Una mirada global a
la película. La última película de González Iñarritu (que parece que
empieza a recuperarse de su ruptura creativa con Arriaga) cuenta la historia de
un actor de gran éxito que alcanzo el estrellato con un superhéroe equivalente
al Superman o Spiderman de nuestra realidad. El caso es que el Hombre Pájaro
(Birdman) quiere reinventarse como autor teatral e intérprete de éxito en las
tablas de Broadway.
La película es una mezcla de géneros, donde se entrelaza el
género documental (con el retrato de la psique de los actores), con la comedia
surrealista, el drama y, por qué no, con algunos toques del gran cine, sea lo
que eso signifique. Por el camino, se nos cuenta el microcosmos (y las alegrías
y las tormentas) que el actor protagonista , Michael Keaton, teje alrededor de
su microcosmos teatral, con unas personas-personajes cargadas de vida, encanto,
aristas y autodestrucción.
5 motivos para verla en el cine.
1)
Los ojos (y la prometedora confusión vital) del
personaje encarnado por Emma Stone.
2)
El magistral trabajo actoral de Eduard Norton,
Naomi Watts y el ya mencionado logro de contención comunicativa de Keaton
(menos es más). A este último hay que agradecer la composición de un personaje
quijotesco del siglo XXI, tan cargado de buenos propósitos y nobleza como poco
equipado de lucidez y sentido de la realidad. Patético, admirable y conmovedor
en el mismo vuelo.
3)
El humor (a medio camino entre la desesperación
vital, el surrealismo y la elegancia) que brota en un puñado generoso de
momentos de la representación fílmica.
4)
La emocionante historia de superación de una
aburrida e introspectiva megaestrella del cine, hambrienta de nuevos retos (y
masajes de autoestima) creativas.
5)
El ritmo de tramos importantes de la historia,
junto a la sutil manera con la que Arriaga, logro incorporar la nueva realidad
virtual que gobierna Internet (y por extensión, nuestras vidas) de manera
gradual e imparable en los últimos tiempos.
2 razones para la crítica
1)
Fiel al universo que retrata, la película peca
de pretenciosa en no pocos lances de su ovillo narrativo.
2)
Por momentos, resulta difícil conectar
(empatizar) con unos actores tan enamorados de sus propias neurosis. O lo que
es lo mismo: ¿Puede uno conectar con adolescentes de 30, 40 años? ¿Queda
espacio para la identificación, no
digamos ya la admiración, en esa dinámica emocional?
Esa escena que se te queda grabada.
Esa en la que Norton confiesa a una atribulada Emma Stone que puede hacer cualquier cosa en el escenario y (casi) nada fuera de él. Es una escena llena de vulnerabilidad, elegancia, intimidad y atracción entre dos animales salvajes que convierten un acercamiento improbable en un momento de magia en medio de la cornisa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario