domingo, marzo 23, 2014

10 motivos por los que me cae simpático el Atleti


 1)      Porque sus aficionados sienten a su equipo: sus jugadores y su campo, como si de su familia y paella se tratara; con las visceras, con la pasión de lo incondicional.
2)      Porque celebran sus triunfos con una devoción parecida a la que un adolescente prepara y rememora sus primeras borracheras con los colegas.
3)      Porque son perdedores y sentimentales, como todos nosotros en algún tramo de nuestra existencia. 
4)      Porque Diego Costa es una mezcla de caballo, guerrero y poeta; un tipo que convierte el gol y la lucha en un asunto personal.
5)      Porque en ese equipo se caldeó Luis Aragonés, el tipo que propició el salto cuántico de nuestro fútbol hacia la excelencia.
6)      Porque en esta banda tocaron algunos de los músicos más singulares del Planeta Fútbol: Gárate, Quico, Futre, Caminero…También algunos de los goleadores más inspirados: Hugo Sánchez, Vieri, Falcao... 
7)      Porque algunos de mis mejores (y más excentricos) amigos del Atleti son de esa banda y son capaces de quedar sin cenar (o sin explorar la noche o la broma) si los de rayas palman o (peor todavía) no juegan con orgullo torero.
8)      Porque el Atleti es el equipo de los romántcos, esa gente que saborea lo que le toca vivir y que es capaz de componer odas a su novia, sus calcetines, su gente. Mujeres y hombres que no necesitan sueños de grandeza para ser felices.
9)      Porque me gusta el discurso del Cholo (cada partido es una vida entera, si trabajamos al máximo nos moveremos a un lugar mejor, el orgullo de trabajar cada centímetro del día), aunque a veces le puedan sus dejes populistas e ignore que las cosas pueden ser fáciles y que no siempre es necesario estar en tensión como si en cualquier momento un mono volador te fuera a robar el alma.
10)  Porque es emocionante escuchar al Calderón coreando a sus ídolos; es lo más parecido que tenemos en nuestro país a un coro de gospel o una hinchada argentina…La emoción tiene caminos que la (gran) chequera no entiende.


Pd: Este decálogo ha sido escrito por un madridista a muerte, nadie es perfecto...

jueves, marzo 20, 2014

Pequeño mohicano nuclear

No es una cuestión de talla. Es de sensaciones. Cuando ves deslizarse por el campo a Jesé tienes la impresión de que no le caben más músculos en su mediana carrocería. Sin embargo, cuando entra en contacto con el esférico se transforma en un leopardo: esbelto y hambriento. Sólo el gol o el pase ganador cabe en su chakra-proyector de antiguo cazador en las montañas.

Hablamos de un mohicano fuera de tiempo: valiente, altivo y visceral hasta decir lava desparramada, como cuando perdía los nervios con rivales de adolescente. Será que los mohicanos no necesitaban la aprobación social, les bastaba con obtener la de su tribu, a veces también la admiración. Hemos cambiado la hoguera por una alfombra de césped, las lanzas por una esfera, pero nuestra tribu sigue necesitando relatos que nos lleven más lejos, que enciendan nuestra imaginación a partir de una realidad mitificada.

Jesé lo hace con su extraña habilidad para dibujar diagonales (con las que abre oportunidades a sus compañeros) y ese toque con el que transforma melones en obras de arte que algunos llaman gol.

¿Un hombre puede vivir sólo de su talento? Un artista sí. Pero un hombre también tiene que componer un puzzle con sus dificultades en la vida, ese material del que están hechos los poemas épicos que los hombres corrientes y no tan corrientes antes o después se ven en la encrucijada de componer.

Ahora toca que conozcamos la segunda parte de la historia de este proyecto de mini-cristiano. La mejor noticia de la cantera merengue en los tres últimos lustros. 

Fuerza, paz y ánimo, crack.   

domingo, marzo 16, 2014

Una tarde sin la señorita Whatsapp

A veces una mujer entra en tu vida para revolucionarlo todo. Cuando la conocí, su fama la precedía. Delgada, sexy y divertida; el pelo rubio y los modales olvidados en alguna barra de bar. Pero aquella mujer cambió muchas cosas desde el primer día. La juzgamos mal al principio. Pensamos que iba a separar a los amigos de toda la vida. Nuestro grupo se diferenciaba entre aquellos que la conocían y aquellos que no.

¿Dónde estaba la diferencia? No bastaba con querer conocerla. Tenías que invitarla a algo. Una copa, un museo, un concierto, tu cama…Lo que fuera. Pero tenías que invitarla a algo. Como solía ser habitual en mí por aquella época, me resistí a conocerla. Me resbalaban las buenas leyendas que mis amigos me confiaban sobre esa mujer con vocación de bomba emocional. Que si es una gran conversadora. Que si tiene los reflejos mentales de un jugador de póker. Que si con ella es difícil no tener una cara, una palabra, un silencio con el que montar juntos un enfado, una fiesta, un descubrimiento.

 Daba igual. De ella me llegaron a decir que era como la luna para los yuppies árabes del siglo IX: ella es el espejo del tiempo. La chica también tenía su leyenda negra, claro. Noches de ruido y furia. Su incandescente presencia para propiciar rupturas de colegiales entre cincuentañeros. Una perfecta combinación de vacío e incomunicación entre estudiantes universitarios…Mi instinto me decía: no es bueno abrir todas las ventanas. Pero daba igual: el aullido de la seducción, cuando aparece en mujeres como esa, acaba encontrándote.

Algunos amigos apañaron una cita con ella en un salón parisino. Llegó con su aire misterioso y ese acento difícil de oscurecer. En su sonrisa florecía un aroma a libertad que parecía una invitación al comienzo. Cuando nos dimos cuenta, le había dado poemas, momentos y algunos batacazos emocionales. También, la sensación de que con ella había nuevas maneras de disfrutar el momento.

Con la cadencia de una canción pegadiza, la comunicación con algunos de mis colegas subió varios grados de disparate y acierto, en una autopista acuática donde se mezclaban chistes con desnudos artísticos, burradas, sutilezas, encuentros y alejamientos, tejidos con la facilidad de la vida respirando apertura. Con ella la tecnología volvía a tener buena prensa.

Un momento es suficiente tiempo. Esa es la frase que ella me repetía para llevarme a sitios mejores o más nuevos o más locos. Puede que absurdos y a veces de acercamiento, como una especie de ágora de la intimidad que no cabe en los libros de la memoria. Gracias a ella, los chavales de mi equipo de baloncesto empezarán a bromearse mejor, algunos viejos amigos encontraron el camino de vuelta a casa y nuevas amigas me enseñaron nuevos perfumes emocionales... En suma: el mundo se puso a surfear en un escritorio donde se mezclan fotos familiares, vídeos variopintos, fotos que no hacen honor a la persona o lugar que plasman y mascotas que ganan proyección en su indefinible talento para despertar risas y ternura.

Cuando todo estaba claro, ella decidió desaparecer. Lo hizo durante siete horas de una tarde. Y el mundo parecía tener menos color. No podía, no sabía encontrarme con mis amigos de otra manera, así uno tras otro, un largo rastro de vacíos. Intenté ordenar sus álbumes y aquello resultó un completo disparate: ¿Cómo puedes justificar que en una misma habitación estén juntos Gandhi, una morena lujuriosa y la versión más vulgar del mejor jugador de fútbol? Ella sabe cómo conseguirlo.

Esta tarde ha vuelto a pasar. Ha decidido escaparse con su amante, un Samsung de apellido poco memorable, en un auto que no quiere saber nada del mundo hasta el miércoles. Será un nuevo comienzo. Saber que los perfumes también existen sin ella.

Continuidad y cambio; la vida misma…