Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
martes, octubre 31, 2006
Retratarse retratando
“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.” Desde luego, Truman Capote (1924-1984) no conocía la contención cuando se trataba de hablar de sí mismo, una honestidad y una brillantez que tampoco le faltaban cuando miraba por la ventana del papel en blanco y vertía sus testimonios sobre la vida que discurría ahí afuera.
En su momento, a Capote se le estudiaba como uno de los referentes del nuevo periodismo, esa escritura donde convergía la verosimilitud de los reporteros y el arte de los creadores. Ahora se intenta explorar su personaje con películas notables donde queda de relieve su hambre de reconocimiento y la entrega con la que se abandonaba a la literatura y los excesos.
Pero sí de verdad quieres conocer al ser humano, a ese escritor que rebosaba frescura y acierto a la hora de filtrar sucesos y conciencias con las palabras, leelo. Visita por ejemplo Música para camaleones, un muestrario de cuentos, rarezas, reportajes y autoconfesión que conmueven e inspiran casi sin descanso.
Surgirá algún pero, claro. El exceso de localismos o algunas pegajosas obsesiones: los asesinos y sus motivaciones o el envanecimiento personal. Pero apenas si se nota, porque lo importante discurre durante una lectura donde te puedes sentir más inteligente, más sensible, más desolado también, más lúcido y consciente en suma. Y el mérito corresponde, claro, a esa implacable retratista del mundo real, el señor Capote, el tipo que crea relatos fantásticos y sugerentes solo con ejercitar la memoria y su talento para la puntuación y los diálogos.
El libro contiene vida y desgarro en cantidades industriales, pero hay dos piezas que conmocionan por encima del resto: Día de trabajo y Hola desconocido. En la primera, acompaña a una mujer de la limpieza durante su jornada. Lejos del aburrimiento, Capote compone un fresco lleno de sugerencia (por los sitios que visitan) y ternura (por la latina mujer que se confiesa). La segunda, rezuma inquietud y poesía con una rara conexión personal entre un cuarentañero y una quinceañera.
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