–Te voy a llevar a un sitio donde los ciervos se comen bombones de chocolate.
-¿Cómo dices?
Ella rió.
–Sí, es verdad, yo lo vi, una vez, tenía 16 años.
–Vale, continúa tu tomadura de pelo.
–Ey, que es verdad, si no me crees mejor no merece la pena que me acompañes.
-¿Estas loca? ¿Cómo te voy a dejar sola en el parque?
Ella se encogió de hombros con la actitud de quien le parece ridícula la pregunta. Así que no me quedó más remedio que pedirle me contara la historia.
–Sucedió en invierno del 2010, mis padres me habían dejado con mi tía y esta se había dedicado a salir noche sí noche también. Estaba sola. Pero no me sentía sola. ¿Sabes a lo que me refiero?
-Creo que sí.
–Aquella noche fui al cine con un par de amigas. Como ellas tenían toque de queda, y a mi sobraba el aburrimiento decidí acompañarlas. Una de ellas vivía al otro lado del parque. No llegábamos, así que decidimos atravesar el parque con todo. Corrimos como locas. Empezamos a gritar a mitad de camino. No podíamos más. Pero la adrenalina podía con todo. De repente, encontramos una pequeña colina. Y los vimos. Era una silueta demasiado especial. Era imposible. No me costó mucho convencer a mi amiga, otra cabra loca como yo. Subimos muy despacio y cuando los vimos, aquel ciervo estaban urgando en unas bolsas de comida.
–Entonces era el ciervo, no los ciervos.
–Cállate tonto.
-Vete a saber cómo habían llegado hasta allí. Así que echamos mano de los bombones que nos habían regalado a la salida del cine. Y los depositamos en el suelo. Se acercaron y los comieron con una paz que nos dejó emocionadas. El resto del trayecto lo hicimos totalmente calmados. Estábamos contentos. Esa sensación nos duró un par de días. Ya no importaban las broncas de los padres. Ni la opresión que sentíamos en el pecho tan a menudo. Tampoco que no tuviésemos dinero. O las continuas decepciones con los chicos. Llámame loca si quieres, desde entonces me paso la vida buscando momentos como aquel. Instantes perfectos. Y sí ya se que sueno ridícula y que tengo que madurar...
-No lo creo, dije con todas franqueza. El problema es que eres demasiado lúcida. Por eso buscas con tanto ansia remedios contra la tormenta. La mayoría sin embargo nos acostumbramos a sufrir, no intentamos superarlo. Y cuando nos hemos dado cuenta ya no sentimos nada.
Vaya, no pensé que todavía me quedara sed.
–¿Sabes una cosa?
-Dime.
–Hace un rato he sentido esa paz de la que te he hablado antes. Me la has provocado tú. Me gusta cuando te pones melancólico.
Casi no nos conocíamos. Así que todo lo demás sucedió de una manera instintiva. Juntos sí podíamos vaciar nuestro vacío.
Aunque sonrían la mitad de tiempo, las chicas ensimismadas pueden salvarte.
-¿Cómo dices?
Ella rió.
–Sí, es verdad, yo lo vi, una vez, tenía 16 años.
–Vale, continúa tu tomadura de pelo.
–Ey, que es verdad, si no me crees mejor no merece la pena que me acompañes.
-¿Estas loca? ¿Cómo te voy a dejar sola en el parque?
Ella se encogió de hombros con la actitud de quien le parece ridícula la pregunta. Así que no me quedó más remedio que pedirle me contara la historia.
–Sucedió en invierno del 2010, mis padres me habían dejado con mi tía y esta se había dedicado a salir noche sí noche también. Estaba sola. Pero no me sentía sola. ¿Sabes a lo que me refiero?
-Creo que sí.
–Aquella noche fui al cine con un par de amigas. Como ellas tenían toque de queda, y a mi sobraba el aburrimiento decidí acompañarlas. Una de ellas vivía al otro lado del parque. No llegábamos, así que decidimos atravesar el parque con todo. Corrimos como locas. Empezamos a gritar a mitad de camino. No podíamos más. Pero la adrenalina podía con todo. De repente, encontramos una pequeña colina. Y los vimos. Era una silueta demasiado especial. Era imposible. No me costó mucho convencer a mi amiga, otra cabra loca como yo. Subimos muy despacio y cuando los vimos, aquel ciervo estaban urgando en unas bolsas de comida.
–Entonces era el ciervo, no los ciervos.
–Cállate tonto.
-Vete a saber cómo habían llegado hasta allí. Así que echamos mano de los bombones que nos habían regalado a la salida del cine. Y los depositamos en el suelo. Se acercaron y los comieron con una paz que nos dejó emocionadas. El resto del trayecto lo hicimos totalmente calmados. Estábamos contentos. Esa sensación nos duró un par de días. Ya no importaban las broncas de los padres. Ni la opresión que sentíamos en el pecho tan a menudo. Tampoco que no tuviésemos dinero. O las continuas decepciones con los chicos. Llámame loca si quieres, desde entonces me paso la vida buscando momentos como aquel. Instantes perfectos. Y sí ya se que sueno ridícula y que tengo que madurar...
-No lo creo, dije con todas franqueza. El problema es que eres demasiado lúcida. Por eso buscas con tanto ansia remedios contra la tormenta. La mayoría sin embargo nos acostumbramos a sufrir, no intentamos superarlo. Y cuando nos hemos dado cuenta ya no sentimos nada.
Vaya, no pensé que todavía me quedara sed.
–¿Sabes una cosa?
-Dime.
–Hace un rato he sentido esa paz de la que te he hablado antes. Me la has provocado tú. Me gusta cuando te pones melancólico.
Casi no nos conocíamos. Así que todo lo demás sucedió de una manera instintiva. Juntos sí podíamos vaciar nuestro vacío.
Aunque sonrían la mitad de tiempo, las chicas ensimismadas pueden salvarte.
Peter, sin duda un título más que sugerente, imágenes precisas y espacios distintos. Me gusta especialmente la de Sophie Auster ¿Una deidad hecha mujer?
ResponderEliminarMotiva mucho la idea de que transcurran tres historias, completamente diferentes entre si, con un mismo título.
Aunque puestos a ser sinceros, me quedo con tu poesía (será porque estoy poco acostumbrada a tu prosa)
Gracias Guaci. Quizá tenga mejor poesía, pero esto es como todo. Pongamos que no se me da mal escribir crónicas de basket, pero no me quiero pasar toda la vida haciendo eso. Al menos no solo eso. Por eso pruebo otras cosas. Me equivoco, resbalo...Pero me lo paso bien. Y sí, Sophie Auster es una diosa, tanto como para inventarme una historia para poder hablar con ella....Vaya, sinceramente, en principio la historia era la misma, la he fragmentado, pero también me gusta la idea de que tu las hayas percibido como distintas. Esto lo escribí del tirón. Seguiremos probando la nieve.
ResponderEliminarElegantísimos (I,II,III). A mí me caldea más tu prosa, se te ve muy suelto. Vamos, que has triunfao.
ResponderEliminarUn abrazo, fiera
Mola el relato en tres partes. Y molan, por encima de todo, las fotos. Sigue así, campeón!
ResponderEliminarApocalípticus
Muchas gracias señor Taupaco y Apocalípticus. Siempre es un estímulo para seguir navegando por el océano blanco...Qué puedo decir, los matices de los comentarios me llenan e inspiran para nuevos retos...
ResponderEliminarUn abrazo