Adoro el deporte. Desde que era pequeño. El deporte ha sido
muchas cosas para mí. Me pasaba los recreos regulares en el colegio y los del
comedor jugando al fútbol y el baloncesto. Se me daba mejor el deporte de la
canasta. Supongo que por eso hoy día soy entrenador de baloncesto. El deporte
ha sido una escuela de vida para mí. Me ha enseñado a superarme. El valor del
compañerismo, la importancia de disfrutar del momento y estar centrado. Así
como de compartir y aprender a leer al otro para avanzar juntos. También ha
sido un canal para expresar mis emociones y desarrollar mi disciplina.
Por eso disfruto tanto todavía jugándolo. Casi más
entrenando (es lo que tiene la edad, te confiere aspecto de druida). Esta
temporada he tenido-tengo la suerte de entrenar junto a mi amigo Pepe a unos
chavales con una serie de cualidades difíciles de juntar: son buena gente, son
simpáticos y divertidos, lo dejan todo en la pista (seamos sinceros, sobre todo
en los partidos) y tienen talento para jugar al baloncesto. También son
bastante dispersos y pierden los papeles por las chicas y un refresco parecido
a la coca cola. Nadie es perfecto. Con esos ingredientes, ganamos el sábado
pasado el Campeonato Municipal en Madrid. La hostia en verso.
Sobre todo, después de ganar en un partido en el que
perdíamos por cuatro al entrar en el último cuarto. Por eso me produce tanta
satisfacción el equipo que hemos desarrollado. Son chavales que han progresado
en el aspecto físico, mental y emocional a lo largo del año. Y nosotros con
ellos. Son chavales de muchas nacionalidades (bolivianos, ecuatorianos,
colombianos, españoles…)pero con un solo objetivo: jugar bien, pasarlo bien.
Ganar.
El sábado lo conseguimos gracias a buenas dosis de esfuerzo,
intensidad y acierto. Conseguimos lo más difícil: pasarlo bien bajo presión.
¿Cómo se consigue eso? Amando lo que haces. Repitiendo y repitiendo hasta que
te salen las cosas fluidas. Haciendo las cosas por inercia, de tan grabadas que
las tienes en tu forma de moverte, tirar, pasar, botar...
Ese instinto lo hemos trabajado en los entrenamientos y
luego ellos en las canchas del barrio con sus colegas. También hemos logrado
que se respeten (al menos, que tengan claro que tienen que hacerlo porque ya
sabemos cómo es la adolescencia, y lo que no es la adolescencia pensará alguno
con razón) y que reine un ambiente de camaradería y buen rollo que hace todo más
fácil. El caso es que el sábado nos coronamos como campeones de Madrid. Y
Garbajosa nos dio el premio. Buen tipo este Garbajosa. Grande como en castillo
y cercano como dicen que son los grandes de verdad.
El caso es que este domingo teníamos partido. La final del
Torneo de Primavera. Y uno de nuestros jugones sólo podía jugar la mitad del
partido porque tenía la comunión de su hermano. A priori, eran más flojos que
los del sábado. Les habíamos ganado los dos partidos de liga. Al descanso,
ganábamos por seis. Pero no pudimos más. Llegamos hasta donde física y
mentalmente nos dieron las fuerzas. Perdimos por uno.
Más de uno de los nuestros rompió a llorar. Hubo quien
quería consolarles. Y yo le pedí a la gente que les dejaran tranquilos. Esas
lágrimas también forman parte del aprendizaje de la vida. Ha sido el primer KO
de la temporada. Las derrotas duelen. Son jodidas. Pero más fáciles de digerir
cuando has dado todo lo que estaba en tu mano para ganar.
De eso va el asunto ese de ganar algo. Aprender a perder.
Vivirlo, para luego aprender a ser más generoso en la victoria. Al final, lo
que te define no son los fracasos que encuentras en la vida, sino la forma en
la que los digieres, aprendes de ellos y te sirven como inspiración para ganar
en fortaleza, dedicación y superación.
Gracias chavales, ha sido una temporada del copón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario