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Alejandro Amenabar es uno de los directores más singulares e interesantes de la filmografía española de los últimos 25 años. Recuerdo con mucho agrado su temple para articular el suspense y el misterio que demostró en películas como 'Tesis', 'Abre los ojos' o 'Los otros'. También su habilidad para profundizar en los márgenes de la condición humana, en películas como 'Mar adentro'.
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Tenía muchas ganas de ver su última obra, 'Mientras dure la guerra', desde que escuché su entrevista al respecto en 'Hoy por hoy', de la Cadena Ser, con Angels Barceló, y también al conocer como Arturo Pérez Reverte saludaba su creación "ecuánime", al tiempo que expresaba que le “
había gustado mucho”.
Tengo que decir que, por esta vez, las expectativas quedaron ampliamente cubiertas e incluso dejaron un aroma de grata sorpresa. 'Mientras dure la guerra' cuenta los últimos años de existencia de Don Miguel de Unamuno, uno de los más grandes escritores pertenecientes a la generación del 98, que despuntó en su faceta de novelista, con obras como 'Niebla' y 'San Manuel Bono Mártir', y en la de ensayista, con meditaciones como 'En torno al casticismo' y 'Vida de Don Quijote y Sancho'.
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Unamuno tuvo una vida tan polemista, pasional y contradictoria como el sabor que dejan sus creaciones. La interpretación que del escritor vasco hace su paisano Karra Elejalde es sencillamente magistral: llena de contención, apasionamiento, soberbia, ternura, fragilidad y delicadeza. La película es, en palabras de Amenabar, fiel al espíritu de la historia, aunque es verdad que se toma algunas licencias creativas en la construcción de situaciones y diálogos: Unamuno se pasó años criticando a la monarquía y al dictador Primo de Rivera, lo que le costó el exilio a Fuerteventura. Después, fue ardiente defensor de la República, de la que llegó a ser uno de sus diputados. Sin embargo, pronto se desencantó por la manera en la que en el gobierno de esta se manejaron asuntos como la reforma agraria o la apuesta por la acofensiobalidad del estado, entre otros.
La película nos cuenta como Unamuno apoyó inicialmente el alzamiento militar liderado por generales como Mola, Franco o Sanjurjo, entre otros. Y cómo al poco tiempo se desdijo al ver las
injusticias y asesinatos ideológicos que estaban cometiendo. La mirada de Amenabar, decíamos, es ecuánime porque insinúa también los criminenes cometidos en el bando republicano y confiere dignidad a algunos de los jerifaltes de los sublevados (Eduard Fernández borda a Millán Astray, aquel novio de la muerte) y Santi Prego dota de dignidad y matices a la tantas veces parodiada figura de Franco, el dictador que nos impuso su modelo de vida a los españoles durante 36 años (1939-1975, cuando falleció), que incluyeron asesinatos, ajusticiamientos y desapariciones forzosas (los historiadores cifran en 150.000 las personas que fueron asesinadas durante el régimen franquista, por motivos fundamentalmente ideológicos), además del catálogo completo de represiones: política, religiosa, educativa, de libertad de expresión y asociación...

Fuente de foto: El Correo Vasco
La película cumple pues una triple función: entretiene, contagia el interés por nuestra historia y abre la panorámica para profundizar en las aristas de la personalidad de Unamuno y del pueblo español. Lo consigue gracias al mecanismo de relojería de su guión, que contiene las dosis adecuadas de ingenio e información, así como por la direccion e interpretaciones, bien adobadas por unos logrados escenarios y caracterizaciones, así como la banda sonora, compuesta por el propio Amenábar, que ya hizo lo propio con otras de sus películas, y que realza los momentos cumbre de la historia, que alcanza su climax en el famoso enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, con aquel aforismo supuestamente pronunciado por Unamuno: "veneceris pero no convencereis...".
Fuente de foto: La Voz de Galicia
Por fortuna, aunque a veces no lo parezca, en el siglo XXI hay espacio para contadores de historias que hilvanan pedagogía, artesanía y entretenimiento como hace en esta historia el director hispano-chileno (seguro que
Chaves Nogales le daría su enhorabuena) para alumbrar algo de entendimiento sobre nuestras grandezas y demonios como pueblo...el reto es cómo acercarnos a la construcción de ámbitos más incluivos, posibilitadores y diversos, donde prime el bien común y lo que nos hace crecer... Una Aspiración que está hecha de
una mayor coherencia, en la que lo personal y social vayan poniéndose cada vez más de acuerdo, lo que es necesidad en los complejos tiempos que nos toca afrontar.