miércoles, septiembre 26, 2007

Las chicas ensimismadas sonríen la mitad de tiempo (II)


¿Y lo de mirar?
-¿Perdona?
–¿Cómo se te da mirar?
-En el mejor de los casos, te diría que miro con los ojos de un niño pequeño. Pero eso no me ocurre con las personas. A veces me pasa cuando me dejo llevar en un parque. O cuando me acerco al ZOO.
–¿No te gusta el campo?
-Claro.
–¿Entonces por qué eres tan dominguero?

No sabía si reír o enfadarme. Aquella tipa no me conocía de nada y ya estaba sacando conclusiones.

–No se, me temo que me he hecho amamantado en los pechos de las chicas del Burger.

Se rió. Su risa se parecía al sonido de una ola desapareciendo. Al salir, justo cuando pensaba en cómo despedirme de una manera no del todo cerrada, ella me soltó

–¿Te apetece dar una vuelta por Park Avenue?


Mire el reloj. Era demasiado tarde para ir a dar un paseo con una chica por el parque sin que algo surrealista o peligroso ocurriera. Pero le dije que sí. No creo que seas precisamente una coleccionista de calabazas. Y reí.

–¿De qué te ríes?
-Nada, estaba pensando en la clase de gente que suele frecuentar el parque a estas horas. –¿Qué clase de gente?
-No se, desperados, extravagantes, vagabundos.
–O gente interesante, terció ella. ¿No te apetece ir?
-Sí, claro.

Supongo que con la sonrisa que puse no le dejé demasiados motivos para dudar. Durante el trayecto, me comporté como un buen chico, escuchando sus opiniones sobre la ciudad y sobre lo que para ella representaba el anuncio de los diamantes.

–Es la ocasión de financiarme las giras con mi grupo para los próximos cinco años.

Me miró.
-Sí, ya lo se lo más probable es que para entonces el grupo no existe, pero la música ahora es mi sueño y no veo por qué no poner todo lo que tengo para que salga bien.

La miré. Y vi que lo decía con toda intención.


-Ojalá tuviese ese hambre.
–Perdona?
-Sí, esas ganas de hacer cosas, esa fe para que las cosas salgan bien.

Casi al instante, ella pasó su brazo por debajo del mío y me arropó como a un cuerpo cálido. Por alguna agradable razón, permanecimos así, en silencio, durante el resto del paseo hasta llegar al parque.

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