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martes, agosto 16, 2011

El viento que no descansa y las puertas azules


Lanzarote es una isla con vocación de adolescente. Hay algo obstinado e impertinente en las rachas de viento que viajan por toda la isla, con insistencia y arena, en los meses centrales del verano. Sorprende conocer, por boca de los lugareños, que los mejores momentos para vivir en la isla más oriental de la vieja Atlántida es en invierno, cuando las temperaturas suaves conservan la calidad de vida de un lugar liberado por aquellas fechas del inconformismo y las insidias de los vientos aliseos.

Una de las improntas de la isla radica en el color de sus casas (blancas como un estado de ausencia) y, sobre todo, el de sus puertas. La mayoría de ellas son de color verde, aunque si nos acercamos a la costa también veremos algunas pintadas de azul. En ambos casos el contraste es luminoso; las viviendas te transmiten una nota de inocencia y comienzo que confiere a este lugar esa sensación de rincón aparte que tanto ha cautivado-cautivó a escritores de la talla de José Saramago y Alberto Vázquez Figueroa, que en su momento fijaron su vivienda en la isla.

sábado, agosto 13, 2011

Los Jameos de Lanzarote: pintarle los labios a la naturaleza


La isla más oriental de las islas afortunadas es también la que tiene la tasa de mortalidad más baja de los siete pedazos de belleza volcánica que desafían el afán de protagonismo del océano Atlántico. Lanzarote http://es.wikipedia.org/wiki/Lanzarote tiene un nombre que evoca caballero legendario proclive a los amores prohibidos y, en cierto modo, la isla responde a ese aire porque contiene algunos singulares sitios donde la naturaleza se ha puesto más sugerente para llenarnos la cabeza de buenas ideas sobre sostenibilidad y armonía.

Quizá el enclave que más llama la atención sea ‘Los Jameos de Agua’. Los Jameos eran, a mediados del siglo XX, unas cuevas volcánicas que no habían podido esquivar la dejadez de unos cuantos (o unos muchos, tanto da) individuos que la habían convertido en un enorme cubo de basura. Su suerte cambió cuando la encontró César Manrique, artista poliédrico, sediento de la belleza de su isla tras haberse formado en Tenerife, Madrid y Nueva York, que la escogió como primer jalón de su proyecto: “convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta”.

A fe que lo consiguió. Coaligado con unos cuantos colaboradores, con una mención especial para Jesús Soto, arquitecto que le ayudó a plasmar en realidad la mayoría de sus brillanteces, Manrique convirtió los Jameos en una maravilla de sugerencia y misterio, que abrió los ojos a nuestros ojos en 1966.

Al entrar dentro de ellos, la primera estancia (obviaremos restaurantes y otros negocios) es un jameo (tubo volcánico) bañado por un agua misteriosa donde viven algunos cangrejos blancos que hace no tanto pasaron las de Caín por la manía de algunos visitantes de dejarse las perras en el circense intento de que se movieran.

Por suerte, ahora se alerta-prohíbe gastar las monedas en esa suerte; oportunidad que ganan los visitantes. De ese modo, tienen ocasión de alejarse un poco de la masa mientras se fascinan con las duchas de luz (hablamos de un día soleado) que se filtran entre los bostezos de unas rocas con veinticinco millones de vida. Quietud, agua, lava domesticada…Una gruta perfecta para los monstruos felices, que algo así debemos representar para nuestros amigos los cangrejos, a quienes chafamos la siesta.

Un poco más adelante, se ha tumbado una piedra blanca cuyo agua azul rivaliza con el sonido del cielo. Es una amplia bañera que cautiva con sus rocas, embajadoras de una furia adiestrada que cubre de potencia y calma el corazón de los visitantes.

Sensaciones que se repiten en un auditorio donde nos reconciliamos con nuestros abuelos de las cavernas y tenemos ocasión de representar la realidad por medio de una escenografía donde la gente asiste en modo escalera al misterio de la vida delante de un espejo con voz, pausa, chispazos gestuales…Teatro en el corazón del fuego.

Los Jameos nos recuerdan todo lo que podemos encontrar en la inmersión imaginativa. Y sí, amigo, la sugerencia se multiplica si hablamos de una isla triángulo (Europa-África-América) de clima subtropical. Detalles del destino.

viernes, agosto 12, 2011

Timanfaya


Vientre colores.
Valle de tranquilidad.
Bella blasfemia.

Jameos del agua


Duchas de luz.
Adiestrar la furia.
Filtrar momentos.

El Charco (de San Ginés)


Beber, vivir, volar.
Amanecer nocturno.
Latentes viajes.

Lanzarote


Reino del viento.
Redenciones acuáticas.
Volcanes vivos.