martes, noviembre 06, 2007

La barriga ardiendo


Esta sensación nunca desaparece. Un día tienes un montón de calles escalando en tu conciencia. Hace frío y mamá ha disimulado bastante bien pero a ti no te engaña. Pronto te entran ganas de vomitar, pero no eres el único y esa limitación te envalentona. El vértigo es una cuestión de elección. Y créeme sólo hay una respuesta, en casa te han enseñado a no quejarte. Y John, uno de los capataces, es buena gente, por eso nos cede la media hora de rigor para echarnos los primeros pitillos y ahuyentar los fantasmas de lo que pueden estar viendo o sintiendo los hermanos enviados al abismo. Nada como esa taza de leche hirviendo que te ha hecho entrar en acción. Camino de la tortura, el alma se alegra con las pequeñas cosas, como esa mujer de la ropa que canta como si la hubiesen tocado para ser un ángel. O esa estanquera, chica maravilla, mujer inaugural, que no se corta con las sonrisas. El mundo puede ser oscuro como una enfermedad sin segundas oportunidades. Pero también puedes ser rabiosamente feliz con las fiestas del barrio o los regalos que abrirá mañana, día de San Jorge, tu hermano pequeño. Cosas que no aparecen en esta foto. Pero hay cosas que sólo el alma puede eternizar.

3 comentarios:

  1. Anónimo6:57 p. m.

    Por motivos que no vienen al caso (merecerían un inciso muy largo, quizá de siglos) hacía demasiado que no entraba en tu blog. Tras releerme tus escritos desde el viaje por Europa
    -¿debería indignarme por tus elogios desmedidos a las bellezas nórdicas?, ¿quizá no te gustamos las malagueñas?- debo confesar que sigues captando mi atención. Barrigas ardiendo, sí, pero también toneladas de ilusiones a la vuelta de la esquina. Sólo hace falta esperar, tal vez mirar a tu alrededor y buscar, quizá recordar. ¿Ya sabes quién soy?

    Ojos de agua

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  2. Anónimo1:56 p. m.

    Peter, pones una imagen al lado de tu escrito, pero las palabras sobrecogen de una manera más rotunda, tanto, que he sentido estar en esa guerra, y por un momento el frío y el hambre. Contigo se acaba el eterno dicho de "una imagen vale más que mil palabras".

    GGH

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  3. Muchas gracias a las dos, vuestras palabras son siempre un estímulo especial para seguir mirando dentro y comprender mejor así lo que ocurre alrededor. Seguiremos abriendo ventanas...

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