está aquí. Pero no se asusten. Esto no es un comienzo. Esto no es como siglos atrás o como cuando nuestros abuelos pasaban por la vicaría. Esto es una meta volante. Porque María y Antonio ya llevan tiempo juntos disfrutando del camino. Esto sólo es un pasito más adelante. Y sí, ya sé lo que están pensando. Pero no, Chiqui no me ha prometido una jarra extra de sangría a cambio de estas palabras para cuando luego estemos cenando. Y sí, tienen razón, ha sido una descortesía hablar primero de él y no de la guapísima novia. Pero la historia había que contarla así porque conozco al señor Antonio de cuando teníamos diez años y nos jugábamos el postre en el recreo del comedor, en el colegio.

Por eso, porque le conozco un poquito, estoy tan contento de que sea María quien le vaya a acompañar en este viaje. María es atenta, imaginativa, lista, tenaz, divertida; sorprendente. Conserva intacta la capacidad de asombro que hace especiales a algunos adultos. Por eso conecta con tanta facilidad con los peques. Porque siempre está dispuesta a reír y descubrir. Encima, es una trabajadora inagotable, una de esas pocas personas que no ceden hasta hacer realidad sus sueños. María, tú completas a Antonio.

Hay algo elegante y enigmático en María que remite a una princesa japonesa. Algunos lo llaman fascinación. Porque ella perfectamente podría ser la heroína de una de esas pelis argentinas donde una princesa se disfraza de normalidad y hace más agradable la vida a la gente del barrio, mientras guía con serenidad a sus alumnos y enamora a su chico. Hablando de cine, la prueba del algodón de que hoy estamos en el momento y lugar apropiado es proyectar una película muda. Cierren los ojos. Piensen en los momentos en los que han coincido con Chiki y María. Les resultará sencillo sonreír, porque hay vibraciones que no necesitan palabras.
Enhorabuena, chicos, que disfrutéis del viaje.

sábado, septiembre 06, 2008

Tu manera abatible de mover el cuerpo


Imagina que, por una noche, tienes la energía y el hambre de los quince. Añádele unas dosis de sabiduría y confianza. No sé las cantidades. A veces conviene darle un corte de mangas a la tormenta.

Es viernes y el vagón está atestado. Una gorda te pega un empujón y algo te dice que será como una travesía por aquella charca senegalesa (diferente, peligrosa, emocionante).
En honor a aquellos 90, descorchas un par de sonrisas de Barceló en un sitio llamado San Mateo, aquella gruta donde las chicas impresionables te llenaban los labios de irreverencia y sal. Da igual cuantas tempestades puedan azotar tu cancha, porque algunos amigos arrimamos el hombro cuando el océano se revoluciona.
Tu camarada ofrece filosofía y honestidad al destino. Así que le escuchas y agradeces que el Sanma ahora sea lo más parecido a un club de jazz en la espalda de la Catedral acuática de Mallorca. Compartiendo impresiones, ladrillos y vuelos.
At the same time.

Un momento es muy poco tiempo. Cuando nos dimos cuenta, dos rones con limón caían por el sumidero de la primera playa. Sonaban los Smashing, The Editors o algún grupo perfecto que no serás capaz de recordar. Los dedos entonan su propia sinfonía. Y ya no sabías si las pibas te miraban o simplemente las adorabas. Dos cosas que no quiero que me robe la marea: asombro para seguir descubriéndote y fe para ver lo mejor de cada compañero de viaje.
Cabeceamos como si las olas no estuviesen derritiendo la escarcha de chicos felices. Sí, nena, eso debe ser lo más parecido.
Ahí arriba, en el cielo de los bohemios, las ángeles tienen bkinis sesenteros. ¿Algún sitio en este barrio? Traficante de ideas, te has fijado en lo rubia que puedo llegar a ser. Bailemos. Cinco nombres. Una mujer sabe cómo demorar el licor y no soy quien para interpretar el camino.
Ahí abajo, en el infierno del tupper con el que nuestras abuelas mantenían alerta el sueño. Flúyeme, parece decir la incierta parisina. Me desconciertan los chistes de su amiga venezolana. No sé donde cojones aterrizo. Pero lo interesante es que esto solo acaba de despegar y mi viejo camarada y yo llenamos brillantes páginas de la literatura del sumidero que nunca tendrán ventana. Así son las mejoras. Mañana tenemos que fregar la plaza mayor con las manos. ¿Me das un beso de despedida?
Lo siento, pero aquí no pegan tus vocales de rock. El otoño está al lado, pero por esta noche Davide y buscador le damos largas. Llegado el momento, designamos a la princesa de las fresas como musa del rap. Como si ella nos hubiese escuchado, le pregunto por el tamaño del palacio y a cambio me señala eternidad. Qué importa sean dos instantes. Sugerencias sobre el mestizaje. Tienes una manera abatible de mover el cuerpo. Y se lo digo con las manos.
Llueve como si el verano se arrepintiese de tu palabra de honor. Gente como Enric González o Carlos Boyero son entronizados por su disparatado sentido del resistencia. Las chicas quieren antorcha. Nos la jugamos a pares o nones. Ya no sé si ella quería velocidad ahí dentro.
Hablamos de conejos subsahariano y nos enredamos entre lo falso y lo divertido, lo real y lo poético. Por un momento tengo la sensación de que la broma es un bonito enredo. Como si el ruido, sinfonía de desencantados británicos, fuese la receta del consuelo.
Preguntamos a un par de apariciones bellamente desquiciadas, pero nos orienta un sobreviviente del sueño español, que no ve el momento de zamparse aquello le ha sido prohibido durante la luz de arena.
Llueve. Pero seguiremos riéndonos por todo lo bueno que ha sucedido por el camino. Igual vale una cena de diez años por el instituto que una redención en forma de viaje neoyorkino, donde se aprende del lado cómplice de la capital del mundo.
Nos quitamos el sobrero de cowwoys. Y aterrizamos en un lugar llamado barco donde las rubias beben daikiri con la misma prisa que la actriz daba por encendida la tarde madrileña. Estamos en un escenario ambulante de indígenas colocadas.
¿Cómo te lamas? Laura, estamos pidiendo una canción para cambiar la temperatura. Y me dan ganas de decirte tengo ganas, pero a cambio muevo, simpático, la mano.
Y qué pocas veces una caribeña te da su invitación. Muy pocas vibras con la alegría de que todo es posible. Poquísimas no pareces un niño dormido.

Te admiro loco, nunca dejes de explorar, hay que montarse en esa serpiente y tener el estómago preparado para los próximos virajes.
Entretanto, escucharemos el mejor rock cincelado por las subversivas de peluche.

Vuélvete a nacer y mira por asombro. Un choque de manos en forma de viejo abrazo. Y la convicción de que, después, esas uvas pueden bailar en los muslos de wonderwoman.

Nena, suenas como no recuerdo.
Me gusta cuando miras, porque estás como robando estrellas.

Y lo mejor es que puedo también oh sí puedo reír por todas esas viejas anécdotas mientras cabalgamos la ola. La ola y sus próximos sabores. Toca explorar.

Con Rosario vibrando todo será menos abismo.

martes, septiembre 02, 2008

Manos, movimiento


Yo había nacido para dibujar los barcos que descansaban en el muelle. Los eternizaba mientras mi novia napolitana me quemaba los labios con sus besos de impaciente y despaciosa. En cierta manera, era la esperanza de la tribu: talentoso, despreocupado y mujeriego. Pero las preferencias del firmamento son ceniza si algo arde en tu interior. Está feo que lo refiera, pero por aquel tiempo mi alma se parecía a uno de esos salvajes bosques canadienses que fascinan a las universitarias neoyorkinas: una inmensa capa arbórea llena de promesas, frío y belleza.
La primera vez que la encontré, sentí hambre y no paré la sonrisa. Napolitana me mordía los labios en una tasca del pueblo donde la gente vive para memorizar chistes. Napolitana me deseó y ya nunca pude detenernos. Sus palabras eran sus dedos y cada uno de ellos contenía una nueva respiración; pórtico incontestable del acércate. Si sigo trabajando tanto, mañana seré vieja. Quizá, pero lo que yo quería decirte es que intensa eras tú, intensa esa manera sin copia de acariciar las olas. No dejes de acostarte tarde, acuática. Acuáticos son tus pechos, acuática tu vulva. Y de ya tus inmensos ojos. Napolitana prefería que no le dijese guapa. Tampoco le gustaba leer los ingredientes de los cereales. A cambio, se empeñaba en que hiciésemos música con los cuerpos. Sólo música , mi cielo, sólo música. Todavía timidezco cuando noto tu mano recogiéndome las migas. Y sí, el bosque se incendió con los dos dentro. Fue en agosto.
Todavía no había viajado en pérdida.

lunes, marzo 10, 2008

Chica en vuelo se prepara


Hay quien no quiere aventura en un sitio póster. No sé muy bien a que se refieren. Sito póster es la playa de Taganana, un sitio escondido entre montañas donde las olas se ponen cachondas antes de tumbar con dulzura a una chica francesa que se ha tostado en su primer día. La chica se llama Natalie y sus ojos se parecen a Isla James.

Este mediodía un camarero con la cabeza llena de pájaros (cuentos en forma) ha visto los coches que pasaban a su alrededor con los ojos de un artesano del siglo XII. Casi se desploma del vértigo, pero al rato ha sentido una rara mezcla de miedo y excitación al ver a animales con piel de acero moviéndose de un lado para otro en un silencio misterio.

Dos monatañas allá, escucha un sonido como de oso gigante. Sigue caminando y divisa torres de apariencia aburrida pero tranquilizadora. Puede que haya humanos, después de todo. Nuestro despistado héroe se ha sonreído pensando en los elefantes del altiplano africano. Los seres preferidos por los conquistadores que se forjaron en un planeta donde el cielo varía de humor en función de los gestos de la chica del súper.

jueves, marzo 06, 2008

La corona del señor Basquiat


Hubo un tiempo en que los príncipes tenían su corona, disfrutaban en vida de la fruta y las mujeres. También las estrellas. Podían saciar sus apetencias y vivían felices. Pero cayeron los siglos y se cumplió un ciclo de reencarnaciones que desbordó todas las previsiones. Ya no había suficientes cuerpos para tantas almas.

¿Qué haremos con los príncipes? Quizá nos hemos equivocado con ellos. Les hemos regalado cantidades enormes de risa, placer y sueño (ese agradable sopor que sucede a la siesta o los juegos del cuerpo). Pero a cambio ellos se han convertido en animales del aburrimiento. No inspiran y cada vez están más taciturnos.

Este es el nuevo trato: tendrás imágenes y ganas y una habilidad especial para expresarlas. Pero olvídate de la riqueza o las comodidades o la armonía.
Tu mente se convertirá en una centrifugadora de emociones, pensamientos y desgarros (también de alegrías) que a duras penas te concederá tregua.

Te llamarás Jean-Michel Basquiat y será raro el día en que no creas enloquecer. A cambio, tu pintura embadurnará el alma con un brebaje tormenta. Serán dibujos de apariencia infantil y llamadas de auxilio.

Estarás solo en una gigantesca torre.
Permanecerás enjaulado.
Pero no temas, hijo mío, porque el sonido de tu corona percutiendo contra los barrotes creará una música que calmará el alma de los treintañeros que necesitan esas imágenes para coger las próximas olas de luz.
Y ese sonido acabará por convencer a alguien de que a veces los príncipes hacen merecimientos para serlo.

lunes, enero 28, 2008

Los cielos del Cairo son ruidosos


Miro dentro de mis vísceras y emerge una ciudad llena de de faraonas semidesnudas. Esas chicas miran con extrañeza a las mujeres arena que apenas tienen ojos. Cabecean y sonríen con la relajación de los que han aprendido a resumir el mundo con respiraciones.

Dentro del salón, Emir se rasca la barriga y mira uno de sus tebeos preferidos. Dentro de media hora, empieza el partido del Barcelona, que para los egipcios de este futuro medieval es lo que para nosotros un día representaron los Boston Celtics. Héroes con tanto talento para jugar como atormentada relación con la gloria.

Entretanto, un poeta cántabro roba una lámpara del palacio chino y la mezcla con los cielos del Cairo, donde debajo de una superpoblación de antenas parabólicas se esconden unos pocos adoradores de estrellas.

miércoles, enero 16, 2008

Probando el vuelo


Este viernes a las 21.00 horas cita con el desconcierto. La señorita Torvisco y este humilde minero de la espuma recuperamos historias y proyectamos asombros (los nuestros, no se apuren). Amigos, amigos nacientes, amigos invisibles o misteriosas. Todos están, estáis invitados. El lugar se llama Club Bukowski. Es fácil caer en su cueva, según se sale del metro Tribunal (el de Bilbao tampoco cae mal). Calle San Vicente Ferrer, orilla de la izquierda, no hay que remar mucho; es la madriguera de un drácula con ínfulas de escritor maldito norteamericano. Decidan lo que decidan...

Gracias por estar ahí.

Torvisco y Fernaud

Pedro tardó en dar sus primeros pasos, lo hizo al año y medio, apoyándose en la pared, impulsado por la emoción de ver a una de sus tías canarias. Ya de mayor, olvidó los buenos hábitos y los años de esfuerzo practicando deporte para castigar algunas barras de bar. Lástima que sobre todo castigara su estómago y haya tenido que reciclarse como tenaz bebedor de zumos. Un día se enfadó y se lió a insultos, y pensó, no se me dan mal las palabras, así que empezó a perder la virginidad. Misteriosas, confesiones, tristezas protesta, pequeñas historias de lo cotidiano, mujeres preguntándose, tipos fronterizos...Escribe sobre lo que le interesa o se interesa sobre lo que escribe. Ya no lo sabe, hasta el punto de que a veces se ha sorprendido sintiendo cosas que no sabía que sentía. O que pensaba. Supongo que para eso sirve la escritura, para conocer nuevos territorios dentro del último continente desconocido: nuestra conciencia.

Vestida de negro

“Vestida de negro se me olvida que tengo que estudiarte.

Tu piel prueba nuevos recorridos difíciles de negar.

Vestida de negro tus palabras siguen temblando y ya no

vértigo.

Tu piel es la de un animal impertinente

con la que quiero derrotar incertidumbre...”

María

Escribe para negar el ruido de lo cotidiano.

No sé si se quebró la luz

o fue el hielo,

al congelar mi retina,

quien me enseñó la negrura de la noche.

sábado, enero 12, 2008

Ingrávido

¿No te ocurre a veces? De repente parece que no sabes nada. Las cosas te fascinan como el primer día. Te quedas mirando animales salvajes y pasas la mano por el vientre de una desconocida como si tu toda mano fueses tú…

…un tío sueco con pinta de malas pulgas cuida a su nena con un lenguaje delicado de sonidos y muecas. En uno de tus viajes fuera de la nave espacial una chica comienza a gustarte, y piensas a veces uno por uno es flotando.

Quizá sea esa manera de bromear

sales a jugar al fútbol y dejas de sentirte un maldito. Si tienes alma de boxeador lo mejor será ir a por todas. Pegar empujones, caer al vacío como una pluma que está sobrecargada de tinta. Enseñar los dientes y nadar en barro. El dolor en esta flotante cubierta de césped pasa en poco tiempo. Sólo necesitas un motivo para encender tu rabia.

Una carrera y te robo la pelota. Otra carrera y me como tu autopase. A la siguiente casi me rompo el tobillo (en realidad casi ni le he rozado). Aunque lo más probable es que me rompan una costilla. O no. Si vas con convicción la gente se acaba achantando. Lástima que haya perdido 15 kilos por el camino. Echo una mirada a lo que ocurre fuera del campo y nadie hay motivante…Recuerdo un partido en el que nos llamaban de todo menos guapos.

Daba igual.

En el banco había un ángel de esas que piensas por qué no se cruza en mi camino.
No es del todo verdad.

Ángeles hay ceca. Alguna hasta me ha prestado alguna vez sus alas. Pero lo que me ha gustado de verdad de esta tarde es he sentido una alegría contagiosa desafiando mis límites.

Ingrávidas y copazos de oxígeno

Ahora más que nunca levanto mansiones de espuma e invito a los amigos para que nos asombremos por todo lo que nos reservan las ingrávidas de Andromeda...

ya no estamos tan lejos

jueves, enero 10, 2008

¿El mejor momento de esta semana?


La calle cubierta de una niebla como la que envolvía a las mujeres de los burdeles londinenses en el siglo XIX. Caminas despacio y es agradable cuando una chica bonita te sonríe sin aparente motivo. Dentro del restaurante, despliegas el diario Marca, donde Santiago Segurola, ese profeta del periodismo deportivo, explica como no lo harían cinco entrenadores germanos superpuestos, por qué el delantero holandés es el mejor del momento o cómo viven y se hacen grandes los mejores atletas del fondo mundial. Abres mentalmente Fake plastic tree, la canción que Incantevole te ha regalado anoche. La camarera, que es la chica más simpática del planeta sur, te trae tu desayuno favorito: un vaso de leche caliente y un par de croissants. La garganta tiembla de calidez, estás contento porque después de unos días taponado puedes saborear el bollo. Me gusta el sabor de los bollos. Y esa sensación dulce y rotunda del estómago contagia al resto del cuerpo para acabar escalando el monte de la repetición con una sonrisa.

jueves, enero 03, 2008

Mi primer día como aprendiz de héroe


La chica está nerviosa. Puede desmayarse en cualquier momento. El murmullo es una ola a punto de romper. Y por momentos me convierto en un rapero o en un velocista que mira desafiante a la cámara. Pero no, aquí estamos hablando de una experiencia más parecida a un largo mantra donde debo afrontar mi tendinitis mental, esa que a veces me hace resistente al miedo y otras me enjaula.
Cuando quiero darme cuenta, la música me envuelve. Con ella y este frío mi cuerpo está preparado para temblar y también para probar nuevos límites. ¿Qué diablos es eso? Pantalones, cariño, son pantalones. Y sudaderas. Montañas de camisetas, bufandas y pantalones. Es un sueño, imagino a decenas de mujeres semidesnudas fumando al lado de un inmenso lodazal. Joder, que casi me sacan un ojo. La gente ha enloquecido. A la chica han terminado por sacárselo (el ojo). Temo acabar sepultado por todos estos kilos de ropa. La situación lleva melancolía. Pienso en nuestros abuelos. Esa gente que hacía largas colas para conseguir algo de comida. O que dormía envueltos oscuridad y frío. Bueno, supongo que no hay que ponerse tan dramáticos. Ellos serían los primeros en reírse de alivio si supieran que en el lugar donde ellos sobrevivieron la gente acabaría pegando brincos al ritmo de unos irlandeses futuristas.
He estado a punto de no empezar. Durante el entrenamiento ya estaba cansado. Pero ahora voy bien. Me pica un pezón. No es coña. Pero por encima de todo estoy contento. Estoy suave. Me gusta estar. También recibir el cariño de la gente. Mis rodillas rugen. Soy un tío con propensión a la derecha. No te asustes. Mi cuerpo se tuerce hacia ese lado. Pero lo estoy arreglando: dormir mirando las estrellas.
Recorremos las calles de los ricos céntricos. La gente se vuelca. Es simpática. Lanza piropos. Aunque lo más divertido es chocar las manos con los enanos a un lado del río. Cinco kilómetros, puede que ahora me desmaye. Me comunico por señas. Estoy gobernando mi cansancio. Alegre. La chica lo está aún más. Y mi amigo Rulo, el verdadero instigador de esta locura, cabalga con un entusiasmo contagioso. Es un gamo. Podría dejarnos tumbados, pero prefiere olvidarse de todos los pequeños esfuerzos de Asturias, Santander o León y disfrutar del momento. Disfrutar de las carantoñas de las cuarentonas, fascinarse con las luces del Prado o hacerse el muerto en plena subida para insuflar ánimos a su viejo camarada. Así las cosas, continúo por todas esas mujeres (ellas animan más, quizá por madres, tal vez por luchadoras). Robamos amapolas a las compradoras compulsivas de la Castellana. Y hago mi primer avioncito de la noche con la Puerta de Alcalá tentándome con un dulce abandono.
Pero resisto. Y contrariamente a lo que esperaba Vallecas y su gente es la zona yerma de ánimos. En la cuesta penúltima, la mitad de los vagones de descarrilan, pero cuando sabes que algo llega se te dobla la energía y empiezo a silbar. Planeo inspirado por un viento silencioso. Cuando me quiero dar cuenta, galante Rulo espera a la chica, para que ella (50 años, mamá de rockero, mujer exigente) se una a nuestra reverencia final a la madre de todas las San Silvestres. Un par de horas más tarde tendré agujetas hasta en la barriga, pero ahora que bebo agua, me siento como un gladiador que ha recuperado el sabor de la cerveza. Serán los efluvios de la hazaña (10 kilómetros sin entrenamientos ni aditivos). Una hazaña de andar por casa. Pero una hazaña.

miércoles, diciembre 26, 2007

Empapelamos los vacíos con tus protestas


Melancolía en el país de las mañanas. La gente quiere cargarse la navidad a hachazos y no se cómo pedirles un poco de calma. Me refiero al vaso de leche que me acaban de servir mis manos. Miro a través del sueño y veo a un hombre nieve, hombre con gorro y un suave deje de amargura pero también de dignidad. Está solo. Pide su café y lo toma con gesto despacioso reconcentrándose en los bonitos ojos de la camarera. Bonitos ojos le dice con su sonrisa y ella, princesa del barro y el buen humor, le devuelve el gesto con una timidez supersónica en los labios. No se por qué, pero el hombre se empeña en duplicarse y se sienta cerca. Habla con su hijo, o no, es su hijo el que le comenta una incertidumbre y ese hombre está más contento que nunca. Contento de no ser un perdible y contento de que su nene padre acuda a su choza como si fuese un borges de barrio y su cabeza contuviese casi la mitad de las respuestas. Al menor descuido, me vuelcas negaciones sobre la falsedad y la fiebre que llena todas estas mareas. No hay espíritu. Lo hay, respondo sin mutarme. Pero quizá no en proporción supermercado. Revisa relatos, tus relatos, de estas semanas. Mira dentro: mineros pacientes de la alegría. Es novedad y estamos los dos solos en mitad de la calle. Sonríes y miras el cartel. O es el cielo. Los dos solos. Empiezas a cantar y nunca te había escuchado esa canción. Quiero todas tus (también protestas) para mí.
Es navidad dentro de tu cuerpo.

martes, diciembre 25, 2007

Voltereta acuática

El camino está lleno de hojas derrengadas. Un chico despistado, un chico contento vuelve al escenario donde los cambios se volvían ciclón y sonríe despacio. A unos pocos centímetros, le acompañan un coro de patos, a cual más naranja. Su sonrisa es la de un recién premio. Una mezcla de alegría y vacío (como cuando tiemblas y se te cumplen los sueños). Navega sobre la fluidez, pero su amigo el pato punk no es de la misma opinión: se afila la cresta y empieza a girar sobre agua en sí mismo. Transparente está helada pero a él indiferencia. Es diversión. Repite y repite hasta perder el contacto con el grupo. ¿Por qué el resto de patos no le acompañan? El humano azul tuerce el pico de sorpresa y se divierte viendo su amor a la ola, aunque le vaya a costar una pulmonía. Cuando quiere darse cuenta, tiene calor en el barrizal de un ático en Menorca. Ella le roza. Sólo la piel. Y la fascinación dura hasta la noche cuando descubre la inaugural de ojos increíbles. Eso ya es otra historia.
Porque a veces una mirada resume el universo.