Hubo un tiempo en el que sólo me sentía catalán. Suena a broma, pero no lo es. Detrás de esa imagen arquetípica que asocia al polaco con un agarrado y un insolidario emerge una cultura llena de seducciones y vanguardia. Uno de esos lugares que fascina por su conciencia cívica. Una de esas conciencias colectivas que atrae por su manera algo ingenua e idealista, pero sobre todo, tenaz de buscar el pacifismo, una identidad propia, una creatividad en permanente reinvención…
En suma, un lugar donde lo sofisticado y el inconformismo lo mismo se funden en un parque de bicicletas que te dejan turulato con los edificios borrachos de lascivia de un tal Gaudí.
También podría hablar de su estadio olímpico, de sus chicas de ojos nórdicos o de esa manera inconcebiblemente moderna con la que sus jóvenes renuevan la elegancia. Pero son virtudes pegadas a otras limitaciones como una cierta curvación al victimismo y el aire adolescente de los que prefieren dar la espalda a una parte de su entorno.
Por eso me ha gustado visitar esta mañana el Viso de San Juan, en Toledo. El Viso es un pueblo de poco más de 2.000 personas. Elena es una madre que puede que no se llame así y que tiene una niña dispuesta a depositar caramelos en forma de risa a los desconocidos del ayuntamiento. El caso es que mis desempeños periodísticos me obligan últimamente a explorar el lado caricatura de nuestro centro país. Esa postal que habla de un pueblo pequeño y acogedor, cargado de banderas españolas y repentinamente colonizado por decenas de coches de recién llegados. Tengo que hacer un periódico de 14 páginas. Y aquí me han exigido hacer el trabajo mirándoles a los ojos.
Lo entiendo. También me gustaría tener tiempo y paciencia y sentido diplomático para explicarles que no siempre esos deseos pueden cumplirse. Pero prefiero sonreír a Marimar, una chica de cuarenta y tantos que ejerce de concejala de hasta tres departamentos distintos. Marimar se esconde en su personaje de me agobia todo, para hacerlo casi todo (la sensación es que razonablemente bien). El buen humor no para de saltar en su cara. Si ella es traviesa, María José es seria y responsable y ya tiene una niña que estudia arquitectura y le cubre el despacho homenajes a Frank Lloyd Wright (tan bueno es Tito Fran?).
María José es guapa, me gusta esa manera de cruzarse el pelo y mordisquear una de sus dos gafas. El caso es que la música desliza sus dedos por sus detalladas explicaciones, salpicadas de divertidas interrupciones (reconozco que esta noche tuve una buena almohada). Pero no, no me voy a poner ese disfraz. El pueblo. Sí se supone que lo tengo que llamar municipio, pero esto es un bolg y en el blog se pueden decir cosas como Charlize Theron es una diosa con las alas rotas y sus ojos homenajean a la calmada furiosa ola africana.
El caso es que he presenciado a muchas personas, he aparentado muchas cosas, he sonreído unas cuantas veces y alguna menos he reído como si fuese un delfín. Por eso puedo decir que a veces algo funciona y esta gente es más educada y relajada que los humaoides, la mayoría de humanoides que habita la ciudad.
Lo importante es no vacilar en el fraseo, me dijo el rapero venezolano y entonces se me apareció Sara Da Pîn Up y construyo esta abstracción para, centrémonos, percibir y celebrar una sincera alegría de querer hacer las cosas bien en estas mujeres con estructura de mujeres sujetadoras de vida.
Son amables de una manera rugosa y espontánea. Como si la no agitación del suburbano les hubiese privado de lo poderes de la imaginación pero les hubiese regalado la habilidad de ser agradables como un ser de agradecimientos. A veces la educación es algo más que un formalismo. Se puede sentir.
El pueblo era ese lugar donde emborracharse lanzando viejos conjuros de calimocho frente al frontón. El lugar donde recuperar el sentido primigenio de una cueva (charla y diversión, vino y divagación, whisky y sorpresa). Quiero un ritmo. Miremos para adelante. Lucen estos híbridos. Y ya no queda pasta. Entretanto, se vendieron algunas parcelas que sirvieron para que el ayuntamiento sea un elegante coladero de luz. También se emergió un pabellón, se mejoraron futuros con colegios y guarderías y PAUs y sabe dios qué más (aquí no parece, y como esto es un blog me permito el lujo, aquí no parece arraigado el chanchulleo).
La música me está santificando el estómago Puede que también otras cosas. Y la mitad del día hace parada en el bus bar donde una señora te trata como un día cálido. Mientras, sorbe un ligero sorbo de queja hacia un entorno cincelado con sol del Sahara. Y, lo reconozco, este bocadillo de bacon con queso, mezclado con inverosímil aquarius tiene uno de los sabores más conciliadores que he probado en mucho tiempo.
Y sí, sigo sintiendo catalán, sigo un poco seco y entrañable como de Toledo y otro poco desordenado y prometedor como de la capital. Seguiremos aspirando. Dale ronquera.
En suma, un lugar donde lo sofisticado y el inconformismo lo mismo se funden en un parque de bicicletas que te dejan turulato con los edificios borrachos de lascivia de un tal Gaudí.
También podría hablar de su estadio olímpico, de sus chicas de ojos nórdicos o de esa manera inconcebiblemente moderna con la que sus jóvenes renuevan la elegancia. Pero son virtudes pegadas a otras limitaciones como una cierta curvación al victimismo y el aire adolescente de los que prefieren dar la espalda a una parte de su entorno.
Por eso me ha gustado visitar esta mañana el Viso de San Juan, en Toledo. El Viso es un pueblo de poco más de 2.000 personas. Elena es una madre que puede que no se llame así y que tiene una niña dispuesta a depositar caramelos en forma de risa a los desconocidos del ayuntamiento. El caso es que mis desempeños periodísticos me obligan últimamente a explorar el lado caricatura de nuestro centro país. Esa postal que habla de un pueblo pequeño y acogedor, cargado de banderas españolas y repentinamente colonizado por decenas de coches de recién llegados. Tengo que hacer un periódico de 14 páginas. Y aquí me han exigido hacer el trabajo mirándoles a los ojos.
Lo entiendo. También me gustaría tener tiempo y paciencia y sentido diplomático para explicarles que no siempre esos deseos pueden cumplirse. Pero prefiero sonreír a Marimar, una chica de cuarenta y tantos que ejerce de concejala de hasta tres departamentos distintos. Marimar se esconde en su personaje de me agobia todo, para hacerlo casi todo (la sensación es que razonablemente bien). El buen humor no para de saltar en su cara. Si ella es traviesa, María José es seria y responsable y ya tiene una niña que estudia arquitectura y le cubre el despacho homenajes a Frank Lloyd Wright (tan bueno es Tito Fran?).
María José es guapa, me gusta esa manera de cruzarse el pelo y mordisquear una de sus dos gafas. El caso es que la música desliza sus dedos por sus detalladas explicaciones, salpicadas de divertidas interrupciones (reconozco que esta noche tuve una buena almohada). Pero no, no me voy a poner ese disfraz. El pueblo. Sí se supone que lo tengo que llamar municipio, pero esto es un bolg y en el blog se pueden decir cosas como Charlize Theron es una diosa con las alas rotas y sus ojos homenajean a la calmada furiosa ola africana.
El caso es que he presenciado a muchas personas, he aparentado muchas cosas, he sonreído unas cuantas veces y alguna menos he reído como si fuese un delfín. Por eso puedo decir que a veces algo funciona y esta gente es más educada y relajada que los humaoides, la mayoría de humanoides que habita la ciudad.
Lo importante es no vacilar en el fraseo, me dijo el rapero venezolano y entonces se me apareció Sara Da Pîn Up y construyo esta abstracción para, centrémonos, percibir y celebrar una sincera alegría de querer hacer las cosas bien en estas mujeres con estructura de mujeres sujetadoras de vida.
Son amables de una manera rugosa y espontánea. Como si la no agitación del suburbano les hubiese privado de lo poderes de la imaginación pero les hubiese regalado la habilidad de ser agradables como un ser de agradecimientos. A veces la educación es algo más que un formalismo. Se puede sentir.
El pueblo era ese lugar donde emborracharse lanzando viejos conjuros de calimocho frente al frontón. El lugar donde recuperar el sentido primigenio de una cueva (charla y diversión, vino y divagación, whisky y sorpresa). Quiero un ritmo. Miremos para adelante. Lucen estos híbridos. Y ya no queda pasta. Entretanto, se vendieron algunas parcelas que sirvieron para que el ayuntamiento sea un elegante coladero de luz. También se emergió un pabellón, se mejoraron futuros con colegios y guarderías y PAUs y sabe dios qué más (aquí no parece, y como esto es un blog me permito el lujo, aquí no parece arraigado el chanchulleo).
La música me está santificando el estómago Puede que también otras cosas. Y la mitad del día hace parada en el bus bar donde una señora te trata como un día cálido. Mientras, sorbe un ligero sorbo de queja hacia un entorno cincelado con sol del Sahara. Y, lo reconozco, este bocadillo de bacon con queso, mezclado con inverosímil aquarius tiene uno de los sabores más conciliadores que he probado en mucho tiempo.
Y sí, sigo sintiendo catalán, sigo un poco seco y entrañable como de Toledo y otro poco desordenado y prometedor como de la capital. Seguiremos aspirando. Dale ronquera.
Pete, Frank Lloyd Wright es uno de los padres fundadores de lo que se podría llamar la arquitectura contemporánea (junto con Le Corbusier y Mies Van der Rohe). Dominaba todas las facetas de la arquitectura, de sus viviendas de campo (casas de pradera) destaca la impresionante "Casa de la Cascada". Para los no versados, decir que es el arquitecto que diseñó el Museo Guggenheim (pero el bueno, el que está frente al Central Park, no el que nos atizó el bueno de Ghery en Bilbao). Una anécdota (que sé que te gustan), cuando empecé mis estudios ya había oído hablar de él, pero nunca nunca había leído su nombre escrito de modo que la primera vez que lo escribí a la pregunta de "cite usted tres arquitecto que conozca" (primer día de clase), yo respondí: Boffil, Foster y "Raid", poniendo nombre de matainsectos a uno de los más grandes maestros de la arquitectura.
ResponderEliminarUn saludo crack
jajajaja, enorme crack. Impagable esa anécdota y la nota introductoria, cómo me gusta presumir de amigos doctos...
ResponderEliminarUn abrazo