Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
miércoles, marzo 31, 2010
La magia de estar en algo
Comunicarse es difícil.
¿Qué palabra te gustaría oír?
Promesas de cazar riesgos.
Algún día Notre Dame desaparecerá.
Lo que se pierde, se rejuvenece.
Los detalles edifican personas.
Realidad y amor, a menudo enfadados.
Esas ideas sobre cómo vivir las vidas...
Por suerte, estoy en mis sueños.
Hasta cuando discutes, risas.
Púrpura y cajones rebosantes.
El pegamento es de tus labios.
martes, marzo 30, 2010
Las casualidades
El tren con sueño.
Sonrisa de adelanto.
Bonitas gafas.
Horizontes irlandeses.
Plegaria de encontradizos.
Todo lo que sientes. Y lees.
Como en tu choza.
Vaqueros desmayados.
Atardecidos.
Un sándwich amable.
Pensamiento flirteo.
Algo más, forastero.
Majestad de tren.
Gancho de distraído.
Broma adelanto.
Velocidad, tan cerca.
Azules inmensidad.
Chispa, palabras, chispa.
¿Cómo te llamas?
Plegaria de encontradizos.
El tren con sueños.
lunes, marzo 29, 2010
Seda sueños (una nana para Juanito)
Ea Juanito ea, sueña.
Dale luz a tus alas.
Dile luego a los juegos.
Hazte un saco de papas.
Visita verdes sueños.
Descansa duerme da-da.
Ea Juanito ea, sueña.
Dale luz a tus capas.
Dile sueño a tus juegos.
Suave, peque, descansa.
Schss, sensaciones seda.
Baja, burbujas, baja.
Ea Juanito ea, sueña.
Dale bum a tus alas.
Dile jugo a tus juegos.
Lee lunas en la lumbre.
Decora duendes y alas.
Nnna, nnna, navega nubes.
Ea Juanito ea, sueña.
Dale luz a tus alas.
Dile sueño a tus juegos.
(Para mi sobrinito-primo Juanito,
que se empeña en pintarle sonrisas
a todo aquel que ‘osa’ cruzarse en su camino).
viernes, marzo 26, 2010
Todavía no se ha hecho de día
En aquella época,
estaba demasiado
ocupada en sufrir.
Me gustan las ciudades
que no saben dormir.
Donde hay gente (volcanes)
de día, de noche.
El agua pide espejo,
el espejo devuelve cansancio.
El viento pide lentitud;
me cogerá por los hombros,
me empezará, me empezará.
Tu nombre poco a poco.
Los neones se hacen los
solitarios.
Me sumerjo en tu recuerdo.
Te convertirás en una canción.
Imposible no venir.
Llanto. Mentiras. Llanto.
jueves, marzo 25, 2010
Algo que no puedo nombrar
Bikini eterno.
Chica lejana mira.
Parece incendio.
Distancias agua.
Al salir, al entrar: tez.
Piscina duda.
Montamos bromas.
Dice sí a la cena.
Flotante noche.
Música, maestra.
Furia de los licores.
Palabras densas.
Alumbramientos.
Elegancia en piel.
De cercanías.
Ojos salvajes.
Identidad y arraigo.
Manos seguras.
Haz, ven conmigo.
Velocidad en los pies.
Cuevas decientes.
Acento manos.
Linternas submarinas.
Ojos de más.
Polifonía del encuentro
No son los imperios,
es un mosaico:
com-plejo
con-tradictorio
com-plicado.
Europa puede en la armonía del universo.
El comercio
las finanzas
la cultura
esencia transversal de encuentro,
nuestro encuentro.
Mientras, escandinava aprieta las flores:
la música, tejido donde el mundo se entiende.
Nos gusta el lugar que ocupa la tierra
(y la lengua de cada uno dentro).
Europa son ciudades.
Y Europa, artesanos,
es un sentido de la relación humana,
sentido del trabajo.
Dónde está nuestro trabajo.
(Gracias a Ruiz-Domènec y J.M. Martí Font,
cuyas palabras alimentan estos versos).
miércoles, marzo 24, 2010
Un profeta
Sobrevive.
Vive sobre sí mismo.
Sobrevuela.
19 inviernos.
19 rasguños.
19 limitaciones.
Profeta da la espalda.
Simplemente, que te jodan.
Agujero negro no invisible.
Profeta ve tres escalones.
Así, de un golpe mental.
Agujero luz le encuentra.
Primero masajear mujeres.
Luego, paladas de dinero.
Pronto, castillos dignidad.
La vida te sodomizará, chico.
Tú decides si te dejas hacer.
O si agarras las riendas.
Riesgo rastrojo humano. De ser.
Riesgo rápida rendición. Sopla.
Riesgo versión ganadora. Vivir.
La tuya.
Tuya es.
Tuya.
Cojones.
Y un poco.
De poesía.
Sobrevive.
Vive sobre ti mismo.
Sobrevuela.
martes, marzo 23, 2010
Cayo Coco, el paraíso conectado con la voracidad humana
En la región central de Cuba, justo al norte, emerge una isla llamada Cayo Coco. Si tienes una idea de paraíso, es bastante probable que ésta encaje con lo que te puedes encontrar en esa porción de tierra (370 km2) que convierte los rayos de sol en fanta de limón. En Cayo Coco, el mar está asilvestrado pero al tiempo acostumbra a terminarse de un modo tranquilo; mientras, el azul se reinventa, los animales salvajes se hacen los distraídos para compartir baño contigo y tienes las comodidades de hoteles generosos en estrellas a un precio bastante razonable. Viva la clase media de la que somos disciplinados soldados.
La paradoja de tanta belleza estriba en que los cubanos no pueden disfrutar de su paraíso en la tierra; tienen prohibido el acceso a esta isla, la cuarta más extensa de la nación. Cayo Coco te recibe con un cartel salpicado por un par de detalles de mal gusto. Una realidad que hasta ahora no habíamos abordado en esta bitácora es el racismo que acecha en la mayoría del pueblo cubano. Las guías dicen que sólo el 15% de la población es negra. Pero, sin ponerse muy riguroso, a uno le parece que cuatro de cada diez cubanos son de ébano. Mejor para ellos: los tíos están mazas per se y las pibas son un circuito de insinuaciones: bellezones que cuando se mueven activan el universo.
Pero la gente aquí no lo ve del mismo modo. A la mínima de cambio, se ponen a rajar de los ‘morenos’, a los que asocian con la delincuencia, las salidas de tono y una insuperable facilidad para hacer el ridículo o complicar las cosas. Tampoco nos las vamos a dar de ejemplares. Si piensas en los prejuicios que despierta el pueblo gitano aquí, convienes en que la estupidez puede ser planetaria.
Por un perverso mecanismo de la (colectiva) mente, no es descabellado pensar que algunos ‘morenos’ metan la gamba por un inconsciente deseo de ‘satisfacer’ las expectativas que sus congéneres tienen puestos en ellos. Obviemos este absurdo; en el otro polo, conviene subrayar también aquí a la gente que respira lucidez y valentía. En el hotel me llamó la atención el rollo que tenían montado con los animadores. Éstos fueron encantadores con nosotros. Ya sabemos que es su oficio, pero yo nunca había disfrutado de esas atenciones y me pareció que lo tenían muy bien montado. Mención imagen para una animadora de ébano con la mirada del color que bañaba sus sandalias.
Me hinché a jugar al ping pong con el señor Boggi, que demostró ser un fiero competidor. Digamos que él ganó más partidos pero que yo demostré tener más instinto asesino, que, debidamente domado, me llevó a lograr la victoria más amplia, prolongada luego por una serie de victorias con Raulón y una de las animadoras (que, ejem, dijo haberse dejado ganar). Al final, me quedé con la incógnita de que habría sucedido si hubiéramos disputado una batalla final al mejor de cinco partidos con Mr Boggi…
Después de media decena de días viviendo a fondo la realidad del pueblo cubano, agradecimos comer viandas parecidas a las de casa y ducharnos con agua caliente. El último día lo pasé teta jugando al mini golf, esa escuela de paciencia y serenidad, donde pude ganar in extremis al tío Dani, tras emular a Sir Ballesteros con un golpe postrero que todavía me causa incredulidad (imagínense a Dani).
Hubo más cosas. Playas transparentes. Flamencos confiados. Una preciosa princesa porteña. Paseos reveladores sobre el destino de nuestro planeta, quizá también de nuestras vidas, con Javi y Dani. Noches lentas. Noches rápidas. Pelícanos flotantes. Playas sin horizonte. Tentaciones en forma de mojitos. Una final casi ganada junto a Raulón en el noble arte del fútbol tenis. Y la sensación de que el paraíso se nos escurrió entre las arenas. Quizá algún poema pueda aportar algo más de sugerencia respecto a esta galaxia de recuerdos. Brindemos los paraísos.
Algunos dirán domesticados: como los 27 kilómetros de carretera que el hombre ha construido para convertir Cayo Coco en una península. Eso sí, para enchufar dólares a la isla, ha habido que pagar un precio: una ligera diezma de la población flamenca.
Por eso mejor naturales (paraísos), como la canción Yelow inventándose en la noche. Pero ésa ya es otra imagen...
domingo, marzo 21, 2010
Los perros adelgazan Cuba
sábado, marzo 20, 2010
Morgan Freeman se ha dejado el pelo largo
Morgan Freeman, incógnito, vive La Habana.
Hombre libre ya no necesita de púrpura social.
Morgan Freeman se ríe con relajo del oficio.
Hombre libre fuma belicosos y vive de trapicheos.
Libre hombre acampa cerca de los cines estatales.
Hombre libre como de nostalgia. Como de evasión.
Señor pelo de plata le roba tensión a los martes.
Zorro de escarcha practica los amores modernos.
Señor de plata se mete en el cobertizo de luces.
Pero ya no se asusta por todo lo que no siente.
(Foto: Raúl Abileo)
viernes, marzo 19, 2010
Varadero, Cárdenas y el lomo soleado de Cienfuegos
Todo viaje tiene un propósito esencial. En el caso del que nos ocupa el objetivo era doble: celebrar la despedida de soltero de Raulón y Raúl y conocer de primera mano la realidad del pueblo cubano. Para conseguir el segundo propósito alquilamos un buga de origen coreano, un daewo que dio todo lo que prometió. La única pega que puede ponerse a nuestro corcel blanco es que su suspensión trasera hacía tiempo que había dejado de ejercer, con lo que, baches de las carreteras mediantes, los tres maromos que solíamos viajar atrás nos convertimos en una versión actualizada de rompetechos.
Viajar en coche te concede la libertad imbatible de conocer pueblo a pueblo la Cuba profunda. Lo primero que nos sorprendió es que el estado de las vías no era tan lamentable como habíamos imaginado. Nos habían llegado noticias terribles de carreteras que dejaban en buen lugar a nuestros caminos de cabras. Pero la realidad no fue exactamente ésa: las autopistas de la isla tienen una calidad bastante decente. Se puede navegar por ellas a un ritmo digno y en general conservan un buen estado. Otra vaina son algunas vías comarcales…Por otro lado, la isla es una belleza verde que no repara en exuberancia vegetal a la hora de ocupar su lugar en el planeta.
En este lugar, hasta las palmeras se ponen voluptuosas y no hay demasiados cultivos. Por suerte, hay pocos coches (menos contaminación), el efecto desolador de ese reducido parque automovilístico es que legiones de cubanos recorren las carreteras a la espera de que algún alma caritativa les conduzca a su lugar de destino.
Tras día y medio de intensidad habanera, partimos a nuestro siguiente enclave: Varadero, donde hicimos parada y fonda. Varadero es algo así como el Benidorm del Caribe, sus kilométricas playas están colonizadas por infinidad de hoteles. En algunos momentos del año, el metro cuadrado de sus finas arenas cotiza alto. No fue el caso de nuestra experiencia, fugaz por otra parte, que nos sirvió para comprobar a pie de ola hasta que punto el turquesa puede ser una luz salvaje y magnética en el Caribe.
Proseguimos la marcha hasta estacionar en Cárdenas, donde la hija de un amigo cubano de Raulón, prima a la sazón de K, nos obsequió con una langosta de las que dejan huella, por lo rica que estaba y porque (sospechan los implicados) fue un factor determinante para dejar K.O. el estómago de Dani y Javi durante jornada y media.
Con nuestros compadres besando la lona, el día siguiente R&R y este escribano nos dedicamos a explorar las buenas posibilidades de Cienfuegos, un lugar donde se intuye que el verano debe ser una reinvención del desierto, pero con palmeras y agua. Por suerte, esa facilidad para el calor nos permitió descubrir los encantos de esta agradable urbe donde los caballos cabalgan con diligencia, el puerto deportivo se exhibe entre funcional y orgulloso y un día de la mujer trabajadora puedes acabar bailando con una simpática desconocida al modo cubano. Un modo que, resumiendo mucho, consiste en mover las caderas exprimiendo las posibilidades del acercamiento.
Hubo más: un paraíso abandonado, una noche surreal, un viejo boxeador como guía nocturno, una blanca de ébano, delfines de madera…Pero la hoja se agota y dejaremos esos acontecimientos a beneficio de sugerencia. Quizá alguna ola poética consigne la sugerencia en próximas lecturas. Una posibilidad imprevisible, como tantas situaciones que se construyen en este relajado pedazo de tierra.
miércoles, marzo 17, 2010
Inclinada de perfección (sucedió en Cienfuegos)
Refugio y frontera
Escalones de espuma le piden perdón a
la libertad por dejarse domesticar por el límite.
El límite es hombre y desagradable.
Oh sí, el límite es una jaula en nuestra cabeza.
Nuestra cabeza se puebla de monstruos
en esta isla donde los pensamientos
se doblan por tres hasta que te sangran
(paralizaciones).
El sol en tus caderas es un milagro.
Tu piel azul está llena de peticiones
y quien soy yo para esconder el idioma.
Tus miradas tienen un color respiración.
Blusa buscamos veleros venciendo vaneceres.
Aquí los iguales se preguntan con temblor.
En esta frontera los sin nombre se relajan
y pertenecemos a la fraternidad de los que
buscamos un rato de arte y no pensamientos.
El sol nos pinta unas pinceladas pequeñas y vibrantes
y la piel se pone a dar las gracias con tus formas afirmándose.
(para el malecón habanero)
lunes, marzo 15, 2010
La Habana: vieja invocación al futuro
La fisonomía más escultural de esta ciudad permanece disecada en el tiempo. Hablamos de la Habana vieja, el casco antiguo de la ciudad, declarada patrimonio de la humanidad el siglo pasado por la UNESCO. Todo cambió para esta urbe cuando entró en el poder Fidel Castro. La revolución del barbudo iracundo trajo algunas cosas buenas: grandes transformaciones sociales, entre las que se cuentan la sanidad, la educación pública, los servicios sociales o, si hablamos de arquitectura, la construcción de viviendas sociales y edificios oficiales. Pero en líneas generales la ciudad ha quedado anclada en su pasado desde entonces.
Si el gobierno central (en Cuba suenan a chiste conceptos como descentralización o autonomía) hubiese decidido invertir algo de dinero en remozar esos edificios, el aspecto de éstos no sería tan calamitoso. Pero salvo una pequeña porción de esta zona (la eminentemente turística), el resto de la urbe permanece en un estado de indigencia estética y funcional. Carencias que padecen familias enteras que sobreviven en la trastienda de fastuosos esqueletos de inmuebles.
Si te echas novia en Cuba, y eres de allí, puedes prepararte a compartir. Si la relación cuaja (un mes puede ser un periodo razonable para llamarla tu chica), tu novia vivirá con tus padres, tus abuelos, tus hermanos y (con bastante probabilidad) tus sobrinos. Así es la vida en esta gastada ciudad, cuyos habitantes prefieren vivir en sus calles.
Pasear por la Habana es entrar en contacto con la vida, sin artificios de simio moderno. Sus cielos están súbitamente rubricados por líneas de ropa, donde quedan expuestas las miserias de prendas reestrenadas generación tras generación, pero también la insinuación de una colección de lencería todavía humeante.
El deporte nacional también hace de las suyas en sus esquinas. Un sábado de un marzo cualquiera puedes toparte con el corpachón de un cubano de metro ochenta, bermudas generosas y la gorra bien calada. Tiene treinta largos. Y lo está pasando teta jugando con sus hijos a pegarle fuerte a la bocha (una pelota que hace tiempo que dejó de merecer tal calificativo). Los chicos arman con destreza el brazo, prolongado con un bate de buena pinta, y casi sacan un ojo a un turista alemán. Veneran el béisbol, como nosotros el fútbol. Pero no les gustan que les observen como en un zoológico; no obstante, deciden hacerse los distraídos y perfilan detalle a detalle su futuro gesto ganador.
La ciudad Habana tiene casi dos millones y medio de almas (más de tres si consideramos completo el municipio). Tres cuartas partes de ellos tienen menos de veinte años. Ellos son el futuro. Han sido amamantados por un estado cuidadoso con su educación y su deporte (que en este lugar se acerca a la categoría de religión). Son hijos y nietos de la revolución, pero la mayoría, silencio, no cree en ella. Y caminan en grupo, y bromean y hacen el tonto como lo hacen los chavales con su misma edad en cualquier latitud.
Una ciudad es también la gente que conoces. Nosotros tuvimos la suerte de encontrar a K y A. K tiene treinta años y la mirada melancólica. Pero su sonrisa la desmiente. Su sonrisa tiene el voltaje de diez bombillas y sus palabras mecen un discurso descreído donde late la resistencia. K es didáctica y ríe con facilidad. Nos explica las miserias del sistema con una contenida combinación de frustración y oxígeno. Al día siguiente viene acompañada por A.
A embellece conforme discurre el día. Suena a broma, pero no lo es. Al principio, parece la hermana pequeña de K, pero conforme transcurre el día gana en personalidad propia. Tiene desparpajo y también 24 castañas. Según su documento de identidad mide 1’63 y pesa apenas 50 kilos, muy bien aprovechados por cierto. Aterra pensar que el estado también necesite conocer tu espacio físico, como si precisara el dato para especular sobre tu futura celda o el tiempo que podrías tardar en arder.
A tiene gestos ágiles y palabras certeras. Es un terremoto de ideas y convicciones. También de invocaciones. Atrae la alegría de esta vida con sus bailes y su manera de relacionar las cosas. Adora las series españolas. Conoce mejor que nadie las interioridades de series como 'El Internado', 'Física y Química' o 'Sin tetas no hay paraíso'.
Estas dos chicas se merecen lo mejor. Están sufriendo. Pero tienen el detalle de descolgar un par de luciérnagas del techo para que pasemos un par de gratas jornadas y comprendamos mejor el absurdo y el encanto de vivir en esta isla.
domingo, marzo 14, 2010
El país de las sombras
Lo primero que te sorprende cuando caminas las calles de la Habana es la convencida oscuridad que la envuelve. La ciudad tiene una belleza al borde del desplome, pero ya de noche se adivina su gastado esplendor como ciudad del pecado. En los años 40 y 50 la isla comía de la mano de Estados Unidos, un país que vio en el caimán caribeño (basta con que cojas un mapa de la isla para comprobar lo acertado de la asociación de José Martí) un filón para canalizar los negocios de sus chicos malos.
Dicen que en aquella época, La Habana era Las Vegas cuando Las Vegas apenas soñaba con serlo. La Habana es una ciudad de olores; la risa de su gente funciona como contrapunto adecuado a una rara mezcla de orina, perfume y mar. La ciudad se ha quedado varada en el tiempo, también el estatus de su gente, que han heredado casas y coches, con lo cual no tardas mucho en comprobar algunos de los monstruos que ha creado esa mentira llamada castrismo que gobierna la isla.
Cada viaje tiene nombres propios. En el caso de éste, conviene explicar que se montó como homenaje a Raúl y Raulón, dos buenos amigos que se casan (con sus chicas, se entiende) en apenas dos meses. Tres amigos nos animamos a acompañarles en esta increíble (experiencia): Dani, Javi y este empaquetador de oxígeno. Más allá de lo que se anotará en los próximos días, conviene decir una cosa: es muy fácil convivir con estos tíos, también pasarlo bien y fascinarnos con una isla que nos ha enseñado, también insinuado, un puñado importante de cosas. Gracias chicos.
Hasta hace poco, los cubanos vivían en un verano eterno. Pero los embates de la sublevación de planeta, llámalo cambio climático, han mandado al carajo esa confortabilidad climática y convirtieron estos días en una montaña rusa, donde ahora el sol te convence de que cierres los ojos tumbado en el malecón y luego, en el corazón de la madrugada, te estremeces con los escalofríos de una ventana que nunca fue pensada para incluir cristales.
Cuba es un estado de ánimo. Cuando las expectativas de que sucedan cosas en tu entorno son mínimas (puede que inexistentes) surge el contacto humano inflamado. Aquí la gente es cálida, también generosa, solidaria hasta extremos ejemplares si hablamos de la relación que mantienen entre sí los habitantes de la isla.
Cuba es una invitación al vacile. El optimismo y la broma son una manera de estar. Cuando todo lo demás se complica, siempre te queda el humor. Una vez, escuché relatar a un sobreviviente inglés de la segunda Guerra Mundial cómo, en mitad del estruendo y la destrucción de las bombas nazis, se puso a bromear con sus compañeros respecto a dónde caería la próxima y el destrozo que podría provocar. En mitad de ese caos, sólo un poco de distancia y chiste te hace conservar la salud mental. Los cubanos son profesionales de la broma. También del aquí y el ahora.
En ningún lugar he visto cruzar miradas como en esta isla. Algunas chicas te miran con dedicación y una pregunta que termina con un principio de sonrisa. También del aquí y el ahora. La gente busca la libertad con los cuerpos; una parte de sus cabezas está enjaulada, pero otra conserva la lucidez y el espíritu crítico. Y sus corazones son un semáforo en el que el tiempo del muñeco verde dobla al del rojo. Cuba está en mí; con vuestra ayuda, estos días intentaré repartir el vínculo. Buena vida al lenguaje secreto de una sonrisa.
viernes, marzo 05, 2010
Cuba, el paraíso que fumando espera
Queridos lectores. Marcho hoy viernes día 5 al bromista caimán caribeño que conocemos como Cuba. El viaje supondrá la despedida de soltero de dos muy buenos amigos. No sé qué deparará el viaje, pero barrunto que no habrá ocasión de actualizar esta bitácora.
Por eso, os propongo un juego para mantener activa esta ventana de disparates y amabilidades: que leáis algunas de las entradas antiguas y me confiéis cuáles os gustan más. Podéis decirme, por ejemplo, vuestro Top 3 de entradas de prosa y lo mismo con las de poemas. O tirar por la sencillez y apuntar el nombre de alguna que os haya gustado especialmente. Vuestra colaboración me ayudará a guiarme sobre qué temas o tonos os motivan más (podéis anotar vuestras impresiones en los comentarios de este post).
Prometo volver cargado de relatos de la experiencia caribeña y compartirla con vosotros. Entretanto, os deseo tanta paz y aventura como vuestras venas sean capaces de aguantar.
jueves, marzo 04, 2010
Bon voyage complejos
Gastada guapa se altiva al encuentro.
Poco más de treinta y se oscurece con clase.
Apágame parece decirme con la languidez de sus rodillas.
El bar está de gente y los llenos tienen sus propios conflictos.
Hemos atravesado los almuerzos turbios y ya no idealizamos.
Gastada guapa tiene dedicaciones en cada dedo y su
cuerpo está condecorado por la experiencia y los no límites.
De fondo, suenan los británicos desencantados. Es lento.
Orgulloso del hermano repartidor de caramelos, aunque a veces
nos condenemos con nuestro orgullo y exigencia. Cercanos.
Estos papeles irán a la hoguera de las alucinaciones hogareñas.
Gastada guapa se muerde los labios por videoconferencia.
Y no tengo saldo para repetir los escorzos. Entretanto, los nuestros
bañan a la arrogante francesa: adiós complejos, hola belleza.
martes, marzo 02, 2010
Prohibidos
Vagabundo fotografía actitudes.
Enjaulada cocina de vicio.
Vagabundo divaga con clase.
Enjaulada es baile, buceo, bocado
Vagabundo camina lento, pisa con poder.
Enjaulada pulveriza convencionalismos.
Su corazón bombea apetecible desconcierto.
El suyo es un paseo hacia lo indescifrado.
El colibrí blasfema en voz baja.
El sol se está aceptando otoñal.
El animal delicado, violencia.
La criatura, en las expectaciones.
Algo profundo se está fraguando.
Sonidos en ese bosque de sombras
Algo incalculable sucede esa semana.
Incalculable sucesión de necesidades.
Y hay, cierto, un abrazo.
Abrazo de lascivia.
Abrazo de olvídame.
Abrazo de encuéntrame.
Abrazo de búscame la
luz.
lunes, marzo 01, 2010
Charlie, la leyenda continúa
Cada uno de nosotros tiene unas primeras amistades que le caracterizan. O que le marcan. En mi caso, cuento el privilegio de conservar un amigo desde la prehistoria de mi biografía. Se llama Carlos Sánchez Blas y hoy día hace vibrar a la gente que ama el deporte en la región de Madrid. Lo hace en la radio autonómica, donde vuelve locos a sus oyentes con narraciones de basket y fútbol, trenzadas con elegancia y el sabor de las grandes emociones. Eso sí, sin perder de vista el humor con el que consigue que sus relatos lleguen a toda clase de públicos.
En la vida, eliges, te eligen, pasan cosas por el camino. Algunas no son fáciles de explicar. El caso es que después de mi primer año en el colegio, un niño de pelo revoltoso y verdaderamente popular en la clase se me acercó. Y me dio una invitación para su cumpleaños.
¿Y esto?, gracias pero casi no nos conocemos…
Ya, pero es que me has caído bien.
Vaya, pues gracias. Allí estaré.
Entretanto, la madre del pequeño Charlie, Mari Trini, sonreía con la satisfacción de quien sabe, intuye que su pequeño es un ser lleno de luz y carisma. Algunos años después, esa mamá adorable nos llevaba sanos y cómodos a casa después de los entrenamientos de baloncesto. O nos acompañaba-guiaba en viajes adolescentes a lugares tan históricos como la Salamanca de los aficionados merengues, donde vislumbramos por primera vez el potencial que tenía el deporte como aglutinador social y también como canela para hacer más interesante un fin de semana cualquiera.
Charlie tuvo desde el principio la lucidez de los pioneros. También la determinación y la energía apropiadas para convertir sus sueños en realidad, madrugón a madrugón. Como cuando en el instituto desafiaba los apriorismos y encontraba tiempo donde no lo había para regar su expediente acdémico de sobresalientes y notables.
Ya entonces, despuntaba como un comunicador único. Había conservado su facilidad para ganarse de la simpatía de sus compañeros y le había agregado buenas dosis de humor, irreverencia y criterio para explicar la realidad y explicarse a sí mismo. Por suerte, nuestra amistad sobrevivió a esa época tan convulsa y cambiante.
Lo cierto es que no nos faltaban pasiones comunes: chicas, periodismo, las fiestas y el baloncesto, por mencionar las más recurrentes. Jugábamos juntos en el equipo del colegio, donde poco a poco se convirtió en un jugador total: pasaba, reboteaba, botaba, anotaba. No necesariamente en ese orden, Charlie era nuestro Kobe cuando Kobe todavía no sabía lo grande que iba a ser.
Con una diferencia sustancial: Charlie hacía mejores a sus compañeros, no nos intimidaba. En todo caso, nos contagiaba su hambre de victorias y por el camino creaba algo parecido a la fascinación cuando gobernaba los partidos con dos o tres bigardos colgados de su chepa. Por el camino, yo pasé de ser un ala pívot resultón (digamos que tenía instinto para el rebote) a un versátil algo desubicado y (claramente) carente de centímetros, pero que conservaba en su interior el fuego competitivo (supongo que por eso todavía hoy día, media vida después, sigo soñando con esos partidos a muerte contra otros colegios).
Después de todo, ganamos algunas copas y alguna medalla (ésa ya es otra historia). Lo hicimos a fuerza de crear un vínculo de equipo y compromiso. Junto con Jorge creo que fuimos los tres más fieles a la canasta durante una década larga, con algunas anécdotas memorables, de despistes y pequeñas lesiones que nunca parecían curarse.
A finales del colegio, empezamos a flirtear con la radio. Grabamos algunos programas descacharrantes, donde canalizábamos nuestra habilidad para el absurdo y las risas. Simulábamos carrusales deportivos (inolvidable el talento de Jaime para imitar a Oliveros o Gallego), inventábamos spots políticamente incorrectos y disfrutábamos del sabor de los embutidos que nos preparaba Mari Trini en esa inolvidable mesita de madera de nogal, donde nos hartábamos de pegarle bandazos a la radio, que siempre nos daba su consentimiento para una toma más.
El caso es que aterrizamos en la universidad y Charlie seguía siendo un referente. Galvanizó a todos sus amigos periodistas en torno a un programa de deportes en Radio Miraflores. Allí tuve oportunidad de encontrar a otro gran amigo. Y nos asombramos juntos al comprobar que con trabajo, dedicación y un punto de espontaneidad se podían hacer cosas bastantes decentes, mientras encontrábamos a gente interesante que compartía buena parte de nuestras inquietudes.
Charlie es un amigo que siempre estuvo ahí cuando las cosas se torcieron. Puede que con el paso del tiempo hayamos perdido química como colegas (es inevitable, todos cambiamos). Puede también que este retrato me haya salido idealizado, pero es inevitable: durante mucho tiempo Charlie no sólo ha sido un amigo, sino un maestro espontáneo: con su temeraria apuesta por hacer siempre (o casi) lo correcto.
Mi amigo ha entregado buena parte de su vida al trabajo, hasta el punto de poder decir que trabaja en lo que ama. No todos pueden decir lo mismo, pero en su caso es más que merecido. Durante la universidad se olvidó de las vacaciones. Al tercer año de haberse dejado las antenas en inagotables viajes a Miraflores, se presentó a las pruebas de Onda Madrid y pasó por la derecha a todos los aspirantes. Sin enchufes. Sólo con su determinación y talento como bandera.
Por el camino, el aura de este rockero del deporte, que se apasiona con bandas como Pereza, que es elegante y gamberro, mujeriego y comprometido, imprevisible y ordenado, se ha ganado una sólida reputación como reportero y buena persona. Cuando no teníamos edad para saberlo, me confió un secreto que él hacía real jornada a jornada: “Peter, los pequeños detalles son los que marcan la diferencia”.
Su vida, su forma de trabajar, están consagrados a esa manera de entender los días. Por eso sus programas están tan bien hilvanados y hace las preguntas apropiadas (con una rara mezcla de atrevimiento e inteligencia) para desvelar la esencia de la gente que pasa por sus micrófonos. Cuando le he pedido un cable para que me ayudara con algunas mis locuras periodísticas (Otoño de la Certezas, prólogo de Arrebatos y Destellos, Espejo Doble, American Basket, fiebrebaloncesto.com) siempre he obtenido la misma respuesta: sí claro, machote, cuenta con ello.
No es la consecuencia de que sea un fanático del trabajo (condición que ayuda), es sobre todo su generosidad, otro rasgo de su carácter que conviene subrayar en estas líneas de agradecimiento que se vienen gestando desde hace mucho tiempo.
Es lo que tienen los fueras de serie. Charlie pertenece a esa especie, un tipo que hace de hombre orquesta en su radio (hasta ahí puedo leer), que busca tiempo donde no lo tiene para seguir venerando a su familia (con su generosa madre al frente), cultivando las amistades de siempre y alguna nueva, además de que sigue disfrutando de la compañía de bellas mujeres que antes o después acaban estando en su compañía.
Qué le vamos a hacer, el chico es un rompecorazones. Por suerte, ahora está felizmente ennoviado. Ahora que la gente de Telemadrid lo solicita con creciente delectación para sus tertulias deportivas de los domingos, el hombre se encoge de hombros y se pone un traje entre irónico e informado, entre arrogante y divertido, para hacer más interesantes los fines de semana.
Pero si me tengo que quedar con un par de escenas de mi amigo, escojo dos. La primera, aquel año en el que íbamos a salir de fiesta en nochevieja. Tendríamos catorce años, bromeábamos probando con el traje con el que queríamos pasarlo en grande y hacer nuestro primer asalto al universo. En realidad, no recuerdo muy bien qué pasó. Pero nos moríamos de risa.
Lo mismo que pocos años después, cuando en una semana blanca llorábamos de risa viendo jugar al futbolín a un amigo afecto a los tics faciales. Risas un poco inexplicables. Pero es lo que tiene este tío, que tiene el don de la alegría. Que tiene aura, como dicen los amigos. Y ahora que las cosas parecen irle fetén, con espuma creciente en el trabajo (ese ascensor social) y felicidad en varios ámbitos, quería enviarle un cromo para decirle que su armonía es de ley, y que la siga cultivando día a día. Machote, tu felicidad es una de las mejores canciones para seguir echando bailes en este viaje increíble que nos ha tocado vivir.