Tumbado donde hace cuatro siglos jóvenes escogidos por el absurdo impresionaban a las cortesanas con algunas bestias, un par de apenas lagos y la altura de unos árboles entristecidos. No me gusta alardear de ello, pero hoy día esos dominios me pertenecen. Me basta con preguntarme por aquello que no funciona, es suficiente con respirar, un sitio del que no he tenido que huir, un palacio donde cualquier seducción funciona. Payasos dudando, universitarias emborrachándose o niños filmando. Si me dejan elegir, me quedo con el sonido de los europeos africanos convocando una danza multitudinaria. Me quedo con esta gruta a la vista de todos. Uno de esos sitios donde mezclas expectativas con tierra mojada. El lugar donde no pasa nada porque es lo justo. Y lo exacto.
Me ha gustado mucho Pedro. No se si es este artículo el que me comentaste el viernes o es el otro más reciente. En cualquier caso me atrae tu manera de escribir.
ResponderEliminarEsta vez he dejado de ser esclavo de mis palabras y espero seguir siendo dueño de mis silencios.
Un abrazo,
Pedro.