viernes, octubre 07, 2011

No tengo mucho que ofrecerte, Chet (2.0)


Las calle siempre sabe esperar.
Aquella bruma supuso el ritmo de

una dislocación.


Los hombros de Mary bailaban al
compás de un romance invisible.

Cómo no sentir esa caricia al aire
de los reactores de su cuerpo;

modulados y sinuosos como unas
alas camufladas bajo la piel.


La dislocación vino más tarde.

Exceso de noche, dijo Jimmy.
Qué más da.

Es el pago de un cuadrilátero de rosas.


Tocar la abundancia

hendir nuestro pan en el temblor.


Después, dondequiera que estuvieras,

un rastro divertido y agónico.


Tu cara, tus manos,
tu voz.

La trompeta.

A medio camino entre el olvido y el alma.


Soplar el viaje a la desaparición. 
Momentos, calma, mundo.


Sintiéndote vivido,

inmóvil,

con los ojos cerrados y
los

labios
blancos

en
la

niebla.

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