De qué va. Un
explorador fuera de lo común y sus compañeros de expedición son asaltados por
una tribu de indios. A partir de ese episodio, se ven envueltos en una historia
de supervivencia y huida donde el protagonista se verá abocado a una situación
extrema, con un antagonista que le colocará al borde mismo del vacío.
Por qué me gusta.
Porque está narrada con estilo y planos secuencia de alta calidad, plenos de poesía
visual, en un entorno que acaba copando una parte notable de la película,
deudora de su capacidad para cautivar al pulso artístico de González Iñarritu
(que nunca asistió a la clase de menos es más, con toda la poesía y pasadas de
frenada que eso implica) y la fotografía de Lubezki. También por la
autenticidad de sus diálogos, mantras y contención, con una mención especial
para las interpretaciones de Tom Hardy y Leonardo Di Caprio.
Las pegas. El
exceso de metraje (la cinta se va a las dos horas y media) se traduce en un
ritmo desigual. La primera parte, espléndida en cuanto a ritmo, pierde fuerza
conforme discurre una historia que se atraganta de ensimismamiento en su tramo
central, aunque la parte final recupere parte importante de su fuerza y
energía.
Cuándo verla. Un
día entresemana, cuando pienses que en tu vida a veces estás con la luz de
reserva en el depósito de energía…O un martes que necesite ser mineralizado J
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