sábado, diciembre 13, 2014

La Sal de la Tierra: deslumbramiento, horror y esperanza



De qué va: La Sal de la Tierra relata la singladura profesional y personal de Sebastiao Salgado, el fotógrafo que ha elevado el periodismo a las cotas de as bellas artes, sin perder por ello su capacidad para documentar las diversas realidades del hombre. Todo ello a través del poder de la foto en blanco y negro.

La historia está dirigida por Win Wenders (El Cielo de Berlín, Paris Texas) y el hijo de mayor de Salgado (Julian). El documental discurre a través de cuatro voces: la del propio Salgado, la de su padre, la de su hijo y la del director alemán, que parece haber recuperado su swing gracias a sus últimos trabajos como documentalista. En esa línea, el tío Win estructura un relato articulado de las imágenes de Salgado, evocadores grabaciones fílmicas y los testimonios de los narradores.

Por qué me gusta. Porque viaja a la esencia de la condición humana sin edulcorantes, en sintonía con el trabajo de Salgado. La película conmueve desde el principio. Por sus silencios. Por la vibración suave de su banda sonora. Por la fuerza expresiva de sus imágenes y la lucidez de Salgado para explicar el mundo y la sal de esta: las personas.

El trabajo de Salgado ha abarcado diferentes ámbitos de la condición humana; la realidad de los refugiados, el hambruna de numerosas regiones africanas, como El Sahel, los hábitos y las estructuras sociales de las tribus amazónicas y los pueblos andinos, también el horror del genocidio ruandés…

Su trabajo concilia el mérito de encender belleza y al tiempo documentar realidades humanas diversas (difíciles, atroces, estimulantes…) con un extraño equilibrio de poesía, compasión y asombro. Eso sí, para alguien humanista como él, el peaje para modelar estas miradas, por retratar esos mundos, ha sido bastante elevado. “Mi alma llegó a enfermar” afirma tras el relatar el horror que captó (y vivió) durante el conflicto ruandés.

Dos frases condensan la esencia de su mirada. “el hombre es un animal feroz”. “No es un problema de catástrofe natural el nuestro, sino de reparto de riqueza”. Para regenerar su fe en el género humano, se embarcó en un inspirador proyecto, que tuve la suerte de contemplar este verano en Tenerife.

Este muestrario de fotos devela la fuerza y diversidad ecológica, animal y antropológica que todavía contiene nuestro planeta. Una riqueza que conecta con dos de los momentos más sobresalientes de la historia: la lentitud conectada de los pueblos andinos y la dureza adaptativa de los ‘cowboys siberianos’.

En suma, me gusta esta historia porque sintetiza la belleza de las imágenes de Salgado con su peripecia biográfica y la realidad a menudo adversa de los mundos que estamos desarrollando. (No me puedo quitar de la emoción las imágenes de las minas de oro brasileñas con las que despega el documental).

Las pegas: Wenders compone una oda en toda regla al amigo brasileño. El autor (y da la sensación que la persona) merecen la admiración pero a veces se echa de menos algo más de sutileza y de contención (menos énfasis) en la narración y los rotulados. Menos es más…


Cuándo verla. Por la tarde. Cuando estés pleno de energía y atención. De lo contrario, corres el riesgo de entrar en semisueño con este trípitico de belleza-pesadilla-canto a la esperanza. Procura verla en momentos de vigilia atenta, ya que la historia te conmoverá te destruirá y construirá a un tiempo…Con un estimulante mensaje de unidad con la naturaleza como epilogo esperanzador. 

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