lunes, noviembre 02, 2009

Santiago es nombre de nómada


El cielo de aguas pensativas
y las manos de errante en rumbo.

Compostela es una belleza gastada,
también una ciudad sin pretensiones.

En estas pisadas, las cosas suceden.
No hace falta ponerse veloz.

Una chica mira sin ver la televisión;
incomparable arquitectura de piernas.

El héroe aquí, casualidades, es nuestro cicerone.
Un tipo al que probablemente no volvamos a ver.
Héroe sonríe fácil y fala galego
para decir lo que te sale de las tripas.

Héroe gasta barba de varios días porque pereza.
Héroe entrecierra cuando saluda a las cómplices.
Y es capaz de cagarse en los miedos estáticos
con un racimo de bromas, a prueba de dogmatismos.

Héroe no tiene problema con escuchar en detalle.
Cuando te habías olvidado, enciende la carcajada.
Los surreales lo llamaban la broma parodia.
Héroe pasa del fútbol y, ácrata tranquilo,
no tiene reparo en estar en el amor.

Aunque para ello se quede sin denarios.
Todo por hacerla sentir (in)confundible.

En un lugar donde el misticismo será de postal
y las vírgenes estaban preñadas,
en ese lunar, héroe ha metido las manos en la llama.
Desconcierto a desconcierto hasta sumar diez años.

Desconcierto: dícese de la falta de orden en los aciertos.

Diez años desparramándose por el amor.
Héroe habla con el desconocido sobre ella.
Y talla una imagen fascinante fascinada.
Más importante lo que no a veces se dice.

Héroe es héroe porque bromea rompiendo las pelotas a los colegas.
Héroe pasa de convencionalismos, pero se lleva bien con sus viejos.

Más importante lo que a veces no dice.
Héroe nos lleva en su buga medio mamado.

Se despide con un reluciente escepticismo.
Y mira ahí arriba,
en la confianza de que pueda conquistar la gabarra.
Todo con tal de hacerse el confundible con la (in)confundible.

Quién sabe, puede que estemos hablando de diez años ahí arriba.

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