miércoles, julio 04, 2007

Fracaso y atracción


Un niño viaja en metro con su madre. Está pendiente de todo. La diferencia está en su silencio. Es importante que espere y actúe. Su madre es carterista. Tiempo después, el chaval sale de un hogar de acogida. Pero hay impulsos que nunca desparecen del todo.
Jaime Marqués (premiado en diversos festivales por su labor como cortometrajista) se estrena en el mundo del largo con una pieza cautivadora en su propuesta estética. Es la historia de un chico condicionado por sus fantasmas. Con una coartada llamativa: el oficio de un ladrón a pequeña escala. Sus técnicas. Sus motivaciones. Y con algo más interesante: la historia de dos chicos que rompen los pronósticos y aprenden a cegarse.
Nadie sabe si Juanjo Ballesta será actor cuando cuarentón. Pero a día de hoy seduce a la cámara con una mirada llena de miedo y curiosidad. Gracias a esa facilidad conquista a una chica de familia bien confundida hasta límites un tanto autodestructivos. Quizá por eso sus cuerpos y sus miradas conectan. María Valverde tiene mucha culpa. Su personaje, ella misma quizá, reúne suficiente frescura y belleza como para hechizar con sus ganas de probarse y probar el mundo. Ambos buscan sentido a su hambre interior.
Hambre por encontrar un sitio. Hambre por no dejarse domesticar por el sistema.
Y la historia funciona, por concreción y ritmo, en su parte central. Pero falla en el nacimiento y desenlace; de postal. No obstante, la apuesta por el drama es plausible en un momento donde poca gente reniega del camino fácil. La música contribuye a la turbiedad, el magnetismo o lirismo, dependiendo de la fatalista irrealidad. Es pues una cinta llena de fascinación ante el determinismo animal que vincula a dos personas cuando el deseo crea una historia irrepetible. También resulta una novela negra algo superficial sobre como el instinto de autodestrucción nos lleva a repetir, una y otra vez, la misma estrategia a favor del fracaso vital. ¿La clave? Galaxias de cuando pequeños…

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