Hasta el 15 de febrero, la Fundación Telefónica, situada en
la Gran Vía de Madrid, acoge la exposición Nikola Tesla: el futuro es suyo. Tuve
la suerte de recorrerla con mi familia el pasado jueves y nos dejó fascinado. La
muestra recorre la singladura de uno de los científicos más brillantes que ha alumbrado
nuestra historia. Tesla tiene diferentes registros que le hacen especialmente
interesante.
Era un tipo de más de 1,80, que gustaba de vestir prendas
refinadas; un dandi en definitiva, algunos de sus accesorios pueden apreciarse
en la muestra. Un tipo que presumía de ser el hombre más elegante de Nueva
York, lugar del que primero se sintió muy despegado por la rudeza de su gente y
del que más tarde quedó cautivado por las posibilidades que ofrecía.
Tesla tenía una mirada que subyugaba a la gente. Esos ojos
penetrantes eran marca de la casa de este científico de origen serbio,
absolutamente obsesionado con el trabajo y las posibilidades que vislumbraba en
diferentes aspectos de la realidad. El adjetivo visionario a veces se queda
unos centímetros corto para definir su posición y hallazgos en relación al
tiempo que le tocó vivir.
Entre sus logros y descubrimientos, figura el descubrimiento
de la corriente alterna (que posibilita hoy día la electricidad en nuestros
enchufes), la invención de la bombilla (que rentabilizó Edison) y la creación
de las emisiones de radio (que se apropió de manera infame Marconi, que encima
se llevó el Premio Nobel y la medalla de haber invitado ese imprescindible
artilugio para los que en su momento estudiamos en la EGB).
Tesla tenía una mente inquieta y preclara, que le permitía
encontrar ideas estimulantes, muy novedosas para su tiempo (algunas de ellas
todavía lo siguen pareciendo para el nuestro). Esa inventiva le permitió abrir
nuevos caminos de desarrollo para la ciencia. Uno de los detalles que más me
llamó la atención es las visiones que decía tener respecto a lo que venía o lo
que ideaba. Visiones llenas de brillo, suponemos que encontradas en algún
estado entre la vigilia y el sueño vedado para la mayoría de los mortales, en
las que vislumbraba la realidad con un unas tonalidades y espacios de
representación que luego no encontraba en su mundo.
Imágenes como las de un mundo interconectado por pequeños artilugios,
de un tamaño tan pequeño como para guardarlos en un chaleco, que vencían las
distancias y nos permitirían (nos permiten ya) comunicarnos con independencia
de la distancia geográfica. Es más, Tesla consideraba que en el futuro seremos
capaces de proyectar nuestras imágenes mentales en una pantalla. Algo que por cierto ya sucede en cierta manera
cuando vamos al cine.
El caso es que Tesla era un ejemplar extraordinario. Para
muchos, representa el ideal del científico romántico entregado a la causa de
idear nuevos caminos para la ciencia y dotado con una extraordinaria capacidad
de trabajo, pero incapaz de rentabilizar luego esos avances o llevar una vida
con cierta comodidad en el trazo cotidiano. Algo que sí hizo por ejemplo de
manera compulsiva Edison. Esa incapacidad para desarrollar diferentes registros
en su personalidad (tanto disfrutaba ideando inventos) le llevó a sobrevivir de
regulona manera en los últimos días de su existencia, que terminó arruinado y
musitando ideas en los márgenes de la sociedad.
Pero eso no ha sido óbice para que sus miles de patentes hayan
ido cosechando asombro de manera gradual. Tanto es así que, con la llegada del
siglo XXI, su figura ha sido reivindicada ampliamente. Es como si el futuro,
ese territorio al que (con razón) él siempre decía que le pertenecía, empezara
a darle las gracias por tanto trabajo.
Tesla, ese hombre centrado en cuerpo y alma en concretar sus
ideas, renunció también a los placeres de la carne femenina, y eso que las
damas caían rendidas a su inteligencia y querían cita con él. Pero no era
posible. Hoy sabemos, a raíz de diferentes evidencias, que probablemente
prefería yacer con hombres. Otro territorio del que sólo podía disfrutar con
plenitud en el futuro. Por ahí también quizá se desarrolló esa sensibilidad que
tuvo a favor de dar más derechos y áreas de responsabilidad en la sociedad para
las mujeres, así como un desarrollo más integral de diferentes ámbitos de la
democracia.
Probablemente, uno de los secretos del éxito de Tesla era su
infinita curiosidad, que le llevó a armonizar y entrelazar amplios territorios
humanísticos y científicos. Si a eso agregamos una capacidad de trabajo que
deja en aficionados a los oficinistas japoneses, sus capacidades para las
operaciones abstractas en el ámbito de la ciencia y su inventiva y atrevimiento
(más propios de un poeta o de un hombre transversal en la excelencia como
Leonardo Da Vinci), encontremos los ingredientes de la ecuación de un genio.
Un hombre lleno de aristas, en suma, que está notablemente
retratado en la Fundación Telefónica, donde por el camino también conoceremos
algunos de los descubrimientos más notables de los científicos españoles de la
época, así como la vertiente pop del personaje (que en los últimos tiempos ha
sido motivo de inspiración de artistas, protagonista más o menos central de
algunas películas, como la famosa el Truco Final, otra joya de los hermanosNolan, e inspiración de creaciones callejeras en diferentes enclaves del mundo).
La valoración de los miembros de la familia no deja lugar a
la nota de esta exposición: un 9. El 10 se lo dejamos al maestro
serbio-americano, no queremos darle motivos para que le entren tentaciones de
emplear su célebre rayo de la muerte…
Pd2: gracias a mi tía Mela, por recomendarnos la exposición; tía, que Dios te conserve el buen ojo para ver las mejoras cosas aunque sea desde en medio del océano ;-).
Te interesará entonces el librito (no más de 100 paginas) que sobre él escribió Jean Echenoz dentro de su trilogía : Ravel (sobre el músico)-Correr (sobre Emil Zatópek)- y Relámpagos (sobre Tesla).
ResponderEliminarMuchas gracias Esperanza. Me anoto la recomendación; puede que se la encargue a los magos ;-)
ResponderEliminarEl libro de Correr sí que lo he leído y me encantó. Feliz navidad!! Hablamos pronto...