sábado, agosto 26, 2006

Señora (nuestra) de los Buenos Aires


Avenidas espaciosas como para prescindir de árboles. Una inventiva no conoceremos coronando de reclamos los edificios congelados en el tiempo. La prometedora apariencia de las fachadas parisinas. Y los carteles y la histeria y la vida. La energía de Nueva York tamizada por el acento canción italiano. La verba lúcida de los taxistas o el fanatismo de los hinchas consagrándose a una religión donde cada destello de clase es venerado como una prueba de no hace tanto ellos tenían, experimentaban, celebraban. El mejor. Las carencias espíritu de quien siente cercana la genialidad pero no encuentra inercia adelante para salir adelante. Esa naturalidad sí surge para agasajar a un sajón o desparramar simpatía en una llamada de teléfono mientras convierten cada adversidad en una broma. Buenos míseros desesperados interrogan a la basura en la férrea lucha cotidiana contra el robo del algunos otros no se sustraen. Los artistas se sobrevuelan en San Telmo o la insinuación de un paseo por la moderna y hambrienta Puerto Madero. Bellas mujeres te ignoran con absoluta delicadeza. Frenéticas, concentradas en algún punto imposible del horizonte. Cálidas minas te miran inventando tu deseo. Respiración como nadie nunca casi. Descubrimientos nunca te abandonarán la piel.

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