
La casa
no estaba preparada para ninguna visita.
Como alguien que se muere de repente.
Sobre el colchón,
el cuaderno escrito a mano
y un cuento túnel que leí
(imaginado con manos noruegas).
Al mediodía,
sin falta,
llegaba una rubia despampanante.
Como alguien que se muere de repente.
Besaba la terraza del apartamento y
se quitaba la ropa.
Aunque lo más misterioso
eran sus baños de sol,
con espuma de los mejores escritores franceses.
Como alguien que se muere de repente.
(Recipiente original de Héctor Abad Faciolince, mi gratitud para él)