miércoles, noviembre 02, 2011

Ojos de afable y lomo de surf


Siete metros.
Mido siete metros.
Tumbado a la manera en que ella
viaja entre la televisión y el cansancio.

Mi océano es una casa.

Habito mi incertidumbre con una inteligencia
(yo no utilizo palabras)
Elegante.

Los sonidos, la danza, el salto.
¿Te gusta mi vagón acuático?

Sólo carne, sí.
Mejor, cerca de la costa.
Creo que lo llaman comunicación.

¿Por qué somos amables con las chicas curiosas?
¿Por qué la luna se deja acariciar por el sol?

Comunicarse, orientarse, diario esfuerzo competente.
Y alimentarse: los sonidos, la danza, el salto.
No sólo de arte vive la pervivencia.  

Primo, cada día más cebón.
Sí, mi primo el hipopótamo.

¿Qué te enseñe la espalda?
Fusiforme: cuerpo alargado y extremidades pegadas.
Largo como un bolígrafo de antiguo saurio
y acuadinámico como un automóvil profundo.

Dentro de una conciencia: agua y aire.
Fluido como una caída en el amor.
Modulado como un cantapenas.

Vivo en las redes sociales.
Tengo más de 1.000 agregados.
Algunos parecidos porqués.
Cicatrices, competencia, mordeduras, hembras…

Apellido de oceánico.
Gestación de un año.

Y silbidos de frecuencia modulada.
Tan afinados como para rubirozar
la falda de la María Grazia Cucinotta
de mis vecinas.

Música de impulsos.
Silencio. Sonidos. Silencio.

La pista de corrientes marinas.
Y los ojos cerrados,

clic
(llámalo ecolocalización)
clic
(llámalo comunicación)
Clic
(llámalo seducción)

Simpático y amable. 

¿A cambio?

pesticidas, metales pesados, plásticos y otras ‘diplomacias’ industriales
ni siquiera las habitaciones infinitas del agua pueden perdonar eso.

En lugares como en Taiji e Islas Feroe, ñam, nam

Gracias, gracias.

¿Un concierto de rock?
Focalizar y discriminar las ondas acústicas de alta frecuencia de
auxilio de nuestra diversidad.

¿El futuro?
Que el capitán Kirk no tenga que echarnos de menos. 

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