domingo, diciembre 20, 2009

Fascinación por las magulladuras de un rostro


A veces, la velocidad de los días te hace perder conciencia de lo importante. En este caso, lo importante es que, durante un mes completo, una joven talentosa llamada Zaida Escobar Morales ha expuesto una selección de sus obras en el espacio de ‘Jóvenes Creadores’ de la casa de juventud, hablamos de la que pertenece al Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Ayer sábado fue el último día de vigencia de esta muestra.

Conocí a Zaida tras un recital poético, en la cueva de bohemios e inquietos conocida con el nombre de Café Oeste Celeste. Zaida tiene los ojos llenos de luz y le gusta escuchar. Me pareció una chica agradable y llena de proyectos.

Al cabo de un rato de conversación, supe que tenía esta exposición y supe también que si tenía un fin de semana liberado, la visitaría. Y la ocasión se dio hace tres semanas. Llegar hasta la casa de juventud alcalaína si eres madrileño y no muy planificador, puede ser una aventura importante. Por suerte, tuvo el privilegio de que me acompañarán María y Begoña, que hicieron más divertido e imprevisible el viaje.

Las dos son compañeras de taller poético y sin embargo amigas. Llegamos con el tiempo pegado a la suelas de los zapatos. Pero fue suficiente para apreciar una hondura poco frecuente en los retratos de Zaida. Su profundidad, la manera salvaje en la que se acerca a la mirada de sus enfocados, habla de una sensibilidad depurada, con una facilidad inquietante para excavar en las almas de los protagonistas de sus cuadros.

Obviemos el hecho de que Zaida esté estudiando Bellas Artes. Si lo hacemos, podemos decir que Escobar tiene algunas partituras de su estilo que ya están interesantemente definidas. Por ejemplo, en la composición de los encuadres cuando retrata la escena de un bar, con una pianista que amplía el misterio de las situaciones que acontecen dentro del mismo, con esa música que no sabemos con qué intención está naciendo.

Los retratados por Zaida te miran océano. Hay amargura, pero también intensidad en sus miradas. Una suerte de violencia contenida, como la del animal que tiene varios lenguajes e historias dispuestos a ser interpretados, en una dialéctica que nunca estará al alcance de las cámaras fotográficas.

En el universo de Escobar hay buscadores, también niños asombro y miradas enigma que provocan una interrogación que ni siquiera sabes si estás preparado para asumir. Hay asimismo chicas con un deje enigmático, monas lisas con más agitación que la original, quizá confortadas en el anonimato y en el trazo minucioso de la artista. La impronta del vigor narrativo de estas piezas cautiva enseguida.

Un relato que funciona mejor con los rostros magullados (hablamos de figuradas capas interiores), que con otras partes de la anatomía (en algunos casos, trazadas de un modo demasiado esquemático). De todos modos, la vibración de sus historias tiene miradas absorbentes y trabaja como poliedros de los estados de ánimo que las contemplan.

Veinte minutos pues dan para comprobar que estamos ante una artista llena de posibilidades, que ya maneja un lenguaje propio. Con este marchamo, haremos bien en estar atentos a sus próximos pasos. Pasos de funambilista plástica.
Larga vida a las artistas que plasman una mirada singular de los mundos interiores.

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