jueves, octubre 20, 2011

Cuando el agua se contagia de silencio


No sé cómo pintar.
Menos aún de entendimiento.
La ceguera es un asunto de almas.

Ella siente las mareas de sus pies.
Mientras, la noche habla con las invitaciones puestas.
Todo sucede como en el salón de un astronauta.

Un ejército de voces desfila en mis descansos.
 Pero el saxofón que fluye en tu vientre desvía el frío
y, por unos momentos, respiro un chorro de luz.

Mis autopistas baten un deseo profundo de quietud.
La arena desciende de tus dorados atrevimientos y
algo antiguo y abierto tintinea en mi invisible música.

Cómo te lentificas cuando la mañana toca tu perfil,
con esa boca tostada por la ronquera y el descanso.
Con esa insuperable demostración de placidez.

Tu alegría codifica algunos misterios de la belleza.
Hablo de algo rápido, rítmico y rasante,
consciente como un estornudo y profundo como un

despacio.

No sé cómo pintar.
Menos aún de entendimiento.
Todo sucede como en el salón de un astronauta. 

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