(El Alta Gestión apabulló al Bruesa en el mejor partido de la temporada, con una exhibición ofensiva liderada por Saúl y Oleson, y batió su récord global de valoración)
Una pareja de recién treintañeros, recién mudados a Fuenlabrada, se preguntan de dónde viene el estruendo que surge un par de calles más allá. Muy cerca del centro comercial donde van a cambiar unos guantes, sucede el estallido de júbilo.
Justo entonces, se cruza con ellos un despistado que les pregunta cómo puede ir hasta la discoteca Fabrik. Y, por un momento, la comparación parece pertinente. No es descabellado imaginarse un concierto improvisado de música electrónica.
En ese momento, la práctica totalidad de la gente congregada en el Pabellón Fernando Martín, 5.080 espectadores, está en pie. Y tributan una emocionante ovación, salpicada de gritos y silbidos, a su gente. Para llegar hasta ese final de feliz han pasado unas cuantas cosas que darían para una película. Por de pronto, más de la mitad del equipo fuenlabreño ha tenido que superar una gastroenteritis, esa enfermedad vírica que deja para el arrastre a una persona cualquiera. Pero estos chicos están hechos de otra pasta.
Por eso no se alarman cuando el Bruesa de San Sebastián cobra la delantera en el marcador durante el primer cuarto (22-24). Hay intercambio de golpes y un treintañero debutante en la ACB, Isaac López, cose a canastas a su rival. Enfrente, Saúl Blanco, se pone el traje de jugón y empieza a elaborar su particular monumento a la perfección (al final de partido: 7 de 7 en tiros de 2, 1 de 1 en triples y 4 de 4 en tiros libres).
El partido se parece a una fiesta de cumpleaños. Hay caramelos para todos. Pero para conseguirlos, claro, hay que dar un paso adelante. De eso sabe un rato, Brad Oleson (27 puntos y 4 asistencias), cuya irrupción en el partido resultó capital para que el segundo cuarto se convirtiera en el pasaporte asegurado a la victoria local (33-13).
Metidos en esa dinámica, el baloncesto se convierte en una continua creación. Tskitishvili, ese alero georgiano embutido en cuerpo de pívot, se hincha a meter triples. Cuando el baloncesto se convierte en una transición rápida, pocos bases interpretan la sinfonía como Kris Walters (7 asistencias y 15 puntos). El Fuenla contraataca mucho porque, de repente, le pierde el miedo a su hinchazón del estómago. Adiós a los malos momentos por la enfermedad que ha limitado la intensidad en los entrenamientos durante la semana, hola a la energía disponible tras preservar el depósito con, suponemos, cantidades ingentes de arroz y aquuarius. Hola a la defensa eficaz.
El tercer cuarto matiza con suavidad la racha ganadora (27-23). Y el último maximiza esta belleza de encuentro de parte de los naranjas (26-15). Siguen surgiendo los motivos para la sonrisa. Peter Jhon Ramos machaca el aro con la dedicación de un adolescente, Mainoldi emboca los dos triples que prueba. Y Saúl se postula como MVP de la jornada al sumar 33 de valoración. Pero para que la fuente fascine en la plaza mayor, también se necesita un buen trabajo de intendencia. A esas funciones se aplican Matías Sandes y Antonio Bueno. Este último mantiene un hermoso duelo en la pintura con David Doblas, el jugador alma de los gipuzcoanos, que comprueba, impotente, como sus arrebatos de furia y acierto a duras penas sirven para mantener la balsa en pie, tras unos inicios prometedores de choque.
El análisis de partidos como éste puede hacerse prescindiendo de los matices en el reflejo de los parciales. El Fuenla consiguió el segundo mejor registro anotador de su historia (el mejor data de hace un lustro, 111-98 ante el Gran Canaria). Partidos como éste se explican desde una sensación de armonía y, por qué no, felicidad.
Algún día, decenas de los jóvenes que en la tarde del sábado celebran las canastas dirán que ellos estuvieron en el partido donde el Alta Gestión consiguió su récord de valoración (141 puntos en el global del encuentro, que sustituyen a los 128 que había de tope hasta ahora).
Algún día, presumirán de haber descubierto el mejor remedio para llenar de calidez una gélida tarde de sábado: un partido de baloncesto de un equipo dirigido por un tal Luis Guill. Entretanto, tendremos que reconocer que lo que sucedió este sábado se parece mucho a la filosofía de conciertos de DJ Tiesto, el mejor pincha del mundo: “Siento la energía del público e intento devolvérsela para crear una unidad”.