Relacionarse con los jugadores de élite en deportes mayoritarios no es fácil. La mayoría te miran con desconfianza o la típica arrogancia de quien vive en la cima (aunque sean unas laderas muy cerquita de la tierra). Por eso, los sensacionales partidos de Calderón en el Eurobasket me han recordado a un chaval muy majo que militó en el Fuenla hace unos años. Se trata de David Gil.
Fue hace tres temporadas. Los sureños (del estado madrileño) jugaban en la segunda división de nuestro baloncesto y eran algo así como el rival a batir. El caso es que el equipo ganó todos los títulos en liza (Copa Príncipe y Liga LEB) con el consiguiente ascenso a la ACB. En aquel grupo, sobresalía un chico resultón en su juego, que defendía francamente bien y emboca triples en momentos complicados. Pero lo mejor de aquel melenudo era su calidad humana. Nunca tenía un no para la gente que le pedía un autógrafo, una sonrisa o (en el caso del periodista) una declaración. Tampoco estaba nada mal ver a su mujer bombón o las travesuras de su hijo, una simpática replica en miniatura de su papá.
Como sucede con algunos de los héroes semidesconocidos, en los últimos años David ha iniciado un largo peregrinaje por distintos equipos del sur de la Península. Esa piel de nómada le viene de lejos. En la temporada 2000 coincidió con Calde, allí trabaron una muy buena amistad, que todavía hoy perdura. Ya entonces se apreciaban algunas de las cualidades que hoy día distinguen al base extremeño: piernas potentes, buen timming defensivo, capacidad para la entrada a canasta y una cierta facilidad para organizar la manada...El resto de lo que ahora nos asombra en el europeo: su efectividad en el tiro exterior, la lectura más apropiada de cada encrucijada ofensiva, su aura de líder de la camada es adquirido.
¿Se puede adquirir la condición de líder espiritual de un grupo? Al contrario de lo que pensaba hace algún tiempo, la espiritualidad se trabaja. E incluso el carisma. Se trata de horas y horas de trabajo silencioso y paciente. En eso Calde se parece a Garbajosa. Ninguno de los dos tenía un talento superlativo para practicar este deporte. Pero su ética de trabajo y el afán de superación han obrado una llamativa transformación que estos días estamos celebrando. Si la sabes hacerla fluir, la autoexigencia te puede llevar muy lejos.
El partido de ayer ante Alemania es de lo mejor que recuerdo en mucho tiempo. Fue como coger a la selección yugoslava de la frontera 80-90 (ya saben, con un talento apabullante y rastros de genialidad en media docena de jugadores) y agregarle defensa, una mejor actitud y el hambre de quienes quieren ser más especiales. En su momento, dije: Calderón es correcto en el mejor de los casos. Lo retiro después de lo visto estos días. No me hace especial ilusión cambiarme el criterio. Pero también me gusta cuando la vida te sorprende. O asombra.
Hecha esta loa no me quiero olvidar de mi venerado Sergio. Ya saben, el base chicharrero lleva más de un año penando en la NBA y ahora con la selección. Está desdibujado, sin confianza, precipitándose. Supongo que todos (hasta los genios) necesitamos una temporada de dudas e incertidumbre para crecer en nuestro juego, por eso esta tarde estoy más convencido que nunca de que Sergio triunfará en el mundo de la canasta. No merece otro destino un tío que se baja a jugar al básket a las dos de la madrugada. Ya sea en Madrid o en Pórtland. Sergio dice que nunca ha sentido miedo jugando en una cancha de baloncesto. Lo creo. Ha nacido para esto y de momento ya nos ha regalado algunas de las acciones (caños imposibles) o pases (magia sin precedentes) que siempre nos acompañarán en la fascinación hacia este juego.
Fue hace tres temporadas. Los sureños (del estado madrileño) jugaban en la segunda división de nuestro baloncesto y eran algo así como el rival a batir. El caso es que el equipo ganó todos los títulos en liza (Copa Príncipe y Liga LEB) con el consiguiente ascenso a la ACB. En aquel grupo, sobresalía un chico resultón en su juego, que defendía francamente bien y emboca triples en momentos complicados. Pero lo mejor de aquel melenudo era su calidad humana. Nunca tenía un no para la gente que le pedía un autógrafo, una sonrisa o (en el caso del periodista) una declaración. Tampoco estaba nada mal ver a su mujer bombón o las travesuras de su hijo, una simpática replica en miniatura de su papá.
Como sucede con algunos de los héroes semidesconocidos, en los últimos años David ha iniciado un largo peregrinaje por distintos equipos del sur de la Península. Esa piel de nómada le viene de lejos. En la temporada 2000 coincidió con Calde, allí trabaron una muy buena amistad, que todavía hoy perdura. Ya entonces se apreciaban algunas de las cualidades que hoy día distinguen al base extremeño: piernas potentes, buen timming defensivo, capacidad para la entrada a canasta y una cierta facilidad para organizar la manada...El resto de lo que ahora nos asombra en el europeo: su efectividad en el tiro exterior, la lectura más apropiada de cada encrucijada ofensiva, su aura de líder de la camada es adquirido.
¿Se puede adquirir la condición de líder espiritual de un grupo? Al contrario de lo que pensaba hace algún tiempo, la espiritualidad se trabaja. E incluso el carisma. Se trata de horas y horas de trabajo silencioso y paciente. En eso Calde se parece a Garbajosa. Ninguno de los dos tenía un talento superlativo para practicar este deporte. Pero su ética de trabajo y el afán de superación han obrado una llamativa transformación que estos días estamos celebrando. Si la sabes hacerla fluir, la autoexigencia te puede llevar muy lejos.
El partido de ayer ante Alemania es de lo mejor que recuerdo en mucho tiempo. Fue como coger a la selección yugoslava de la frontera 80-90 (ya saben, con un talento apabullante y rastros de genialidad en media docena de jugadores) y agregarle defensa, una mejor actitud y el hambre de quienes quieren ser más especiales. En su momento, dije: Calderón es correcto en el mejor de los casos. Lo retiro después de lo visto estos días. No me hace especial ilusión cambiarme el criterio. Pero también me gusta cuando la vida te sorprende. O asombra.
Hecha esta loa no me quiero olvidar de mi venerado Sergio. Ya saben, el base chicharrero lleva más de un año penando en la NBA y ahora con la selección. Está desdibujado, sin confianza, precipitándose. Supongo que todos (hasta los genios) necesitamos una temporada de dudas e incertidumbre para crecer en nuestro juego, por eso esta tarde estoy más convencido que nunca de que Sergio triunfará en el mundo de la canasta. No merece otro destino un tío que se baja a jugar al básket a las dos de la madrugada. Ya sea en Madrid o en Pórtland. Sergio dice que nunca ha sentido miedo jugando en una cancha de baloncesto. Lo creo. Ha nacido para esto y de momento ya nos ha regalado algunas de las acciones (caños imposibles) o pases (magia sin precedentes) que siempre nos acompañarán en la fascinación hacia este juego.
Bonito discurso, Peter. Y bravo por todos estos atletas, lleguen o no lleguen a las más altas cotas. Pero por el amor de Dios, ¡vuelve a los pibones! Olvídate de bestias diversas y concéntrate en lo que ya sabes.
ResponderEliminarSimplicius