¿Para qué sirve la literatura? Una de mis respuestas favoritas
es para hacernos más amplios. Esa
apertura es la que he encontrado leyendo el Mundo de Sofía, la novela con la
que el escritor noruego Jostein Gaarder popularizó la filosofía entre adolescentes
y adultos a principios de los 90.
El libro se lee con deleite porque emplea un tono sencillo y
didáctico para explicar las claves que estructuraron el pensamiento de los
principales filósofos (al menos, una significativa selección) que han
vertebrado la historia del pensamiento occidental en las, aproximadamente, últimos
2.500 años.
Me gusta la historia porque es entretenida y está contada
con suficiente aroma de misterio y elegancia; un viaje que se articula a través
de la figura de Sofía, una despierta adolescente que está a punto de cumplir 15
años y que por el camino es guiada por su profesor de filosofía, Alberto, quien
disecciona para ella la quintaesencia de las claves ideológicas de filósofos
como Platón, Aristóteles, Kant o Hume, entre otros.
Esa conexión, la manera en la que la filosofía puede
ayudarte a manejarte por la vida con criterio propio, decisión y capacidad
crítica, es uno de los grandes aciertos de esta historia, en la que uno
disfruta de un armisticio entre su parte sensible (avalada por el empirismo de
Hume) y la racional (Descartes), entre otras armonizaciones, donde el asombro,
la capacidad de aprender sin límites y la humildad funcionan como ejes a través
de los que crecemos personal y colectivamente.
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