domingo, enero 01, 2012

Ricky Rubio: las teclas de la imaginación

Tres partidos han bastado para que Ricky Rubio encienda el entusiasmo de los aficionados de los Minesota Timberwolves. A sus 21 años, el fenómeno del Masnou está justificando la expectación que había despertado al otro lado del Atlántico. A este lado del charco, ha pasado de ser venerado como una estrella del rock a ser objeto de chanza o repudio. Por suerte, la cabeza de Mr Rubio está edificada desde hace tiempo en una estepa llamada equilibrio.

El baloncesto es, como tantos otros juegos, un laboratorio de épica donde cada uno de los aficionados proyecta su manera de ver y vivir este viaje. Escribo esto después de que el base suplente de nuestra selección haya guiado a Minesota, vicepeor equipo del año pasado, hasta la misma yugular de Miami, vicemejor equipo del curso anterior: 103-101, con 12 puntos, 12 asistencias, 6 rebotes y un robo de Ricky. Durante varios tramos del partido, el señor Rubio provocó ovaciones unánimes de los aficionados de la gélida Minesota.

Más de un yankee, que para geografía tienen el mismo talento que gastaba George Best para decirle palabras agradables a su suegra, piensan que Rubio proviene de Méjico. No importa. Sus cronistas ya les están sacando del error. Me alegro especialmente de lo que le está pasando al señor Rubio. Por él y, para que negarlo, por mí. Durante dos años he tenido que aguantar la barrila de mis colegas sobre el señor Rubio: primero fue un “está sobrevalorado”, luego un “no es para tanto”. Conforme el juego de Rubio perdía grados en su brillantez, llegaron palabras más gruesas: “es un bluf” o “está acabado”.

Tampoco hay que tenérselo muy en cuenta. Es el viejo deporte de los españoles: haz que la realidad encaje para llevar la razón. O, como dirían mujeres y cómicos: ya están peleando por ver quién la tiene más grande. Pau lo resumiría con elegancia: no es nada personal. El caso es que Ricky ha vuelto y me siento orgulloso de presumir de su juego. El talento siempre está bajo sospecha. Pero cuando fluye, las bocas que antes criticaban a Rubio como quien come una hamburguesa, ahora se quedan abiertas como si fueran la puerta de la catedral de Burgos.

Repasemos un poco de cómo Ricky ha llegado hasta aquí. Debutó como profesional a los 14 años con el Joventut de la mano de Aíto. A los 17 cautivó al mundo en unos Juegos Olímpicos en los que se colgó la medalla de plata. Por el camino, lideró nuestras categorías inferiores. Y aunque le tangaron en una eliminatoria clave como junior, mantuvo la serenidad, al contrario que algunos compañeros que lloraron o sufrieron un pequeño ataque de ansiedad.  A posteriori, se coronó como doble campeón europeo con la selección. Fichó por el Barça y ganó  primero una Euroliga y la temporada pasada una liga ACB.

Por el mismo camino, sufrió la temporada pasada una crisis de identidad. En sus palabras: “perdí un poco la confianza en mi juego”. El maestro de los highlights (mejores momentos), promocionado a categoría de superestrella en la era de You Tube, parecía tener los pies de barro. Todo se sobredimensiona. Pero el señor Rubio ha sabido ordenar lo que pasó. El día de su presentación ponderó: “en estos dos últimos años he aprendido a ser mejor compañero y tener mejor mentalidad”. Ya lo dijo el maestro zen: “el sufrimiento te abre las puertas del aprendizaje”. Y es lo que a hecho Ricky, que desde pequeño se hizo llamar así por la abundancia de Ricards que había en su escuela.

Por el camino, no se ha rendido. Ha mejorado su masa muscular y ha trabajado el tiro con parecida obsesión a la que gastan los proyectos de opositores en sorber datos con longitud de jeroglífico. Mi impresión es que la pequeña crisis de la que viene Ricky es un problema de mentalidad, muy natural cuando hace nada que has dejado atrás la adolescencia. Me entran escalofríos de pensar en los problemas de mentalidad que en más de una noche mis colegas y yo tuvimos para…Hacernos mayores. Por suerte, el talento no desaparece  y Mr Rubio ha recordado que lo importante es divertirse.

Yo me lo paso teta viendo como toca un piano llamado imaginación, con botes elásticos y alley hopos que ensanchan los límites de este juego. Cuando lleva la pelota lo imprevisible se hace posible y esa cualidad es oro líquido. No hay más que ver las reacciones de sus compañeros y rivales o echar un ojo a la página principal de la NBA para saber que estamos ante alguien diferente, que irradia carisma y que, paradojas de los adelantados, ha pasado ya la crisis de los treinta. 

No te rayes, Rcky, por supuesto que todavía te queda mucho por aprender, pero recuerda que lo importante es disfrutar del camino. Camino como el que trazaste contra Miami. Que lo disfruten


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