lunes, diciembre 22, 2008

Esencial


Cuando gobernamos eso
le quitamos la aventura,
también la agilidad,
a nuestra alma.

Eso es una palabra muy salvaje
también muy variable.

Después vino la alegría,
la generosidad de un guiso,
y toda esa calidez dosificada
como lugar de despegue.

El lunes tenía cara de pruébame.
Y muchos de los nuestros
aprendieron en la pelea.

También en la calma y el orgullo.

Pero volvió la aniquilación fraterna,
con la constancia de un lobo
que mastica las miradas de la noche.

Por suerte,
luego arquitectura de tibios
desencantos. Hola, encanto.

Camino con el grupo.
Y duermo despierto con
el ritmo de esta gelidez.

En aquel lugar,
la gente me ignorará en voz alta.

En aquel lugar,
mis hijos serán
(y conseguiré que sean).
Tiempo.
Dame tu tiempo.

Pendiente de tu risa y
tus elegancias.

Con elegancia y futuro,
me apretaste en aquel
bote de dedicación furtiva.

Pero mi identidad ya ha caducado.
Llámalo cambio.

El viejo me hablo del sí del fluyente
(de acuerdo, venía de unos cuantos
copos de desorientación y miedo)
y empecé a celebrar la diversidad.
Empezando por la de mi biografía.

Eso es.
Nómada como abuelo cazador.
Vaciado como hombre lucha.
Sin ganas de recuerdo
sin fuerzas de futuro.

Tampoco cariño de álbum.
Y llueven renuncias.

Por suerte,
me queda el milagro
de tu tacto.

Nuestra alegría intima.
Y así hasta volver a terminarnos.
Puede que también indestructible.
Aunque sea por un rato.

Eso como
orgullo de pastor pirenaico.

Soy nómada.
Era casa.
Paciencia,
porque
seremos alegría.

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