(El Alta Gestión tuteó al Unicaja en su visita a Málaga pero acabó claudicando ante la agobiante defensa local y la jerarquía de jugadores como Haslip y Kelatti)
“Hemos cumplido el objetivo básico que nos habíamos fijado para esta jornada: recuperar las buenas sensaciones”. Aunque su cara (y voz) decían lo contrario, Luis Guill, entrenador del Alta Gestión, vio el vaso medio lleno y empleó la lógica para extraer unas gotas positivas del Alta Gestión en su visita a la Costa del Sol.
El caso es que el entrenador sevillano tenía unos cuantos motivos para el optimismo. Empezando por el sobresaliente encuentro que hilvanó Antonio Bueno, autor de 15 puntos y 11 rebotes. También estuvo a la altura del desafío Brad Oleson, que sumó 17 puntos, con algunas canastas importantes en momentos de alta tensión.
Un peldaño por debajo figuró Kris Walters, el director de orquesta naranja que en los últimos choques no encuentra la tecla para imponer el ritmo que más conviene a su equipo, y, sin embargo, mantiene el idilio con el triple (5 aciertos de 6 intentos en el choque contra el Unicaja). En esa línea se ubica la habilidad para competir de Vuk Radivojevic, que continúa opositando a Mister Productivo: 8 puntos en 8 minutos (la jornada anterior, frente al Ricoh, sumó 12 puntos en 12 minutos).
Son buenas noticias, sí, pero aisladas. Falta un pegamento que cohesione esas buenas artes. Por el camino, el equipo ha perdido parte de su alma. O lo que es lo mismo: fibra competitiva. Falta equilibrio interior-exterior (a excepción de Bueno, todos los hombres altos naranjas completaron una actuación anodina en el mejor de los casos). Y el equipo sigue adoleciendo de textura defensiva, regularidad en esa faceta.
Una carencia que se ha puesto de relieve en las últimas jornadas, cuando el equipo ha perdido parte de su ‘mojito’ anotador y no logra imponer su apuesta por el contraataque. El resultado de este bache de juego se concreta en un bajón de resultados: con la de Málaga, el equipo suma tres derrotas consecutivas.
En honor a la veracidad, hay que decir que el equipo salió competitivo desde el primer minuto. Intercambió golpes con los malacitanos. A veces, con mucha plasticidad, como las primeras canastas de Antonio Bueno, que mantuvieron a flote al Fuenla en el despegue del partido. Pero enfrente estaba el Unicaja, robotizado hasta decir eficacia. Con defensas presionantes que estrangulaban la creatividad de los naranjas, que llegaban con bastantes dificultades hasta el medio de la cancha.
Desde el primer momento, Haslip y N’Dong gobernaron la zona con sus exuberantes recursos físicos, aliñados con una incuestionable habilidad técnica. Sólo con su liderazgo, los locales cobraron una mínima ventajas en el primer cuarto (18-14). Una renta que se estiró hasta 9 puntos de ventaja para los locales en el minuto doce, merced al talento tirador de Tomas Kelatti, que tiene días en los que sólo sabe decir sí a la cesta.
Por suerte, el Fuenla no perdió los nervios y continuó ofreciendo resistencia gracias, por ejemplo, a los arrebatos anotadores de Ferrán López (2 triples), que compendia con maestría y generosidad las últimas gotas de su baloncesto. Así las cosas, los chicos de Luis Guill se fueron al descanso con alguna bala en la recámara (40-35).
Casualmente, esas balas estaban en las manos de dos jugones: Walters y Oleson, que decidieron no hacerse demorar más e inauguraron el tercer acto con 3 triples (dos de ellos del letón). Ese festival triplista fue acompañado por la garra defensiva del equipo naranja y por un momento el asalto al Martín Carpena parecía una opción realista (40-46 en el minuto 22).
Pero el Unicaja no dejó que la ilusión creciera demasiado en los150 aficionados fuenlabreños que presenciaban el encuentro. Su fidelidad con el equipo naranja es admirable, enternecedora. Pero no para una máquina de baloncesto como la que ha engrasado Aito García Reneses, en cuyo diccionario nunca ha figurado la palabra saciedad.
Lo cierto es que el Unicaja se recompuso muy rápido. Y el resto del partido discurrió a la velocidad del sonido. Haslip se elevó por encima de todos (26 puntos) y Kelatti hizo buena esa leyenda que le compara con un rifle de repetición. Al menos, el Fuenla volvió a morir con dignidad. También Saúl Blanco (0 de valoración), que jugó uno de sus peores partidos de la temporada, pero no dejó de dar la cara en defensa. Al equipo no le falta verguenza. Pero ahora tiene que recuperar su orgullo. Y, sobre todo, su acierto.
La lógica dice que el equipo con más presupuesto (mejores jugadores y técnico más preparado) ganará en la mayoría de las ocasiones. Esa lógica que subyugó al Fuenla este pasado sábado puede volverse a su favor esta semana frente al Granada. El equipo naranja ha hecho más (y mejores) cosas esta temporada que los nazaríes. La lógica dice que normalmente gana el equipo que con mejor bagaje a lo largo de todo un campeonato. Ahora toca certificar esa máxima este próximo sábado. Será a las 19.00 en el Fernando Martín.
“Hemos cumplido el objetivo básico que nos habíamos fijado para esta jornada: recuperar las buenas sensaciones”. Aunque su cara (y voz) decían lo contrario, Luis Guill, entrenador del Alta Gestión, vio el vaso medio lleno y empleó la lógica para extraer unas gotas positivas del Alta Gestión en su visita a la Costa del Sol.
El caso es que el entrenador sevillano tenía unos cuantos motivos para el optimismo. Empezando por el sobresaliente encuentro que hilvanó Antonio Bueno, autor de 15 puntos y 11 rebotes. También estuvo a la altura del desafío Brad Oleson, que sumó 17 puntos, con algunas canastas importantes en momentos de alta tensión.
Un peldaño por debajo figuró Kris Walters, el director de orquesta naranja que en los últimos choques no encuentra la tecla para imponer el ritmo que más conviene a su equipo, y, sin embargo, mantiene el idilio con el triple (5 aciertos de 6 intentos en el choque contra el Unicaja). En esa línea se ubica la habilidad para competir de Vuk Radivojevic, que continúa opositando a Mister Productivo: 8 puntos en 8 minutos (la jornada anterior, frente al Ricoh, sumó 12 puntos en 12 minutos).
Son buenas noticias, sí, pero aisladas. Falta un pegamento que cohesione esas buenas artes. Por el camino, el equipo ha perdido parte de su alma. O lo que es lo mismo: fibra competitiva. Falta equilibrio interior-exterior (a excepción de Bueno, todos los hombres altos naranjas completaron una actuación anodina en el mejor de los casos). Y el equipo sigue adoleciendo de textura defensiva, regularidad en esa faceta.
Una carencia que se ha puesto de relieve en las últimas jornadas, cuando el equipo ha perdido parte de su ‘mojito’ anotador y no logra imponer su apuesta por el contraataque. El resultado de este bache de juego se concreta en un bajón de resultados: con la de Málaga, el equipo suma tres derrotas consecutivas.
En honor a la veracidad, hay que decir que el equipo salió competitivo desde el primer minuto. Intercambió golpes con los malacitanos. A veces, con mucha plasticidad, como las primeras canastas de Antonio Bueno, que mantuvieron a flote al Fuenla en el despegue del partido. Pero enfrente estaba el Unicaja, robotizado hasta decir eficacia. Con defensas presionantes que estrangulaban la creatividad de los naranjas, que llegaban con bastantes dificultades hasta el medio de la cancha.
Desde el primer momento, Haslip y N’Dong gobernaron la zona con sus exuberantes recursos físicos, aliñados con una incuestionable habilidad técnica. Sólo con su liderazgo, los locales cobraron una mínima ventajas en el primer cuarto (18-14). Una renta que se estiró hasta 9 puntos de ventaja para los locales en el minuto doce, merced al talento tirador de Tomas Kelatti, que tiene días en los que sólo sabe decir sí a la cesta.
Por suerte, el Fuenla no perdió los nervios y continuó ofreciendo resistencia gracias, por ejemplo, a los arrebatos anotadores de Ferrán López (2 triples), que compendia con maestría y generosidad las últimas gotas de su baloncesto. Así las cosas, los chicos de Luis Guill se fueron al descanso con alguna bala en la recámara (40-35).
Casualmente, esas balas estaban en las manos de dos jugones: Walters y Oleson, que decidieron no hacerse demorar más e inauguraron el tercer acto con 3 triples (dos de ellos del letón). Ese festival triplista fue acompañado por la garra defensiva del equipo naranja y por un momento el asalto al Martín Carpena parecía una opción realista (40-46 en el minuto 22).
Pero el Unicaja no dejó que la ilusión creciera demasiado en los150 aficionados fuenlabreños que presenciaban el encuentro. Su fidelidad con el equipo naranja es admirable, enternecedora. Pero no para una máquina de baloncesto como la que ha engrasado Aito García Reneses, en cuyo diccionario nunca ha figurado la palabra saciedad.
Lo cierto es que el Unicaja se recompuso muy rápido. Y el resto del partido discurrió a la velocidad del sonido. Haslip se elevó por encima de todos (26 puntos) y Kelatti hizo buena esa leyenda que le compara con un rifle de repetición. Al menos, el Fuenla volvió a morir con dignidad. También Saúl Blanco (0 de valoración), que jugó uno de sus peores partidos de la temporada, pero no dejó de dar la cara en defensa. Al equipo no le falta verguenza. Pero ahora tiene que recuperar su orgullo. Y, sobre todo, su acierto.
La lógica dice que el equipo con más presupuesto (mejores jugadores y técnico más preparado) ganará en la mayoría de las ocasiones. Esa lógica que subyugó al Fuenla este pasado sábado puede volverse a su favor esta semana frente al Granada. El equipo naranja ha hecho más (y mejores) cosas esta temporada que los nazaríes. La lógica dice que normalmente gana el equipo que con mejor bagaje a lo largo de todo un campeonato. Ahora toca certificar esa máxima este próximo sábado. Será a las 19.00 en el Fernando Martín.
Por fin encontré un momento para leer tu última semana misteriosamente playera. Espero que el Alta Gestión dé lo mejor de sí mismo ante el Granada.
ResponderEliminarEste es el comentario bueno, el otro se me ha cortado. Es tarde y estoy completamente borracho.
Pancracius
jajajaja, Pancracius! Esa vida de vicio y distracción no te llevará a ningún sitio. Pero confieso que no dejo de admirar tu habilidad para emborracharte, ponerte melancólico y gastar las horas en busca de belleza.
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