martes, diciembre 05, 2006

Elogio del perdedor


Tres luces desmintiéndose en la tiniebla. La angustia aprieta sus brazos deformes sobre tu garganta. Toda la vida conteniendo la arrogancia del predestinado para terminar postrado en una soledad cósmica, esclavizado a las estrellas del huerto hebreo. Un pintor italiano sin vida para la posteridad te busca en la derrota. Has sido bastante más impredecible de que lo que aventuraban los visionarios. Cómplice con los autodestructivos. También poeta con los ofrecimientos naturaleza. Y la lucidez te abrasa las manos cuando apenas cala tu simpatía en nuestra torpe conciencia. Como ya no quedan lagrimas, la sangre mana como la respiración de una ballena, en dos o tres regiones olvidadas de la espalda. En el día señalado, cuando el miedo impondrá para siempre su magisterio, ninguno de tus amigos o amantes puede acercarse. Ni seguirte. Si quiera esperarte. Por eso invocas la calidez nuca concedida de la luna. Quién nos metería tanta imaginación en el alma. Nunca nadie a partir de ti ignorará (ya es seguro) el sufrimiento de determinadas cavernas. La caída y sus azules vacíos nos transmiten cada noche más el terror de estar solos. Pero no solo de perdida está hecha la narración. Por eso su mirada ha viajado a lomos de varios siglos. Porque él descubre la calidez interna de una generosidad todavía hoy intacta. El enigma de la gente en construcción.

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