viernes, septiembre 29, 2006

No lo pienses, hazlo


Superado el vértigo, vive en Barcelona y gana una cantidad de dinero algo más que razonable. Ha conseguido dejar de lado la angustia. Angustia por todo lo que jamás será capaz de alcanzar. Angustia para paralizarse por las cosas cotidianas: afeitarse, comprar todo lo necesario del super, enfadarse. Le gusta esta ciudad. Con esas avenidas donde mujeres elegantes beben con descuido la luz de los sábados. A media tarde. Las risas con los amigos recientes. Gente con la que las bromas ofrecen un juego continuo. Ya por la noche, transportado por una serenidad apenas inaugurada. Sentado. Como si de repente se hubiese apaciguado el brillo del lobo. Hambriento. Vitalista también. Sucede entonces, la música se desmorona y las conversaciones fragmentarias marean. Al salir del baño. La reconoce. Parpadea y sonríe con esa extrañeza que inspira a la gente que vive de madrugada. Le hace gracia que él se dedique a la publicidad. Pero no sé inventar un eslogan para que la gente sonría sin pensarlo. Miente. Ella lo sabe. Declinan los bares y alguien interrumpe. Parece que lo está pasando bien. A punto de quedar sin sangre. Casi toda atragantada en su sonrisa. La mira. Se miran. Demasiada luz. No te vayas. Intenta no detenerse. Las sombras interiores. Se acerca. Ella parece un hermoso ciervo. Ya no sonríe. No averigua nada. Despacio. Noche en los ojos. Sangre fluyendo. Quiero llevarte a un sitio. Y ella no necesita palabras. Ninguno las necesita ya.

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