Un grupo de amigos, sanitarios pertenecientes a la ONG Médicos sin fronteras, despliegan sus buenos oficios en una localidad llamada Pie de Pato, ubicada en el selvático departamento de Chocó, donde está teniendo lugar una crisis de carácter humanitario.
En este contexto, un médico perteneciente a ese conjunto humano, Pedro, se debate en una encrucijada amorosa: sus apetencias oscilan entre seguir aspirando al amor de su vida, Pilar, o sucumbir a los voluptuosos encantos de un atractiva colombiana, Luz Gabriela. Ese es uno de los ejes vertebradores de esta apasionante historia. El otro tiene que ver con conocer (y enamorarse) del pueblo colombiano y sus gentes. Al tiempo que indagamos en algunas de las realidades más difíciles y violentas del país de García Márquez y la biodiversidad con mayúsculas.
Con estos mimbres, el novelista madrileño Sergio Fernández Frey compone una historia llena de matices y claroscuros, que cautiva la imaginación del lector gracias a su pulso certero, vibrante por momentos, a través del que hilvana esta historia con un aroma cinematográfico, de manera que logra que leas esta narración con fruición. En esa línea de compleja sencillez, resulta muy estimable la construcción de los personajes de esta novela, hechos con rasgos poliédricos, en los que se combinan a un tiempo la cercanía, la simpatía, las sombras, la nobleza, la valentía y un amplio abanico de matices emocionales que te sorprenden en cada esquina. En un escenario adverso por momentos, también desfilan seres humanos dañados por la codicia y el afán insaciable del deseo de venganza.
La historia funciona a muchas capas. Perfectamente, podría encarnarse en una película para el cine o en una serie para alguna de las grandes plataformas televisivas del momento. Tiene momentos de comedia y mucha acción, así como buenas dosis de drama y suspense. A pesar de la visión desesperanzada que a veces se filtra en la voz del autor a través de algunos de sus personajes, sobre todo el principal y el narrador omnisciente que nos relata la historia, prima una sensación de futuro abierto y esperanza para quien visite esta historia y los personajes centrales que la pueblan.
La esperanza, eso sí, no siempre funciona con las coordenadas estrictamente existenciales. Hay en esta epopeya un canto a la vida. Hablamos de un relato que es ejemplar es la manera tan minuciosa en la que se relatan los pliegues de los usos costumbres y carácter de pueblo colombiano y español, así como detalles vinculados a las herramientas del arte de la guerra y la curación que ponen en juego los artífices de la historia. Hay fe en la infancia como recipiente primigenio de nobleza y maravilla humana. Hay confianza en la fuerza de los sueños, el afecto y las más nobles causas. Hay también estupor y horror cuando acaba imponiéndose el sinsentido que a veces deben afrontar los cooperantes en entornos muy adversos.
Y, por encima de todo, hay un suave perfume de búsqueda más allá de las apariencias. Una singladura en la que nada es exclusivamente como lo habíamos imaginado. Hay una esencia (que se desliza en esos juegos metaliterarios, llenos de humor, en los que el autor revela sus aprendizajes laboriosos sobre los excesos de primeras veces) en los que late un deseo genuino de buscar más allá de lo superficial. Hay, en definitiva, una búsqueda de la belleza con significado que solo se puede encontrar en la vida cuando metes el cuerpo (y el alma) en la tarea que te propusiste. Por eso deja poso este libro: porque entretiene sí, pero sobre todo porque algunos de sus personajes muestran una íntima rebelión contra la violencia y las injusticias. De ese manantial incandescente, hecho de intención y bondad, están conformados esos personajes que nos muestran lumbre de futuro a esa Comunidad que construimos cada día, en un camino hecho de pequeños detalles, en el que acaba emergiendo la esperanza de un porvenir que dé sentido a este viaje de aventura, sufrimiento, dolor y esperanza que llevamos algún tiempo componiendo como especie.