viernes, diciembre 06, 2019

diecisiete: quijotismo, valentía, temeridad y ternura para recuperar el vínculo fraterno


                 Fuente de foto: elpaís.com

La última maravilla de Daniel Sánchez Arévalo (autor de dos de mis pelis favoritas 'AzulOscuroCasiNegro' y 'Primos') se llama 'diecisiete' y cuenta la historia de Héctor, un adolescente a punto de estrenar la mayoría de edad, que la lía parda en cuanto tiene ocasión para velar por el bienestar de su abuela y, para qué negarlo, llamar la atención de su hermano Ismael.

Por el camino, el protagonista de esta extravagante historia acaba con la paciencia de la jueza que intenta brindarle un lugar en la sociedad, e ingresa en un centro tutelado de menores. Allí sufrirá la exclusión y el acoso que depara su carácter perfeccionista (una mezcla del síndrome de Asperger y del trastorno autista).

Su torpeza para establecer comunicación y relaciones sociales es inversamente proporcional a su habilidad para procesar datos e ideas, con una memoria prodigiosa, que le permite aprender de corrido el código penal...

Gracias a una terapia del centro, enfocada en que los adolescentes tejan relaciones con perros abandonados y aprendan a amaestrarlos...Hector progresa en su manejo de las emociones, aunque la adopción por parte de una familia del perro que había instruido, Oveja, y la pérdida del contacto con el adorado can desencadena un nuevo estallido de furia y arrebato.


                     Fuente de foto elpaís.com

En ese momento, empieza un viaje único, asombroso, al borde de lo inverosímil, que cautiva por el sentido del humor, la ternura, la dureza y las réplicas ingeniosas que tejen los dos hermanos protagonistas (magistralmente interpretados por Biel Montes y Nacho Sánchez), que se enfrascan en una aventura junto a su abuela a la búsqueda de Oveja y de reparar el vínculo que un día les hizo fraternalmente cómplices.

La película se teje con sencillez e intimismo. El arranque es cine en estado puro, con una presentación del personaje de Héctor repleta de acción y misterio. Quince minutos sin diálogos, hechos de belleza y gestos trepidantes.

La obra, apadrinada por Netflix (de los que Sánchez Arévalo agradece los medios y la libertad creativa que le han dado) combina con sabiduría el drama y la comedia (la literalidad con la que Hector se toma las situaciones y los diálogos da lugar a bastantes momentos divertidos).


Fuente de foto: cineuropa.org

Los personajes están llenos de aristas y claroscuros, aunque priman sus ganas de encontrar un lugar en el mundo y su humanidad, llena de detalles que rezuman nobleza y sensibilidad (apartado en la que brilla desde la sencillez la banda sonora compuesta por Julio de la Rosa). También es llamativo como los protagonistas se alternan rasgos quijotescos y sanchistas (en un delicado equilibrio entre idealismo y realismo, inconformismo y sentido común, en el que nada es exactamente lo que parece en cada escena).

El tono general de la película es de esperanza, tonalidad a la que contribuyen los hermosos parajes cántabros en la que está ambientada. Transmite una valiosa leccion: aprender a perder con dignidad y entereza para que, cuando llegue el momento,también sepamos ganar. Por el camino, hay risas, llanto silencioso, asombro y entretenimiento del bueno. Una película pues, hecha desde la sencillez y lo mínimo, para enmarcar en la estirpe del mejor cine español de este siglo XXI.




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