sábado, septiembre 06, 2008

Tu manera abatible de mover el cuerpo


Imagina que, por una noche, tienes la energía y el hambre de los quince. Añádele unas dosis de sabiduría y confianza. No sé las cantidades. A veces conviene darle un corte de mangas a la tormenta.

Es viernes y el vagón está atestado. Una gorda te pega un empujón y algo te dice que será como una travesía por aquella charca senegalesa (diferente, peligrosa, emocionante).
En honor a aquellos 90, descorchas un par de sonrisas de Barceló en un sitio llamado San Mateo, aquella gruta donde las chicas impresionables te llenaban los labios de irreverencia y sal. Da igual cuantas tempestades puedan azotar tu cancha, porque algunos amigos arrimamos el hombro cuando el océano se revoluciona.
Tu camarada ofrece filosofía y honestidad al destino. Así que le escuchas y agradeces que el Sanma ahora sea lo más parecido a un club de jazz en la espalda de la Catedral acuática de Mallorca. Compartiendo impresiones, ladrillos y vuelos.
At the same time.

Un momento es muy poco tiempo. Cuando nos dimos cuenta, dos rones con limón caían por el sumidero de la primera playa. Sonaban los Smashing, The Editors o algún grupo perfecto que no serás capaz de recordar. Los dedos entonan su propia sinfonía. Y ya no sabías si las pibas te miraban o simplemente las adorabas. Dos cosas que no quiero que me robe la marea: asombro para seguir descubriéndote y fe para ver lo mejor de cada compañero de viaje.
Cabeceamos como si las olas no estuviesen derritiendo la escarcha de chicos felices. Sí, nena, eso debe ser lo más parecido.
Ahí arriba, en el cielo de los bohemios, las ángeles tienen bkinis sesenteros. ¿Algún sitio en este barrio? Traficante de ideas, te has fijado en lo rubia que puedo llegar a ser. Bailemos. Cinco nombres. Una mujer sabe cómo demorar el licor y no soy quien para interpretar el camino.
Ahí abajo, en el infierno del tupper con el que nuestras abuelas mantenían alerta el sueño. Flúyeme, parece decir la incierta parisina. Me desconciertan los chistes de su amiga venezolana. No sé donde cojones aterrizo. Pero lo interesante es que esto solo acaba de despegar y mi viejo camarada y yo llenamos brillantes páginas de la literatura del sumidero que nunca tendrán ventana. Así son las mejoras. Mañana tenemos que fregar la plaza mayor con las manos. ¿Me das un beso de despedida?
Lo siento, pero aquí no pegan tus vocales de rock. El otoño está al lado, pero por esta noche Davide y buscador le damos largas. Llegado el momento, designamos a la princesa de las fresas como musa del rap. Como si ella nos hubiese escuchado, le pregunto por el tamaño del palacio y a cambio me señala eternidad. Qué importa sean dos instantes. Sugerencias sobre el mestizaje. Tienes una manera abatible de mover el cuerpo. Y se lo digo con las manos.
Llueve como si el verano se arrepintiese de tu palabra de honor. Gente como Enric González o Carlos Boyero son entronizados por su disparatado sentido del resistencia. Las chicas quieren antorcha. Nos la jugamos a pares o nones. Ya no sé si ella quería velocidad ahí dentro.
Hablamos de conejos subsahariano y nos enredamos entre lo falso y lo divertido, lo real y lo poético. Por un momento tengo la sensación de que la broma es un bonito enredo. Como si el ruido, sinfonía de desencantados británicos, fuese la receta del consuelo.
Preguntamos a un par de apariciones bellamente desquiciadas, pero nos orienta un sobreviviente del sueño español, que no ve el momento de zamparse aquello le ha sido prohibido durante la luz de arena.
Llueve. Pero seguiremos riéndonos por todo lo bueno que ha sucedido por el camino. Igual vale una cena de diez años por el instituto que una redención en forma de viaje neoyorkino, donde se aprende del lado cómplice de la capital del mundo.
Nos quitamos el sobrero de cowwoys. Y aterrizamos en un lugar llamado barco donde las rubias beben daikiri con la misma prisa que la actriz daba por encendida la tarde madrileña. Estamos en un escenario ambulante de indígenas colocadas.
¿Cómo te lamas? Laura, estamos pidiendo una canción para cambiar la temperatura. Y me dan ganas de decirte tengo ganas, pero a cambio muevo, simpático, la mano.
Y qué pocas veces una caribeña te da su invitación. Muy pocas vibras con la alegría de que todo es posible. Poquísimas no pareces un niño dormido.

Te admiro loco, nunca dejes de explorar, hay que montarse en esa serpiente y tener el estómago preparado para los próximos virajes.
Entretanto, escucharemos el mejor rock cincelado por las subversivas de peluche.

Vuélvete a nacer y mira por asombro. Un choque de manos en forma de viejo abrazo. Y la convicción de que, después, esas uvas pueden bailar en los muslos de wonderwoman.

Nena, suenas como no recuerdo.
Me gusta cuando miras, porque estás como robando estrellas.

Y lo mejor es que puedo también oh sí puedo reír por todas esas viejas anécdotas mientras cabalgamos la ola. La ola y sus próximos sabores. Toca explorar.

Con Rosario vibrando todo será menos abismo.

3 comentarios:

  1. Anónimo10:34 a. m.

    Gracias Peeeete, como siempre, es un lujo compartir el camino contigo.

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  2. Peter, es siempre un placer leer tu blog. Me encanta como escribes!!!!

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  3. Muchas gracias a los dos. Vuestra lectura es un estímulo de primera para seguir rasgando el cielo...

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