jueves, septiembre 21, 2006

El desplazamiento de los dioses


Alguien algún día te prometió el gobierno de los días. Una situación en la que las tardes se inclinaban sobre tus rodillas, mientras despachabas casi sin pereza a las princesas que requerían tus favores. Una mezcla de pasado y promesas incumplidas. Hasta que una noche te levantas impulsado por un malestar incurable. El universo ha decidido que el único vehículo para tu progreso será el sufrimiento. El sufrimiento hasta límites incontenibles, cuando te acercas a la barra y ya no te llega la borrachera. En el olimpo ya no te reservan el palco para conmoverte con la insistencia de los humanos por destrozar sus límites y sus cuerpos. De repente, se te agotan los sueños. Descubres por ejemplo que esa sirena no gastaba sonrisas tan especiales y que ni siquiera era capaz de hacerte estremecer cuando os abandonabáis en las ruinas de la espuma. Ha sido un largo viaje. Momentos donde la conciencia no inventaba palabras, ni cuerpos, ni emociones. Los ojos impedidos para pintar nuevos estados del alma. Instantes en las que sentiste que la desolación sería definitiva, como esa foto que William Blake te tomó en mitad del XVIII. Y, sin embargo, esta noche la has encontrado envuelta entre las sombras. Inesperada. Vulnerable. Fascinante. Una humana que no te confunde con un dios. Una cómplice, al fin.

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