jueves, julio 13, 2006

Princesa anhelante


Por una de esas extrañas formas de desorientación que nadie entiende, a veces la semana se convierte en una sesión continua de cine. Una parte de mi, me recuerda que no puedo ser tan pasivo. Otra más sabia y desgarrada dice: váyanse al carajo.
Cuando consumes celuloide acaban pasándote cosas interesantes. A veces pasan unos meses, pero algunos fotogramas se te quedan grabados en la mirada y de repente en una noche, en un momento de descubrimiento acabas encontrando la frase más sabia o divertida del momento. La forma de mirar más conveniente para decirlo todo. Todo. Sin palabras. El cine ayuda a vivir. A vivir de una manera más interesante.
Para que eso suceda necesito películas que me conmuevan o que me hipnoticen o que me saquen del vacío que a veces amenaza con no dejar entrar nada más.
El caso es que anoche la descubrí. Una chica con la piel temblorosa, los modales de una inconformista y la mirada de una loba. Princesa Mononoke. Vivirá en Japón. Cuando la humanidad haya retrocedido a un tiempo medieval, donde las tradiciones niponas colisionen con el progreso occidental al que ellos se engancharán más compulsivamente que ninguna otra civilización.
Música absorbente, a medio camino entre el clasicismo y la melodía que bailan las chicas en un anuncio de Menorca. La historia tiene a un muchacho (prometedor y abrumado) como delfín de enganche. Un chico desgarrado entre su pertenencia a los humanos y la armonía y el odio que le consumen. Es joven y apuesto pero tiene demasiada conciencia como para no averiguar por qué esas gentes buenas y algo aburridas adoran con tanta vehemencia al progreso.
Qué me dicen. Una coctelera donde los fantasmas son lentos y buenos, donde las chicas no llevan maquillaje ni nada que no sea un kimono y un trozo grande de carácter. Donde los animales son agresivos, bellos, tenebrosos y metafísicos; con la sabiduría cansada de los moradores del bosque.
Buenos atormentados, malos inteligentes, misteriosas cautivadoras o miedosos sobrevivientes (mayoría de los que sentimos la historia). Es una película, siéntese, donde se entrecruza la leyenda mitológica, los incesantes nuevas preguntas y esa terrible paciencia con la que los sámanas siguen poniendo en entredicho nuestro estilo de vida.
Hay también, porqué no decirlo, una princesa que vive y sueña con los lobos. Que lo quiere todo y que se asusta cuando alguien, un chico, le gusta. Princesa Mononoke. Ojos grandes. Espalda cautivadora. Y la belleza insuperable de quien nunca se sentirá gusto con nuestra vocación autodestructiva.

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